miércoles, 30 de abril de 2014

Hoy y ahora

Finalmente, tengo que reconocer que mi enfermedad es la ansiedad.  Hace poco leí que los que sufrimos de ansiedad somos los que vivimos preocupados por el futuro.  Y ¡sí!  Es verdad, vivo adelantándome a cada día, a cada suceso, a todo.  Me he dado cuenta que pierdo demasiado tiempo pensando en lo que podría pasar, en cómo sucederán las cosas, y no valoro todo lo bueno, la gran vida que tengo hoy.  ¡Me hago tantas preguntas y no encuentro respuestas!  ¿Cómo puedo conocerlas si aún no han pasado?

Hace unas semanas, uno de esos días en que veía las cosas un poco más complicadas y difíciles de lo normal, me estaba empezando a agobiar por el futuro lejano, por lo que pasará dentro de los próximos dos años, preguntándome cómo se concretarán las cosas, si las propuestas actuales se se harán realidad, si va a mejorar la situación del país, si…, si…, si…  Tantos “sies…” que empecé a hiperventilar de pánico.  Como no soy de las que respira en bolsas de papel, me detuve.  Respiré.  Pensé.  Ya más tranquila, tomé más aire y me detuve respirando más profundo.  Me pregunté ¿qué hacer cuando, de pronto, estaba disfrutando de la vida que siempre soñé, pero nunca pensé que sería posible tener?  ¿Es verdad que podía disfrutar?  ¿Y si es un lujo que no me puedo permitir?  ¿O sí, pero, por cuánto tiempo?  Mi cabeza no paraba de pensar.

Justo entonces, tuve la oportunidad de hablar con una chica que, además de quitarme las contracturas del cuerpo, con su forma de ser y con sus gratas conversaciones también me alivia las contracturas mentales.  En esta oportunidad hablamos de vivir el ahora.  Me habló de un texto que había leído sobre este tema y que había encontrado muy interesante.  Me comentó la importancia de, no sólo vivir el hoy, si no también vivir el ahora.  Tenemos que disfrutar cada cosa que hacemos durante el día.  Es la única forma de vivir plenamente.

Los días siguientes, mientras la conversación que tuve con ella aún daba vueltas en mi cabeza, leí un artículo que se titulaba “Atención Plena” de Esteban Font que iba de lo mismo.  Decía que “concentrarse en el presente será más feliz y más productivo”.  En el texto, recomendaban hacer “el ejercicio de la uva pasa”, que consiste en comerse una uva, pero prestando atención a todos los gestos, olores, sabores y sensaciones.  Me quedé pensando en esto.  ¿Cuántas veces comemos algo y simplemente masticamos, pasamos y no disfrutamos?  Parece fácil, pero nuestro estilo de vida no nos deja disfrutar de estas pequeñas cosas.  Y por último comentaba “evita toda mención a la espiritualidad.  Es cuestión de sentido común; la atención es un músculo y, como tal, se ejercita”.  Copio el enlace para que puedan leer el artículo completo: 

Me hizo reflexionar sobre mi forma de vivir y sobre como me agobio.  Es verdad que durante la última temporada había perdido toda la atención, casi no me acordaba de nada: de si me había comprometido con alguien, de si hacer o no hacer, de cumpleaños, a dónde iba cuando cogía el coche.  Nada, mi mente no daba para más, de broma decía que llegaba al trabajo porque mi coche conocía el camino, porque muchas veces sólo llegaba, no recordaba la ruta.  Mi cabeza estaba siempre adelantando los hechos, mientras mi cuerpo hacía lo que tenía que hacer en ese momento.  Me di cuenta que no me podía concentrar en nada.  Tenía que retomar la lectura.  Leía y leía, pasaba las páginas pero no me enteraba de nada.  Mi cabeza no podía parar en dar vueltas a todo, pero eran tantas cosas que, a veces, ya no lograba solucionar nada.  Había tanto ruido en mi cabeza que no podía escuchar mis pensamientos.

Ahora que mi vida ha dado un giro inesperado, pero deseado y necesario, estoy teniendo más cuidado en sentir cada cosa, en disfrutar de lo que hago.  Estoy invirtiendo más tiempo en escribir, en mis clases de escritura, en el huerto, en ir y venir al colegio, en disfrutar de mis hijos, de mi familia, de mi casa, de mis amigos.  Quiero que con se me escape nada.


Aunque mantengo mi responsabilidad por el futuro, eso no lo puedo evitar, ahora ya no pienso en las cosas que luego tengo que hacer.  Cada cosa en su momento.  No olvides hacer el hacer el ejercicio de la uva pasa.


lunes, 28 de abril de 2014

Redes

Mi colegio estaba,  y todavía está, en las afueras de Lima y nos costaba más o menos una hora llegar en el autobús escolar.  Tengo tantos recuerdos de los viajes, por las mañanas tenía tiempo suficiente para terminar algún deber que se me hubiera quedado por hacer o para estudiar para algún examen, y por las tardes teníamos tiempo para conversar con las compañeras y hasta para dormir un poco y recuperarse del madrugón.  También recuerdo la etapa cuando Perú fue azotado por el terrorismo.  La carretera atravesaba algunas localidades que estaban catalogadas como “zona roja” y, varias veces, los pobladores bajaron hasta la carretera y la cerraron haciendo piquetes.  Nosotros esperábamos tranquilos en el autobús.  En esa época no se llevaban móviles ni nada y nosotros con la única ilusión que los profesores responsables en el autobús decidan regresar y no ir a clases ese día por motivos de seguridad.
El colegio era femenino y bastante estricto.  Estaba dirigido por monjas alemanas con una doctrina religiosa muy conservadora pero a la vez de vanguardia, con ideas y conceptos modernos y actuales, para la vida real.  Puedo decir que mi experiencia fue grata y me ha dejado muy buenos recuerdos y las mejores amigas para toda la vida.
Era un colegio pequeño, una o dos clases por año y la mía era especialmente pequeña, tanto que, al final, sólo nos graduamos dieciocho alumnas.  Al resto las perdimos por el camino.  Las que llegamos hasta el final veníamos desde de infantil, con alguna repesca de repetidoras o alguna nueva incorporación durante la vida escolar, la mayoría nos conocíamos desde los cuatro o cinco años, desde siempre.  Aún mantengo amistad y relación con casi todas, a pesar de mi intolerancia al teléfono y de que vivo fuera de mi país, intentamos estar siempre en contacto.  Vamos buscando canales de comunicación para estar al día de nuestras vidas y que la distancia física, las diferencias horarias y demás obstáculos no sean impedimento para perder la pista de alguna.  Son esas personas a las que tú les cuentas lo que quieres, ellas entienden lo que piensas y perciben lo que siente tu corazón.  ¡De las que no se puede engañar, de las mejores amigas!
Teníamos una compañera que, durante el año escolar en Perú, estaba con nosotras y en las vacaciones de verano venía con su familia a Europa para estudiar en un colegio de aquí.  Así aprendía otro idioma y las costumbres del país anfitrión.  Las compañeras de clase no entendíamos como podía vivir sin vacaciones, siempre estudiando, ya sea aquí y allá,  pero siempre tenía que ir al colegio.  ¡Todo estaba tan organizado en su familia!  La percepción que tengo es que su madre, que también había estudiado en nuestro colegio, era muy exigente y la exprimía al máximo.  Casi como yo quisiera que mis hijos aprovechen su etapa escolar y aprendan todo lo que puedan, que ahora es el momento.  Dos o tres años antes de terminar el colegio, con unos catorce o quince años, a esta compañera la cambiaron de centro.  Nunca entendí muy bien por qué sus padres tomaron la decisión de sacarla de la escuela a la que había ido desde los cuatro años y, más aun, cuando no faltaba casi nada para terminar.  ¡Decisiones de padres!  No sé quién lo quiso así, pero ella no tuvo más relación con las compañeras del viejo colegio.  Ella nunca nos dijo nada o yo nunca me enteré.  Imagino que ella sí recibió alguna explicación que la dejó satisfecha, quizá sólo aceptó la decisión de sus padres, no lo sé.  Luego, a través de esta compañera con la que mantuvo relación, nos enteremos que los padres habían considerado adecuado hacer el cambio porque en el nuevo colegio tendría mejores relaciones, que serían importantes para el futuro.  El nuevo colegio estaba en la ciudad de Lima y es verdad que las chicas que iban a ese centro eran de un nivel socio-económico más alto que el de la escuela que íbamos nosotras, no había el peligro de ir cada día por la carretera, ni tantas otras cosas.  Durante muchos años este tema me ha dado vueltas en la cabeza.  Me preguntaba qué había en nosotras que podría perjudicar el futuro de nuestra compañera.  ¿Es realmente cierto que las relaciones son tan importantes en la vida?
Durante mucho tiempo pensé que los amigos son los amigos y son las mejores relaciones y más aun, si son de toda la vida.  Sinceramente, me costaba mucho entender la decisión de aquellos padres.  Ahora, después de dar muchas vueltas a este tema, he entendido su decisión.  Aunque entender no significa justificar o estar de acuerdo por completo.
Me he dado cuenta que las relaciones y hoy llamadas “redes” son importantes para todos.  Son importantes porque, según con quien nos relacionemos tendremos unas u otras oportunidades.  Eso no significa aprovecharnos o exprimir a nuestros amigos.  ¡No voy a eso!  Quiero decir, tenemos la posibilidad de tener cosas tan básicas como diferentes temas de conversación, tenemos acceso a personas tan diferentes y con su vida enriquecer la nuestra.  Cada red tiene un tema en común, que es el motivo de su creación.  Cada miembro de la red, aunque tiene esa característica en común con el resto, tiene su propia vida, personalidad, ideología, que enriquece el círculo y lo hace más interesante, vivo y seguramente feliz.
Hoy entiendo la importancia de las redes y las relaciones.  Tengo la suerte de formar parte de diferentes redes y de tener muy buenas relaciones y amigos.  Algunos vienen de toda la vida, otros de los últimos meses.  Todos enriquecen mi vida compartiendo sus experiencias y sus vivencias.  Voy aprendiendo mucho y, sobre todo, lo disfruto.  Cada uno tenemos una forma particular de expresar y contar nuestras historias, así que aunque sean similares, siempre son diferentes.
Les puedo contar, por ejemplo de una de las redes en las que participo.  Es el huerto.  Seguro los que más me conocen ya lo han visto.  Somos un grupo de mujeres que vamos trabajando un huerto en común.  Vamos sembrando, regando y limpiando lo que al final del verano vamos a cosechar.  Imagino que si nos vemos por separado no tenemos mucho en común.  Seríamos una abogada madura y jovial que nos acoge y nos demuestra que con esfuerzo y determinación se puede llegar lejos, una periodista que da clases de escritura y transmite muy buena energía, una reumatóloga amante de las hogueras, una estudiante de teatro con una gran sonrisa y carisma para los niños, una entomóloga, otra periodista, una mujer en paro que espera encontrarse al llegar a los cuarenta y alguna más.  Nos ha unido el reto y la pasión del huerto, de hacernos hortelanas y pasar nuestros ratos ahí, al sol, disfrutando de la tierra y sus frutos.
Además están mis otras redes, las amigas del colegio, los amigos de verano, las madres del colegio de los hijos, los amigos de toda la vida y los de ahora, la familia.  Tantas personas a mí alrededor para no sentirme sola, para saber que si caigo tendré una red que me aguante y soporte mi caída.

Ya lo sabes, no te quedes solo.  Uno solo puede llegar muy lejos y crecer mucho, pero siempre llegarás más lejos y crecerás más si vas acompañado.

domingo, 13 de abril de 2014

Un día de esos

Hace unos días fue un día de esos.  De esos días en los que te despiertas viendo las cosas un poco más turbias que días anteriores y en los que te preguntas si todo irá bien.  
Pero luego, por esas cosas que tiene la vida, todo cambió.  Me sentí feliz y bendecida y ¡cómo no!  Reflexioné y concluí ¡Qué malagradecida!  Valoré mi vida, mi familia, salud, buenas amistades con muy buenas conversaciones y la tierra que premia el esfuerzo con una buena cosecha. 
Entonces, ¿cómo no sentirme feliz un día de esos y todos los días?
Que disfrutes mucho de este día y todos los días.

jueves, 10 de abril de 2014

Más cosicas de mi cabeza

Sigo recopilando frases de publicaciones anteriores en mi página personal y la del blog en el facebook, reflexiones y demás cosicas que están en mi cabeza. Estos días tengo tantas cosas en la cabeza, que ando todo el día con mi libreta y bolígrafo anotando y anotando.
  • Mucho ruido en mi cabeza, no puedo escuchar mis pensamientos.
  • Día nublado y lluvioso; triste. Cuantas veces en días como este, desde mi mesa de trabajo, deseaba estar en casa, tumbada en el sofá con la mantica y algo caliente para beber. Así estoy ahora. El día es triste y melancólico, pero con el corazón alegre y la mente ocupada siempre se puede disfrutar.
  • Somos como somos por algo. Hace muchos años aprendí a ponerme en los zapatos del otro para intentar entender las cosas que hace, aunque no las comparta.  Con esta nueva actitud logré hacer más amigos.
  • Si queremos que algo nos pase, tenemos que hacer suceda  Si queremos ser felices tenemos que crear nuestra propia felicidad.  Empecemos hoy mismo a trabajar en lo que deseamos.
  • Una sensación que no puedo describir del todo con palabras.  Mi familia reunida en la mesa para comer y mi hija de cuatro años dice: "De grande quiero ser como tú, mami."  Silencio total.  ¿Qué dirá?  ¡Qué miedo!  Toma aire y continúa: "¡Quiero ser escribidora!"  ¡Qué alegría e ilusión!
  • De retiro, aprovechando la tranquilidad de la montaña y la falta de cobertura, para pensar y reflexionar sobre mí misma y mi familia.  Balance positivo.
  • Un día aprendí a ser feliz.  Aunque cada día sigo aprendiendo como ser más feliz, hoy soy feliz, con lo que me toca cada día.  Pero hoy recordé también como era mi vida cuando no era feliz.
  • Escuché en la serie "Elementary" que la cabeza es como un desván, que lo vas llenando de recuerdos e información, pero en algún momento se va a colmar.  Es importante, de vez en cuando, ir haciendo limpieza y retirar lo que ya no necesitamos.  ¡Empecemos bien la primavera!
  • Un día escuché por la radio la historia de un hombre que quería agradecer a su mujer haber estado cinco meses al lado de su bebé prematuro para cuidarlo y sacarlo adelante.  Él, por motivos de trabajo, muchos días ni siquiera podía estar en casa y dijo que la frase que él y su mujer hicieron suya durante esa temporada y ahora para toda su vida es "No podemos rendirnos, sólo respirar y seguir adelante".
  • Los límites los tenemos en nuestra cabeza, todo es posible.
  • Ese momento en el que te miras al espejo y no ves tu reflejo, sólo ves lo que tu mirada te quiere decir en silencio.
  • Podría sentir rabia y frustración, pero sólo siento compasión.
  • Hacer borrón y cuenta nueva, pero de verdad.  ¿Serías capaz?
  • ¿En qué momento dejamos de ser lo que otros, esperan de nosotros y los decepcionamos cuando decidimos intentar ser lo que nosotros queremos ser?
  • ¿Alguna vez has pensado en por qué pasan las cosas?  A veces el hecho en sí es insignificante, pero lo que vale es la experiencia o lo que queda de ese hecho vivido.  Todo pasa por algo y en el momento exacto.
  • En una serie de policías y asesinatos, cuando no pillan al culpable te queda esa sensación de injusticia e impotencia.
  • Como leí por ahí: “tus prejuicios son las voces de otros”.
  • En las películas, la puerta de la habitación siempre está cerrada y cuando entra un asesino, aunque que la casa esté a oscuras, se ilumina la cara de la víctima porque la cabecera de la cama siempre están en frente de la puerta  ¿Será por eso que en mi habitación se entra por los pies?

lunes, 7 de abril de 2014

Síndrome L´oreal

Imagino que se preguntarán que nueva enfermedad es esta a la que hemos denominado “Síndrome L´oreal”.  Es muy sencillo y según vayamos revisando los síntomas verás, que hay muchas personas a tu alrededor que padecen esta dolencia.
Hay varios casos en análisis y hemos constatado que, aunque la expresión de la patología es diferente, el fondo es el mismo.  Los pacientes con este trastorno son aquellas personas que creen firmemente que se merecen todo.

En las pruebas psicológicas a las que han sido sometidos los pacientes, se ha resuelto que algunos de ellos no encuentran una justificación concreta a la posible causa de su enfermedad.  Indican simplemente que pertenecen a determinadas familias, con un apellido importante, recalcando su superioridad sobre los demás, repitiendo la frase “No sabes con quien estás hablando, yo soy Fulanita de Tal”.  La mayoría de estas personas tienen una cómoda situación económica, que les permite, además, conseguir todo lo que quieren.  Son de aquellos individuos que, en situaciones cotidianas, no tienen ningún problema en faltar a la autoridad, no respetando los semáforos en rojo, porque llevan prisa o amenazando a un agente de policía de tráfico con denunciarlo por acoso si no les permiten seguir el camino que tenía previsto.  No les importan las consecuencias porque, la mayoría de los casos, lo pueden resolver pagando multas, o simplemente con dinero.  Depende el poder que tengan en sus actividades diarias, se caracterizan porque ante la lógica en sus actos gobierna la sin razón.  Sin temor ni castigo al error propio y condenando siempre el error ajeno.  Son pacientes que consideran que tienen razón absoluta en cualquier tema, que su palabra es ley y que las cosas se tienen que hacer a su manera, porque es la única y la mejor manera.  Al creer tener siempre la razón de su parte, ante cualquier incidencia con cualquier otra persona con la que interactúen, esperan que se disculpen y reconozcan su error.



Ahora te preguntarás por qué esta enfermedad lleva ese nombre.  Es sencillo, sólo tienes que recordar la publicidad de los tintes de pelo Preference Excellence de L´oreal París: “porque yo lo valgo”.

En fin, hay mucho más sobre este nuevo síndrome.  Ahora puedes mirar a tu alrededor o también en ti mismo y ver si tú también sufres del “síndrome L´oreal” ¡porque lo yo valgo!