martes, 22 de octubre de 2013

Fiestas del barrio



Hace unas semanas se celebraron las fiestas del barrio de Delicias, uno de los barrios de Zaragoza.  Así como otras muchas fiestas que se celebran en cada ciudad y pueblo de España, también se celebran en los barrios y esta vez tocó al mío.
Yo vivo en Zaragoza casi ocho años y siempre he vivido en el mismo barrio, en la misma comunidad o edificio, pero este año ha sido la primera vez que he vivido y disfrutado de las fiestas del barrio, en la calle, como se tienen que vivir las fiestas.  Es verdad que tampoco las viví completamente a tope por las limitaciones propias del horario, responsabilidades domésticas y más, pero es la primera vez que las disfruté.
En los años anteriores no me había preocupado de informarme sobre la organización, actividades ni nada de las fiestas del barrio.  Algún día escuchaba que la charanga pasaba por alguna calle cercana a mi casa y desde el balcón intentaba ver lo que sucedía.  ¡Era la comparsa con los cabezudos!  Nunca podía recordar cuándo eran exactamente las fiestas, aunque las relacionaba con el inicio de clases en el colegio los primeros días de Septiembre, no tenía claras las fechas.  También sabía que el punto central de las fiestas es el Parque Delicias a sólo dos calles de mi casa.  Más que eso, no sabía más.
Este año se presentaba igual para mí que en los años anteriores.  Los días previos a empezar el colegio ya iba recordando que las fiestas del barrio también deberían estar por empezar.  Lo que marcó la diferencia este año es que mis hijos participaron más activamente.  Una de las madres de los compañeros de mi hija pequeña me avisó justamente en los primeros días para ver los cabezudos y luego mi hijo mayor, en plena adolescencia, había quedado con algún compañero del colegio para hacer el recorrido de cabezudos y la charanga por el barrio.  Es verdad que yo no conozco mucho de la historia de los cabezudos, que realmente es en lo que más he participado y me ha llamado la atención, pero tengo que reconocer que este año lo he disfrutado muchísimo.
Para escribir esta publicación estuve buscando un poco de información sobre los cabezudos en internet.  Por lo pronto descubrí que la comparsa está formada por 15 cabezudos y cada uno de ellos representa a algún personaje: El Morico, el Aldeano, el Baturro, la Forana, el León, el Payaso, el Diablo, la Bruja, el Tuerto, el Pirata, el Explorador, el Berrugón, el Torero, el Loco, Groucho Mars.  Pueden entrar a este enlace y ver algo más de información de los cabezudos de Delicias y de los demás barrios. http://comparsaszaragoza.jimdo.com/comparsas-catalogadas-en-zaragoza/delicias/ 
Estos son, el Torero y la Forana.




 
Y como reseña histórica de nuestro amigo Wikipedia, que todo lo sabe, nos cuenta que: Los gigantes y cabezudos son una tradición popular celebrada en muchas fiestas locales de Europa occidental y América Latina. La tradición consiste en hacer desfilar ciertas figuras bailando y animando, los gigantes, o persiguiendo a la gente que acude a la celebración, los cabezudo. Las figuras están realizadas en cartón-piedra, poliéster o fibra de vidrio con un armazón de madera, hierro o aluminio que se cubre con amplios ropajes. Los "gigantes…, mientras que en los "cabezudos" (también llamados kilikis), de menor altura, se destaca la proporción de la cabeza, dando un efecto más cómico…
El origen de la tradición en España, data de la Edad Media. Las tierras de la península en la zona musulmana tenían prohibido por el Corán representar seres vivos. Al avanzar la reconquista, con sus repobladores cristianos, desplazando a los pobladores musulmanes, o asentándose en poblaciones separadas, llevaron consigo sus tradiciones. En pleno Camino de Santiago, el Reino de Navarra, fue durante mucho tiempo el modelo. Las primeras referencias escritas en novelas datan de 1201 en Pamplona (Navarra) con tres gigantes que representaban a tres personas de Pamplona: Pero-Suciales (leñador), Mari-Suciales (aldeana) y Jucef-Lacurari (judío), pero los primeros documentados son de Barcelona en 1424 (facturas del ayuntamiento). Solían salir en la procesión de San Fermín el 25 de septiembre. Pasó la costumbre al Reino de Castilla y sobre todo a la Corona de Aragón. Es costumbre de origen medieval, muy popular acompañada de pasacalles, y charangas en pueblos y ciudades de Navarra, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía, Castilla-La Mancha y norte de España. Queda como huella además en Aragón por ejemplo, denominar "cabezudos" a las larvas de renacuajo. Más tarde, la tradición de los gigantes, fue extendiéndose por España y el mundo entero.”
Para todos los lectores fuera de las fronteras españolas y que no tenían claro este tema de los cabezudos, yo creo que con esta explicación ya lo ven mejor.
Ahora, regresando a la historia, cada día a las 5 en punto de la tarde la comparsa de los cabezudos salía de un lugar diferente del barrio.  Luego iba recorriendo las calles según los recorridos pre establecidos al ritmo de la charanga, banda en vivo que va tocando y cantando, lo que se dice, poniéndole ritmo y alegría a la fiesta.  Durante el recorrido, los más osados, van retando a los cabezudos, que llevan en la mano un latiguillo y siempre van viendo darle en las piernas hasta llegar al parque Delicias.  Las personas que vamos alrededor, realmente, ninguno de los cabezudos dan a quien no busca y además a los niños los va saludando.  Este año iba con mi niña pequeña acompañando a la comparsa durante el recorrido.  Como había tanta gente yo la tenía bien sujeta de la mano y le decía que si el cabezudo la veía suelta o sola, pensaría que ella también va corriendo y que le daría con el latiguillo, pero si la veía cogida de la mano, no le daría.  Así lo fuimos haciendo cada día.  Hasta que, un día, íbamos las dos por la acera hasta que nos dimos cuenta que uno de los cabezudos venía por detrás.  Nos paramos en un portal a esperar que pasen todos corriendo y evitar que nos atropellen.  Cuando pasó el cabezudo a nuestro lado, se paró justamente delante de nosotras.  La respiración de Aitana cambió, se volvió más rápida.  Y de pronto ya estaba escondida detrás mío con una cara de pánico real.  El cabezudo, por el contrario, se acercó, se levantó la cabezota y le dio la mano saludándola dulcemente mientras ella sólo respondía “no quiero, no quiero”.  Esa fue su primer contacto con el cabezudo.  Al final, mi teoría se cumplió, si va de la mano no te hacen nada.  El resto de los días no se soltaba para nada, siempre segura de ir de la mano para que no la pillen.
El recorrido duraba más o menos de una hora y media a dos horas, que terminaba en el Parque Delicias.  Ahí nos quedábamos un rato más en las ferias, escuchando cada día la misma música, que ya la tarareábamos todos en casa.  Durante todo el día habían diferentes actividades para todos los públicos, para niños, para mayores, para todos.  En el mismo parque y por las noches había cada noche un concierto.  Y el domingo como fin de fiesta ¡Fuegos Artificiales!
Esa semana he caminado lo que nunca en mi vida había caminado, pero con alegría.  Ahora y como dicen, cada día que pasa falta un día menos para que las fiestas empiecen otra vez.

domingo, 13 de octubre de 2013

Inversión emocional



Hace muchos años, cuando vine a vivir a España, compartimos piso con mi hermano pequeño, que ya vivía aquí unos meses antes y una temporada anterior en Italia, que con poco éxito laboral lo trajo a Zaragoza.  Siempre he pensado en esa, su primera etapa solo, que era época invernal y que él vivió solo en Italia, solo y en soledad, intentando encontrar un trabajo, establecerse y empezar a hacer realidad sus sueños y cumplir sus planes y metas.  Pensaba en cómo lo había llevado, sobre todo lo duro que debió ser dejar su casa, familia, amigos, su gente y su entorno, todo a lo que él estaba acostumbrado para buscar, como muchos, una nueva vida con muchos sueños e ilusiones.  En mi caso, fue diferente, vine con mi hijo, estando mi hermano aquí y unos 20 días más tarde llegó mi esposo y así empezamos nuestra nueva vida en familia.  Mi inicio fue diferente, en ese aspecto emocional, no fue tan duro, pero como todo cambio de vida, tiene su toque de dificultad y sacrificio.
En fin, algún día, uno de esos días entre que yo llegué y llegó mi esposo, imagino que también tenía que ver con el tiempo, con el clima, que ya era final de otoño, casi invierno y los mismos días no estaban tan alegres como para alegrar a nadie.  Yo estaba triste y confundida, ya no recuerdo bien cuál fue la casusa de sentirme así, pero así estaba.  Yo le contaba, en plan queja, como me sentía y la actitud de algunas personas, que a veces, son de las que más esperas que sean un apoyo emocional y al final resultaban ser, más bien, una carga emocional.  En general, comentábamos de personas, actitudes, sentimientos y situaciones.  De lo difícil que es adaptarse a una nueva vida y los sacrificios emocionales que hacemos, porque queremos, claro, nadie nos obliga, pero en esos momentos de debilidad emocional, parecen más grandes, difíciles y pesados.  Luego de escuchar por un buen rato todo mi rollo simplemente me recomendó olvidar todo y seguir mi vida, sobre todo sin cargarme de manera negativa contra esas personas.  Me decía que tampoco yo sabía cómo estaban esas personas (anímicamente) como para dar consejo y apoyo.  Yo insistía y seguía protestando como si yo tuviera razón en enfadarme y crear un mal sentimiento.  El sólo resumió diciendo, que él ya no se enfadaba por esas cosas (y creo que hasta ahora no lo hace)  y que a esa actitud positiva la llamaba “inversión emocional”.
En ese momento entendí el concepto tal cual me lo explicó, de manera literal.  Lo entendía, pero me costaba ponerlo en práctica por completo.  Realmente no encontraba una situación en la cual pudiera aplicarlo.  Pero, según ha ido pasando el tiempo lo he ido entendiendo mejor, en su total magnitud.
Es verdad que estando lejos de la familia y amigos olvidas muchas cosas, y sólo recuerdas algunas.  Idealizas a las personas, y normalmente olvidas sus defectos.  En realidad, aunque lejos, con todo lo que significa estar lejos, a las personas que recuerdas, las recuerdas bien, resaltando todas sus virtudes, recordando sólo los buenos momentos y bueno si no recuerdas a alguien será porque mejor es así, no?
Han seguido pasando los años y esta frase cada vez la he visto más clara y ha tenido más sentido.  Será que también habré madurado algo en el camino y he aprendido a invertir en mis emociones, en mis sentimientos. 
Aprendí a no dar tantas vueltas a las cosas, tomarlas como vienen y sobre todo de quien vienen.  A entender y quedarme con lo que me dicen, tal cual, sin imaginar ni especular entre líneas.  Tan simple como lo que dicen.  Dejé de especular sobre los pensamientos y sentimientos ajenos, que finalmente no me traen nada bueno.  Cuántas veces damos vuelta y vuelta a alguna actitud de alguna persona que nos incomoda o fastidia y seguimos como “masticando y masticando” esa mala sensación y en mi caso, se me pone un dolor en el estómago que me pongo mal.  O cuántas otras veces creamos novelas en nuestras cabezas, asumimos actitudes de lo que uno piensa, dice y hace, pero que al final es eso, una historia en nuestra cabeza que creamos, desarrollamos y terminamos nosotros mismos y al final, no pasa nada, las otras personas ni se han enterado del dramón que hemos tenido entre ceja y ceja y nosotros ya nos hemos enfadado y sentido mal, sin mayor razón real.  Al final, no es sólo salud mental o emocional, también involucra la salud física, que es muy importante.
Aprendí que la tolerancia, la paciencia y el respeto son muy importantes para mantener equilibrada mi tranquilidad emocional.  Todos somos como somos, somos más afines a unas personas y menos a otras.  Eso no nos hace mejores o peores personas, simplemente es que somos así.  Me di cuenta que la tolerancia es necesaria para convivir juntos, la paciencia es básica para convivir juntos en armonía y pensar antes de actuar y por último el respeto que es el pilar básico de la convivencia y relaciones nos ayuda a convivir juntos, en armonía y felices.
Finalmente aprendí que vale más quedarse callada que ser la que “pone los puntos sobre las íes” o ser la que “no tener pelos en la lengua” y decir siempre lo que piensa.  No tiene que ver con hipocresía ni nada eso, simplemente tiene que ver con mi paz interior, con mi tranquilidad emocional.
Aprendí a valorar hasta que punto vale la pena discutir con alguien o no.  Muchas veces vale más la pena, escuchar, intentar entender su posición y si ya no se puede más, simplemente callar y alejarse.  Discutir requiere mucho esfuerzo y siempre nos trae alguna consecuencia emocional y según qué hasta física y finalmente no vale la pena.
Es verdad que suena muy bien y fácil, pero no lo es.  Yo intento aplicar esta frase o filosofía de vida, pero la verdad no siempre lo logro.  Lo importante para mi es, lograrlo cada vez más.
Gracias Negrito por tu consejo de hace tanto años, ya ves que lo sigo aplicando e intentando mejorar.  Espero que tú no lo hayas olvidado y siga siendo parte de tu filosofía de vida, a mi me parece que sí!