¡Qué bien reunirte con viejos amigos!
Recordar es volver a vivir.
Después de mucha organización e ilusión, te preparas a volver a ver a esa
persona de tu pasado, algún compañero del colegio o del barrio. Cuando ya están juntos, no dejas de hablar de
esa etapa de la vida en la que coincidieron.
Empiezas a ponerte al día como si no hubiera pasado el tiempo. Sigues recordando, vas preguntando por los
padres y hermanos: ¿cómo van?, ¿a qué se dedican?, ¿cómo los ha tratado la
vida? Hay tanto que comentar, tantos
temas pendientes. Hablas y hablas, cada tema
se relaciona con otro y te sirve para enlazar una cosa con otra y así te pasas
horas y horas. Lo estás disfrutando
tanto, que es como si fuese ayer, lo estás viviendo otra vez.
Vamos comentando como ha ido la vida de cada uno durante los años que
no se frecuentaron, como, con esfuerzo y dedicación, pudieron superar las
dificultades, como aprovecharon las oportunidades que la vida les puso delante
y hoy están donde están. También
comentar que la vida ha sido complicada y, aunque tuvieron una infancia
acomodada, hoy la situación es más dura.
En fin, van comentando en lo que los ha cambiado la vida de cada uno y
como han madurado y superado los obstáculos.
Siempre, sea como sea, todo se cuenta con orgullo y mucha dignidad.
Cuando te toca hablar, vas contando.
Recuerdas tu infancia, respondes a cada pregunta con la mayor sinceridad
posible, comentas todo con mucha veracidad, ¡si se conocen de toda la vida!
Pero, de pronto, empiezas a escuchar cosas de su pasado que no encajan
con la versión que tú tienes. Aunque no sabes todo, sabes mucho y vas
recordando peculiaridades de esa persona y de su familia y así no era la
historia. Te preguntas qué ha pasado, en
qué momento cambió todo. No pasa nada,
piensas, igual te distrajiste un momento y perdiste el hilo de la
historia. Crees que luego se aclarará
todo. Pero sigue transcurriendo la
conversación y la historia sigue cambiando.
Tu amigo de toda la vida te empieza a contar cosas que, a ti te constan,
fueron diferentes.
Te desconectas de la historia de su nuevo pasado y recuerdas historias
similares que con el tiempo han ido cambiando.
Este era un próspero empresario, que procedía de una familia acomodada. Su padre fue un honorable profesor y su madre
era una respetada ama de casa. Vivió con
las comodidades suficientes, sin mayores lujos, pero sin carencias. Hoy cuando cuenta su historia y como creó su
imperio dice: “Yo, que era una ‘pata en el suelo’ me hice solo, con mucho
esfuerzo y hoy tengo esta casa y otra en la playa y todo esto, por mí mismo…” Lo que tú sabías es que sus padres le dieron
estudios y formación y siempre lo apoyaron en sus proyectos. Es verdad que la empresa y lo demás lo pudo
conseguir con su trabajo, pero sin la formación y apoyo, ¿lo hubiera
conseguido? Cada uno tiene su propia
versión de su pasado.
Te mantienes distraído un rato más y recuerdas otras historias
similares de aquellas personas que durante su infancia sí que tuvieron
comodidades, pero por las vueltas que da la vida, hoy están viviendo una época
más difícil y con algunas carencias.
Cuentan que en su vida pasada tuvieron dinero, pero que su situación
actual se debe a las desgracias que han padecido por una mala asociación
empresarial o inadecuadas inversiones o cosas así. Y luego están aquellos que tenían una
infancia humilde y, de pronto, pudieron disfrutar de una riqueza inexplicable,
pero tan inexplicable que ahora mismo y ante una pregunta directa tampoco
pueden responder.
Finalmente entiendes lo que es obvio, esa persona que creías conocer
de toda la vida, ha tenido una niñez que no conocías. Esa persona, con su nueva historia ya es
otra, no aquella que conocías de toda la vida.
Hay muchas cosas con las que se puede tener tolerancia y cada persona
a cosas diferentes, pero pillar a alguien en la mentira es complicado. Si la confianza se pierde, se pierde
todo. Luego te preguntarás, ¿sobre qué
más habrá mentido?