jueves, 9 de abril de 2015

Desayunando en Ikea

Hace unas semanas fui al centro comercial donde está el único Ikea que tenemos en Zaragoza.  Fui muy pronto por la mañana porque tenía que recoger a mi hija del colegio.
Decidí ir y aprovechar la oferta del Ikea de “desayuno saludable”.  Te ofrecen un café, un zumo de naranja, pan con jamón, aceite de oliva y tomate y fruta.  Suena muy bien por 3,50€

Llegué tan pronto que aún no abrían.  Esperé unos diez minutos.  Sólo había un coche con una pareja, pero nadie más.  Yo sola al lado de la puerta cerrada. 
Cuando faltaban dos minutos para abrir, por todas partes empezó a aparecer gente.  Parecía que salían de debajo de las piedras.  Finalmente abrieron y pude entrar.   Era la primera vez que era la primera en entrar al Ikea, subir por su escalera sin nadie delante.  Una divertida sensación.

Al llegar al restaurante ya había gente allí, haciendo la fila con sus bandejas en la mano.  No sé en qué momento me adelantaron, pero llegaron antes.  Se saludaban los unos con los otros.  Iban apurados, a pesar de ser de los primeros, como si se fuera a acabar lo de la oferta.  Íbamos tan adelantados que teníamos que esperar a que terminaran de colocar la fruta.

Al servirme el café, note como todos se saludaban, se conocían.  Preguntaban por la familia o temas puntuales.  Entiendo que hay veces que dos conocidos pueden coincidir, pero, ¿todos?  Tenía la sensación que yo era la extraña en ese sitio.  Todo era tan familiar para ellos.  Comentaban sobre la fruta y ya habían arreglado la máquina de café o si estaba todo bien.

Me senté en una mesa desde donde podía ver a todas las personas pasar.  Estaba bien, era divertido y de pronto, ese desayuno apurado se convirtió en un pequeño estudio y tema para una publicación.

Había mucha gente mayor, jubilados.  De esos a los que no se les pasa ninguna oferta.  Disfrutaban del desayuno, de ponerse el plato hasta arriba de frutas por el mismo precio.  ¡Mira, puedes poner una uva más!  Sabían usar a la perfección las máquinas de café.  Entre ellos se daban indicaciones y recomendaciones.  Estaban tan activos, lo sabían todo.  Yo imaginaba que luego en su casa podrían tener una actitud más pasiva, preguntando a los nietos una y otra vez como usar el móvil, este cacharro tan moderno.


Fue un desayuno diferente.  Tuve que terminar y dejar mi bandeja en el carrito para poder hacer lo que tenía que hacer.  Como he visto que han ampliado el periodo de oferta del “desayuno saludable”, veré cuando regreso.

... Y esto que encontré, para reírse un poco...