martes, 13 de enero de 2015

La energía de las cosas




Hace unas semanas, estuve casi dos días hablando con una amiga de muchos temas místicos, como: fantasmas, reencarnación, espiritualidad, energía y mucho más.

Estos temas me gustan muchísimo y disfruto comentándolos con otras personas que también están interesadas o que, por lo menos, no los rechazan.  No intento convencer a nadie de nada.  Cada uno necesita creer en algo, en lo que quiere creer o en lo que le han enseñado, pero sobre todas las cosas, uno tiene que creer en lo que le transmita paz y tranquilidad a su mente y a su corazón.  Si puedes vivir con eso, estará bien para ti.

Durante nuestras conversaciones de fantasmas y experiencias paranormales, hablamos sobre la energía.  La energía que tienen las personas y las cosas.  ¿Cuántas veces has ido a un lugar y te has sentido bien, cómodo, a gusto?  Es la buena energía que tiene ese lugar, que tiene que ver con las personas y las cosas que hay ahí.

Existe también la mala energía.  Y es que hay cosas que aunque no se pueden ver y cuesta mucho explicarlas.  Tanto las personas, como el alma (en caso de alguna persona fallecida) e incluso algunas cosas tienen su propia energía.  Cuando se mezclan hacen que cada lugar tenga una fuerza especial.

Soy muy perceptiva para eso, aunque no lo puedo explicar, sólo lo siento.  Cuando llevo algún pendiente, colgante o anillo que rara vez utilizo me siento diferente, cansada, pesada.  Es una sensación extraña que empieza a desaparecer cuando me quito estos accesorios.  Es como si tuvieran una carga negativa para mí y me afectan.  Esto me ha pasado siempre, hasta hace unas semanas cuando decidí abrir mi “cofre del tesoro” y empezar a usar algunas cosillas que tenía guardadas.  Insistí varios días a ver si iba mejor, pero no tuve suerte y volví a mis cosas de siempre y tan feliz.  No se trata que te incomode o que sea falta de costumbre, es una sobrecarga que no se puede explicar.

Recuerdo que, hace muchos años, cuando mis padres vivían en Piura, una ciudad a mil kilómetros al norte de Lima, los iba a visitar cada vez que podía.  Una de las veces que fui a su casa, que siempre fue muy acogedora y que yo percibía ligera y agradable, algo cambió.  Al entrar fue como sentir que me daba contra un muro en la cabeza, algo me hacía sentir incómoda.  En la planta baja se percibía más, y la de arriba tan agradable como siempre.  Seguí recorriendo la casa en busca de una explicación.  Cuando cruzaba de la cocina al salón era como darme otra vez en la cabeza.  Al final concluí que, fuera lo que fuera, estaba en el salón y causaba ese efecto en mí.  Me quedé de pie, observando detenidamente cosa por cosa, los detalles y adornos que mi madre tenía.  De pronto, varios artículos de bronce llamaron a mi atención.  Presté más atención y me di cuenta de que eran utensilios de decoración de bronce que mi abuela tenía en su casa y que meses antes, al fallecer mi abuelo, mi madre y sus hermanos habían retirado para vaciarla.

¡Sí!  Era ese candelabro que le colgaban unos adornitos, con el que yo había jugado tantas veces cuando era pequeña.  Mi madre tenía, además, otras cosas más.  Sentí su fuerza, su energía, pero una energía negativa.  Se lo comenté a mi madre, por saber que pensaba o sentía ella, me comentó que también lo había sentido.

Ahora intento sentirme en mi casa siempre a gusto, tener las cosas que necesito, aunque reconozco ser un poco “cachivachera”, pero de vez en cuando intento deshacerme de lo que no me hace falta.


Disfruta de las cosas que tienes, lo que no te interesa y sólo ocupa espacio, sácalo de tu vida, no lo necesitas y quizá a otro sí.