viernes, 31 de agosto de 2012

Un mail para compartir


¿Qué es lo que realmente necesitamos cada día para seguir adelante?  A veces estamos confundidos buscando y persiguiendo las cosas o situaciones que queremos para nosotros mismos y nuestras familias que pensamos son indispensables para un futuro mejor, pero no nos damos cuenta de lo que tenemos ahora, lo que vale y representa para nosotros y nuestras vidas.
Hace unos días y haciendo uso de las facilidades que nos ofrece la tecnología pude conversar con una muy buena amiga del colegio.  Tenemos pocas oportunidades de coincidir y poder conversar un poco de todo, cómo nos va, hijos, trabajo, en resumidas cuentas, de la vida.  Hablar con ella siempre es una recarga de energías por su practicidad para darle vuelta a las situaciones, por encontrar las soluciones y seguir adelante.  La vida no es fácil para nadie, y para ella tampoco, pero siempre tiene el tiempo, la disposición y una sonrisa cuando la necesitas, o para cualquier cosa.  Siempre está dispuesta a ayudarte y hacer lo que sea que esté en sus manos por hacerte la vida más fácil, aunque esas situaciones complicadas y duras.  Realmente una muy buena amiga, de esas que no hay muchas.
Hablamos muy poco tiempo porque a media conversación se cortó la conexión y no pudimos recuperarla más.  El sentimiento que me quedó fue confuso, de contrariedad, de querer seguir hablando con ella, pues me resultaba reconfortante aunque con su claridad algunas cosas me hacían pensar en lo que le iba contando.  De esas conversaciones reales y sinceras.
Al rato vi un mail de ella, que alegría y lo empecé a leer con calma, lo he releído un par de veces y todavía no se lo he respondido, porque me ha hecho pensar mucho en las cosas que son realmente importantes.
Y como le dice su jefe, empezó por partes y cucharadas, me hizo algunas preguntas claras y directas sobre los posibles motivos de mi preocupación, dinero, crisis, que ideas tenía de vivir en otro país.  Como me dijo, eran preguntas aparentemente tontas, pero realmente importantes para identificar si mi preocupación es real y vale la pena preocuparse.  Me hizo analizar las cosas que estaban en mi mano hacer para solucionar el problema, para terminar con mi preocupación.  Sus palabras fueron “¿Puedes hacer algo para que las cosas mejoren? ¿Tú puedes cambiar en algo ahora mismo esta situación?  ¿Sí? Pues haz lo que debas hacer.  ¿No?  Pues entonces focaliza tu atención en otras preocupaciones o agradece por lo que te está tocando vivir pues esto te hará más fuerte y podrás decir el día de mañana…”.  Me hizo ver que las etapas duras y difíciles de la vida sólo nos hacen más fuertes, siempre que las aprovechemos, demos lo mejor de nosotros mismos y nos mantengamos unidos.
Me habló de una palabra clásica pero que muchas veces no tomamos real valor a su significado e implicancia o efecto en nosotros mismos.  Esa palabra (y en mayúsculas) es ACTITUD.  Y es que es verdad.  Todo tiene que ver con la actitud con la que afrontemos cada día, cada situación, cada problema.  Yo soy la única que puede ver el vaso medio lleno o medio vacío de la situación.  Nadie más que yo puede ver las cosas de la mejor manera o de la otra.  Es que está en mis manos, en mi mente.
Me aconsejo que no me deje llevar por el pánico, ni por la psicosis colectiva, ni por la crisis, ni por cosas externas que me sólo me angustien.  Me dijo que debería aceptar sólo cosas positivas y eso significaba tener a mi lado a las personas correctas, no saturarme de telediarios y noticieros que sólo enferman mi salud mental.  Me recomendó evitar las situaciones que me produzcan miedo o dolor y yo añadiría además, preocupación.
Finalmente, me dijo, todo es mental.
Me hizo ver que no es fácil, porque somos así, siempre nos vamos preocupando por algo y luego nos sentimos mal, pero si finalmente nos preocupamos, que sea por algo que valga la pena tanto agotamiento mental y desgaste emocional.
Me hizo darme cuenta que tengo que tomar todo lo que me toca vivir con optimismo, pero con un optimismo real, desde mi espíritu.  Realmente tenía miedo a muchas cosas sobre el futuro inmediato porque las cosas no iban saliendo como yo realmente esperaba o me gustaría.  Pero mi lado racional me hacía pensar que esta etapa no podía ser eterna, como dice la frase “no hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista”, pero realmente tampoco ha sido tan malo.  Realmente y si veo el vaso medio lleno, ha sido un año no tan malo, con algunas dificultades pero más psicológicas o mentales que reales.
Me hizo recordar que no estoy sola, no estamos solos.  Me hizo revalorar la familia que tengo, que no podía desaprovechar el tiempo que tengo para mi familia con angustias y sufrimiento.  Esta es una forma de enseñar a los chicos como afrontar los problemas de la vida, juntos, unidos, con mentalidad positiva y luchando todos juntos.  Además, ellos son niños y no tienen que vivir angustias y menos de dinero, no tienen porque tener ese tipo de preocupaciones.  Tienen que ver lo mejor de la vida que le podemos ofrecer.
Mi hizo pensar y valorar lo que tengo y no pensar en lo que me falta.  Tengo una familia maravillosa.  Tengo que disfrutar con ellos el tiempo y todo lo bueno que tenemos.  Agradecer a Dios que tenemos salud, que tenemos fuerza para luchar cada día, los niños para reír y ser felices cada día, que no estamos solos porque siempre hay quienes nos cuidan desde el cielo y los que nos apoyan desde la tierra.
Gracias G.O.L. por tu mail, ha sido realmente renovador, me hiciste cambiar el switch y pensar en lo que realmente vale la pena, me hiciste ver que estaba perdiendo energía en las cosas que no puedo cambiar y no estaba disfrutando de lo que tengo hoy.
Durante estos últimos días y tendrá que ver también con el cambio de actitud, veo las cosas diferentes y como la buena energía atrae cosas buenas, pienso que por eso las cosas empiezan a cambiar y a mejorar.  Este nuevo mes es un nuevo inicio de una etapa para mi familia y seguro todo irá a mejor.

martes, 28 de agosto de 2012

Buena gente


Desde hace unas tres o cuatros semanas llevo intentando terminar esta publicación y es que se me atraganta la inspiración y la fluidez al escribir.
La he empezado ya unas tres veces y he planteado mi idea de varias formas y por último me he sentido muy frustrada al tener el mensaje que quiero transmitir, ahí, listo y no poder encontrar las palabras y frases adecuadas para expresarlo.
Ahora lo empiezo una vez más, pensando que si digo lo que quiero decir de una forma directa será mejor expresar lo que tengo atragantado.
Este tema lo vengo analizando y pensando desde hace algún tiempo que empecé a prestar atención.  Sigo observando mi vida, mi entorno y las personas que tengo cerca.
Tomé consciencia que, a pesar que pasamos etapas duras y con más dificultades de las habituales, finalmente y gracias a buenas personas nos pasan cosas buenas que nos alivian el día a día, nos ayuda a recargar energías y a seguir en la lucha diaria hasta superar lo que nos está tocando vivir hoy.
Y es que esto no tiene que ver con el dinero, ni con lo que tenemos,- Esto tiene que ver con las buenas personas que tenemos cerca y su disponibilidad para tener siempre con una sonrisa, una palabra de apoyo y listos a tender la mano.
Los amigos, las buenas relaciones, las buenas personas son las que nos ayudan a salir adelante.  Es verdad que hoy somos la consecuencia de nuestras decisiones de ayer, que somos los únicos responsables, pero es verdad también que no siempre podemos seguir solos.  Siempre necesitamos de otras personas para avanzar y más cuando necesitamos ayuda.
Yo tengo mucho que agradecer a Dios, a la vida y a las personas que tengo cerca.  En los momentos más duros y difíciles es cuando realmente me doy cuenta que no estoy sola.  Ya decía que no tiene que ver con el dinero, es sólo con el tiempo, con el cariño, con la disponibilidad de revisar entre lo que somos, lo que tenemos y lo que podemos hacer por los demás.  Muchas veces da más la persona que menos cosas tiene.
Es como este año, que si no hubiera sido por un buen amigo, no hubiéramos podido disfrutar de las buenas vacaciones que hemos tenido, tengo muchos más ejemplos que dar de personas y situaciones que si no hubiera sido por una mano amiga, no lo hubiéramos superado, o quizá sí, pero nos hubiera costado mucho más tiempo, stress y quién sabe qué más.
Y es que lo veo en otras personas que tengo cerca, que también están pasando momentos duros y complicados.  Es agradable ver que de pronto cosas se le van aclarando, solucionando, van logrando las cosas del día a día para seguir adelante gracias a otras personas, porque son personas que siempre están dispuestas a dar de lo que tienen con una sonrisa.
Y es que la vida es así, todos dependemos de todos, es como una cadena de favores.  Todos tenemos algo que dar y muchas veces es tiempo o simplemente una llamada al amigo de mi amigo para ayudar a otro amigo.  Siempre y cuando lo demos con buenos sentimientos y desinterés, nos regresará con la misma intensidad.  Es lo que se conoce como “el efecto boomerang”.
Mi mensaje está vez es simple y básico “a la gente buena le pasan cosas buenas”.

domingo, 12 de agosto de 2012

Las vacaciones

Cuando éramos niños las vacaciones de verano del colegio eran geniales, eran eternas.  Tanto tiempo para hacer tantas cosas con los amigos, ir a la playa y más, pero a pesar de durar poco más de dos meses siempre nos parecían cortas y se nos quedaban muchas cosas por hacer.
Ahora pienso lo que mis papás tenían que hacer cada año para planificar nuestras vacaciones y ver que hacían con nosotros tanto tiempo.  Y es que es una pena ver a tus hijos en el sofá día tras día viendo sólo televisión.  Hay que buscar actividades que sean productivas, algún ejercicio, aprovechar el tiempo para aprender algo, no sé tantas cosas que en época de colegio es más difícil.
Un verano me tocó ir a clases de mecanografía.  Nunca lo olvidaré, porque era dos veces a la semana de 2 a 4 de la tarde.  Cuando más quemaba el sol.  Esos días tenía que comer especialmente pronto para llegar a tiempo a las clases, sentía que me cortaba el día en el mejor momento.  Pero hoy tengo que agradecerlo.  Sí, mami, lo sabes… estoy súper agradecida de ese verano.
Otros veranos nos dejaban en el club todo el día.  Íbamos muy pronto por la mañana y nos recogían por la tarde.  Pasábamos el día con los amigos, entre la playa y la piscina y además teníamos clases de algún deporte para mantenernos en forma.  ¡Cuántos recuerdos!  ¡Cuántos buenos amigos de esa época que hasta ahora están!
Ahora ya como adulto veo las vacaciones diferentes, desde otra perspectiva, desde otro punto de vista.
Y no me refiero a las vacaciones que vamos tomando de uno en uno, a veces algún día libre para hacer trámites, alguna actividad del colegio o simplemente por tener un fin de semana más largo.  Me refiero a las vacaciones largas que tomamos para desconectar realmente del trabajo, para descansar la mente, porque al cuerpo le exigimos otro tipo de esfuerzo.
Antes de venir a vivir aquí mi concepto de vacaciones era otro.  No sé muy bien como describirlo o explicarlo.  Por ejemplo, en Perú no necesariamente tomas las vacaciones largas en verano, realmente aprovechas cuando las necesitas o si tienes algún plan y como todo, tiene que ver con el trabajo que realizas y cuando es mejor época para tomarlas o no.
Sin embargo, aquí es costumbre que en agosto (algunos en julio) tomen las vacaciones largas de unas 2 o 3 semanas y realmente en este tiempo desconectas del trabajo y renuevas energías.
Siguiendo las frases y costumbres “donde fueses, haz lo que vieres” empezamos a coger las vacaciones en verano y aprendimos a organizarlas, planearlas y disfrutarlas.
Este año las vacaciones tenían un sentido especial.  Y es que después de dos años tendríamos otra vez vacaciones en familia para disfrutar del tiempo libre.  En el 2010 nuestras vacaciones coincidieron con el campamento de verano del grupo Scout de Alberto y él no pudo ir con nosotros a la playa.  Además fuimos pocos días porque teníamos que regresar para ir a la montaña, donde estaba el campamento de Alberto para pasar el día de padres.  El año pasado tuvimos que viajar a Perú por un tema de salud familiar y claro, aunque estuve ausente del trabajo, realmente no tuvimos vacaciones reales.  Estuvimos en Lima y pasamos unos lindos días viendo a la familia y amigos, pero como el motivo del viaje era otro, tuvimos que priorizar nuestro tiempo.  Los chicos estaban la mayor parte del tiempo con los primos y otras personas para que nosotros podamos disponer del mayor tiempo posible para hacer otras cosas que en ese momento requerían nuestro tiempo y atención.  Al final del viaje, regresamos a casa pero con una sensación diferente.  No habíamos descansado ni el cuerpo ni la mente, ni el espíritu, pero había que retomar la vida, la rutina otra vez.
Estos años se me han hecho largos y la verdad es que tenía muchísima ilusión en esperar estas vacaciones.  Volveríamos a la playa.  Alberto estaría con nosotros, estaríamos los cuatros juntos y completos.  Aitana disfrutaría realmente de la playa, el mar y arena por primera vez.  La última vez era muy pequeña y dudo que tenga recuerdos.
Finalmente llegó el día y salimos rumbo a Cartagena donde haríamos la primera parada y luego una media hora más de camino hasta Puerto de Mazarrón donde pasaríamos los siguientes 12 días.
Realmente ha sido genial.  He disfrutado de buenos días de con mi familia.  Compartir más tiempo con mis hijos.  Es verdad que en la rutina del día a día queremos ser padres ejemplares y llegar a todo, pero no siempre podemos hacerlo.  El cansancio físico, mental y los problemas diarios no nos dejan ser y hacer lo que realmente desearíamos para y con nuestros hijos.
Al estar de vacaciones, tenemos otro estado de ánimo, no digo más permisivos, pero como nosotros mismos nos sentimos mejor, con  más tiempo, más descansados, menos presionados por la rutina, tenemos mejor y mayor disponibilidad para las cosas de cada día.
He disfrutado cada día durmiendo cuando tenía sueño, despertándome cuando ya se me acababa el sueño, que no es lo mismo que se me acabaran los sueños.  Comíamos cuando teníamos hambre.  ¿Rutina? ¿Qué es eso?  Nos levantábamos cada día y según estábamos listos salíamos a la playa, con la mochila con bebidas y algo de comer.  Pasamos así las horas, picoteando y descansando, tomando sol y bañándonos en el mar.  ¿Qué más podíamos pedir?  Ya cuando teníamos hambre nos íbamos a casa a comer y descansar un poco más y luego pues, lo que surja.  Más tarde cenar y luego salir a pasear con el triciclo y bicicleta.
He disfrutado de mis hijos, me he sentido feliz de tener el tiempo, la energía y paciencia para disfrutar cada día.  He olvidado los problemas de cada día, lo que me espera al volver a casa.  No he pensado en eso.  No he contado los días que iban pasando y menos los que faltaban para volver.  Ha habido días que ni sabía que día era, sólo disfrutaba del día a día, de cada hora, de cada momento.
Necesitaba estas vacaciones para recuperar mi alma y mi espíritu que estaba cansado.  Regreso recargada, con otra energía y respirando profundamente para lo que vendrá.  Sabemos que los tiempos no son los mejores.  Como familia tenemos suerte o como dicen “oportunidades bien aprovechadas” y la suerte de tener a nuestro alrededor personas muy especiales que nos ayudan a tener estos buenos y especiales momentos, como estas vacaciones.
Sé que la vida real sigue y que todo pasará cuando tenga que pasar.  No gano nada angustiándome desde ahora, vendrá lo que tenga que venir.  Espero todo sea mejor, esta pausa en la rutina nos ayude a todos a ver las cosas diferente y a retomar la vida y la situación de otra manera.
He visto el mar otra vez.  Parece tonto.  Hasta esta vez no lo había terminado de valorar.  Y como se decía mi Papapa Dante de sí mismo “Yo soy hombre de mar”.  Esta vez he llegado a la conclusión que “yo soy mujer de mar”.  Alberto me decía que en Zaragoza tenemos el Río Ebro y las playas fluviales para compensar la falta de “agua”.  Pero le decía, que no se trata de ser “acuática”, se trata de ser “marina” y más específicamente “mediterránea”.  Sí, esto es nuevo, porque el mar me ha gustado siempre y me ha sido suficiente tener el Pacífico al lado y no lo he valorado hasta ahora.
Espero poder volver con más frecuencia para ver su inmensidad y recargar mis baterías emocionales.  Tengo FE  que la vida dará las vueltas necesarias y me dará la oportunidad de tenerlo más cerca y disfrutarlo.
Ya me tengo que ir a dormir, mañana empiezo a trabajar otra vez, como corresponde.
Agradezco a Dios y a la vida la oportunidad, la suerte y los buenos días que he pasado, tener a mi familia unida, ver a mis hijos disfrutar, conocer a una linda familia, pasear, conocer y pasarla bien.
Disfrutemos cada día o mejor, cada hora, valoremos lo que tenemos y pasemos bien, esta vida es lo que hoy tenemos, no sabemos mañana, quizá mejor, quizá no, pero es lo que hoy tenemos y es lo que hoy vale la pena.

domingo, 5 de agosto de 2012

Y ya van doce

Antes pensaba que los años no pasaban por mí ni para mí.  Que tenía más edad pero que no era mayor, que seguía siendo la “chica de siempre”.  No es porque me quite la edad, al contrario, siempre la he aceptado diciendo además que son xx años bien vividos y disfrutados.  Pero en el fondo sentía que seguía siendo la chiquilla de siempre.
Cuando uno tiene hijos, o según mi experiencia, es cuando realmente tomé consciencia que los años sí que pasan. Vamos contando y celebrando cada año de nuestros hijos como si fuese el mega evento del año.  Yo aprovechaba también y celebro para mí misma que es un año más que soy madre y lo que en el último año he logrado y conseguido y las cosas que han salido bien.
Hace un par de días ha sido cumpleaños de Alberto y ya ha cumplido 12 años que como dicen aquí “se dicen pronto pero son D O C E años”.
Entonces si ahora cerramos los ojos e intentamos retroceder doce años, intentamos recordar que hacíamos, cuáles eran nuestros planes, nuestra vida ¿Qué veríamos?
Yo me veo con ocho meses de embarazo.  Con la cesárea planificada para la mitad de agosto, así que todavía trabajando las últimas semanas.  Los días previos fueron Fiestas Patrias Peruanas (28-29 de Julio) y coincidió con un fin de semana largo.  Lo pasé un poco asustada y en silencio, para no preocupar a nadie, pues había empezado a sentir contracciones.  Intenté no moverme ni hacer mayores esfuerzos, pero tuve que regresar al trabajo y así estuve un par de días, intentando no dar mayor importancia a las contracciones.  Hasta que durante una mañana, la del día 2, ya eran muchas, así que cogí un reloj que tenía en mi mesa y me iba anotando cada una.  Eran cada 20-30 minutos, así que recordando las películas, pensé que todavía había tiempo suficiente.
A la hora de comer Moni, mi amiga, compañera y futura madrina (porque ya había aceptado ser la madrina de Alberto) me sugirió llamar al ginecólogo a ver que decía.  Claro él a escuchar me dijo me tomara una pastilla contra las contracciones que me había dado unas semanas antes y que pase por la tarde por su consulta para ver que tal iba todo.  Mientras hablaba con él, rebusqué en mi bolso y me tomé rápidamente la pastilla.  Durante la comida no podía más con las taquicardias y temblores en las manos.  Sentía como si mi mano no podría aguantar el largo camino entre el plato y mi boca y sobre todo hacer que la comida quede dentro.
Terminó la jornada laboral y acompañada de mis papás me fui al ginecólogo.  Me revisó y me comenta con su voz que me transmitía siempre mucha paz “el tiempo ha llegado, este bebe quiere nacer ya”.  Lo escuché pero no entendía sus palabras.  El momento del cambio había llegado, al día siguiente, a las 2 de la tarde programarían la cesárea.  Me estaba dando las recomendaciones para ingresarme y que al día siguiente harían la cesárea (que no tengo claro hasta ahora cual fue el motivo, pero pienso que para mí en ese momento fue lo mejor).
Pero esa noche no podía ser, yo no me podía ingresar todavía, tenía una cena, en mi casa y mis invitados que venían desde Madrid seguramente ya estaban en camino y no tenía como avisarles.  Nunca olvidaré su cara de “¿Tienes una cena?”.  Luego le expliqué la situación, que eran unos tíos que viven en Madrid y que por la hora que habíamos quedado, seguramente ya estaban en camino a mi casa (lo que significaba que yo tenía que apurarme además) y que al no vivir aquí no tenía un móvil o celular para contactarlos y anular la cena.  Además le insistía que de todas maneras tenía que ir a mi casa a preparar “la mochila” y cerrar bien mi casa.  Creo que le insistí tanto que lo convencí o simplemente me dejó ser.  Intercambiamos recetas posibles para la cena y llegamos a un acuerdo de la cena, bebida y regreso a la clínica ya lista y preparada.
Durante la cena, cumplí mi parte del acuerdo y cuando terminamos de cenar, preparé mis cosas, cerré mi casa y rumbo al hospital otra vez.  Me quería tener ingresada ya porque las pastillas para las contracciones que me dio, dijo, eran las más suaves y con menos efectos secundarios (taquicardias y temblores) y que si las contracciones se repetían, no tenía otra pastilla que darme y mejor si estaba en el hospital para que rápidamente me puedan revisar y controlar.
Ingresé al hospital tranquilamente, me asignaron mi habitación y a descansar que era como media noche.
Al día siguiente la voz ya se había corrido, Alberto nacería a las dos de la tarde.  La familia y amigos fueron llegando al hospital, las horas iban pasando.  Intentaba controlar mi miedo, emoción, alegría, pánico y demás sentimientos propios del momento.  Pero las horas seguían pasando y la operación se iba posponiendo.  Al final sólo recuerdo que cuando me sacaron del cuarto para ir a la sala de operaciones vi a mucha, mucha, muchísima gente.
Póngase usted de lado, en una camilla de 40 centímetros para ponerle la epidural, me dijo el anestesista.  Y yo le respondo con una inocencia de primer embarazo “pero si no entro”.  Nada a ponerse de lado y esperar con tranquilidad.  La operación fue rápida.  Mi médico bromeando con los demás que estaban ahí, haciendo bromas a los residentes de pediatría porque el pediatra no estaba claro, escuchando música alegre, imagino para relajarse y de pronto cuando no sabes en qué momento pasará qué ¡Sorpresa!  Ya ha nacido.  Tomando nota, hora de nacimiento 16.53 horas del 3 de agosto del 2000.
Al salir de la sala de operaciones recuerdo haber visto mucho más gente que cuando entré.  Las salas de espera estaban llenas, más parecía una boda que un nacimiento.   Hasta ahora lo recuerdo con muchísimo cariño.  Un agradecimiento especial a todos y cada uno que al enterarse del nacimiento se dieron el tiempo de ir a la clínica a ver a Alberto recién nacido.
Pues ese día, el 3 de agosto, a esa hora, las 16.53 horas mi vida cambió.  No llegó según lo habíamos planificado para la cesárea.  El eligió su día 3-8-2000 que para los que recuerdan publicaciones anteriores, si sumas estos números también te da 13 y es que, no estamos solos, siempre nos cuidan y nos guían.
Desde ese día, además de ser mi hijo, mi primer hijo, fue mi motor, la gasolina diaria que necesité y necesito para seguir adelante, para esforzarme por ser una buena madre, pero sobre todo la que mis hijos necesitan.
Este año me resulta especial porque como se está haciendo mayor, ya ha terminado primaria.  En septiembre empezará secundaria o el instituto y siento que es un gran cambio para él, un paso más y seguimos avanzando y para todos porque ya no será el hijo pequeño, que aún va a primaria, yo lo siento como que tengo que aceptar que va creciendo, que se va haciendo mayor, que ahora tiene nuevas necesidades y que tengo que encontrar la forma para adaptarme a él y no perder ese vínculo tan fuete que tenemos basado en la comunicación y confianza.
Sé que es duro crecer, sobre todo por los cambios.  Aquí irá a otro colegio, ya dejó el colegio de primaría e irá al colegio de mayores.  Ha dejado de ser el mayor del colegio y pasará a ser el pequeño del colegio otra vez.  Ese cambio se siente.
Esta vez, este blog va dedicado a él, a Alberto, deseándole toda la felicidad del mundo, que no es fácil, pero se puede ir teniendo un poquito cada día a base de esfuerzo y de querer ver las cosas de otra manera, de la manera que nos hace sentirnos felices con nosotros mismos y con nuestro entorno.  Hace unas noches conversamos mucho sobre “crecer” y pudimos resumir al final de todo que lo importante es no dejar de ser quien uno es en realidad.  No olvidarse de lo que uno quiere para uno mismo y para su vida y tomar las decisiones, aunque parezcan tontas, pensando en lo que queremos, porque toda decisión trae al final una consecuencia.
¡Feliz 12º cumpleaños Alberto, que seas muy feliz cada día de tu vida!


miércoles, 1 de agosto de 2012

Nos fuimos de boda

Cuando nos enteramos que nos invitan a una boda, tenemos dos posibles pensamientos o sentimientos.  Uno sería de felicidad porque la boda es de alguien especial y nos apetece mucho compartir ese día tan especial.  El otro sentimiento posiblemente es de compromiso, cuando tenemos que pensar si ir o no, pero basando la decisión en el compromiso por cumplir, más que un deseo profundo por participar.  Seamos sinceros, es así.

Si más o menos me van siguiendo recordarán que en una publicación anterior les contaba que había descubierto un nuevo truco que no me duelan los pies cuando tenía que usar tacones y como en julio tuvimos una boda puede probar y aplicar mi nuevo truquillo y funcionó.

También recordarán de alguna publicación anterior de una familia muy especial con la que hace unos meses tuvimos una comida familiar y pasar esa tarde con todos ellos me hizo retroceder muchísimos años y recordar mi niñez.

Cuando me enteré de la noticia que uno de ellos se casaba en Madrid, aunque los novios viven en Lima, me sentí feliz de tener la posibilidad de poder compartir ese día tan especial para los novios y toda la familia.  Podemos decir que de los dos posibles sentimientos que les propongo líneas arriba, en esta ocasión mis sentimientos y pensamientos fueron los de felicidad y alegría.

Los días previos a la boda fueron una locura.  Tener el vestido listo me costó casi una hora y media cada día durante la última semana para que la costurera me lo pueda tener listo, aunque se lo había llevado con 3 semanas de anticipación. Ver que todos tengamos las ropa necesaria, preparar la maleta para quedarnos esa noche en Madrid y esperar  no olvidarnos de nada.  Pero, finalmente llegó el día y nos preparamos para ir a Madrid, previa visita a la peluquería para ya estar peinada, con el moño hecho.

Llegamos al lugar donde sería la fiesta y donde nos quedaríamos a dormir.  ¡Oh! ¡Qué lindo lugar!  Todo se ve tan perfecto, tan lindo, con tanto gusto.  Cuando llegó la hora nos preparamos para subir a la gruta donde sería la ceremonia.  El lugar me dejó impresionada, sin palabras.  Un lugar soñado para casarse, para celebrar un momento tan especial.  Te transmitía una paz, una tranquilidad.  Por un momento te alejaba de la realidad y te acercaba a lo más sagrado y espiritual.
El novio muy elegante iba recibiendo a los invitados.  No lo podía creer, ya era “novio”, aquel niño (porque es más pequeño que yo) con el que yo jugaba hace muchísimos años y luego le daba clases de alemán por las tardes.  Nunca olvidaré un día que no se concentraba en la clase y me comentó “July, es que hoy estoy seco.  He tenido educación física al sol y estoy seco”.

A la hora exacta apareció la novia. ¡Radiante!  Guapísima y con una elegancia y sobriedad que era de admirar.  Ya lo digo, los novios radiantes, guapísimos.  Toda la ceremonia fue tan familiar, tan cercana que te hacía sentir diferente, sentir todo tan íntimo, tan especial.  Todo esto sucede cuando coinciden en un  momento buena gente, un lugar especial, un momento especial y un estado de ánimo personal para vivirlo todo de esa manera tan especial que la vida te está ofreciendo.

Luego de la ceremonia regresamos al hotel para la celebración.  Todo lindo, rico, realmente muy especial.  Conversé, bailé y reí mucho.  Miraba al resto de invitados, que no éramos muchos, quizá faltaba alguna persona especial para los novios, no lo sé, pero viendo a los que estábamos que éramos los padres del novio que viven en Madrid, la familia de la novia que vinieron desde Lima, los hermanos de Suiza, el hermano y su familia de Alemania, los tíos y primas desde Francia, la prima de EE.UU., los otros tíos de Holanda, , los amigos del colegio (de Lima) que viven en Europa, nosotros y alguna otra persona que se me puede haber pasado.  Conversando con tantas personas, todos con los mismos sentimientos de alegría y felicidad, con los mismos deseos de felicidad a los novios, todos en el mismo lugar, pero desde tantos sitios diferentes.
De pronto me veía conversando con quien no veía hace mucho tiempo, otros que recién conocía, pero que era como si los conociera de antes, hablando del mundo, de otros países, de otras vidas.  De pronto olvidas un poco tus problemas, sueñas otra vez con la posibilidad que las cosas pueden ir mejor.  Tomas consciencia que el mundo no es tan grande como parece.  Muchos peruanos que veníamos todos de lugares tan diferentes del mundo, reunidos en Madrid para una boda.

Así como les contaba en la última publicación, veo lo que pasa a mi alrededor con atención, viendo que puedo aprender de las experiencias de otras personas y como las puedo aplicar en mi vida personal y familiar para intentar hacerlo mejor.  En este caso fue igual.  Vi tanta unión entre los hermanos, entre la familia en general y claro, empiezas a analizar tu familia, tu entorno y que tú quieres para eso.  Veía y sentía tanta felicidad (más que alegría) que era contagiosa, dando saltos, conversando, compartiendo que luego pensé que para hacer algo importante en tu vida no necesitas estar rodeado de muchísima gente para que parezcas más popular o querido, no necesitas grandes y aparatosas fiestas.  Sólo necesitas rodearte de personas especiales, compartir tu momento con ellos y todo lo demás fluirá, serás feliz y tu momento será inolvidable para ti y los tuyos.

No pude dejar de pensar que para nosotros sigue pendiente el matrimonio religioso, que no lo hicimos en su momento por excusas que hoy mismo ya no vienen al caso, pues en ningún momento fue por no querer.  Toda esta alegría mee hizo pensar que para celebrarlo sólo tenemos que decidirnos, rodearnos de nuestras personas especiales y decidir ser felices.

Porque es así, está en nuestras manos ser felices, sólo tenemos que tener la valentía de decidirlo y empezar a luchar cada día por alcanzar nuestra felicidad.

¡Seamos felices, ahora!