domingo, 20 de febrero de 2011

Reunión de padres en el colegio de Alberto

Cada trimestre el tutor de la clase de Alberto hace una reunión general para informar a los padres de las actividades del trimestre, avances de la clase, comentarios sobre el grupo, etc.

Alberto ya me había puesto al tanto de la agenda de aquella reunión: “mami, en la reunión M.A. (el tutor) les hablará del disfraz de carnavales y les pasará unos videos para que vean como son los buenos padres”.  PLOP!  Empezamos bien.

El tema de “ser buenos padres” ya es un tema viejo en casa porque ya hacía algún tiempo Alberto nos iba dando “pautas” que su profesor les comentaba en clase para que nos puedan decir como son los buenos padres.  Interesante!
Por lo que yo voy viviendo acá, no sé como sean ahora las cosas por Lima o el resto del mundo, en los colegios refuerzan mucho el tema de “los derechos del niño”.  Estoy de acuerdo… pero hasta cierto punto.
Estoy completamente de acuerdo que los niños sepan que tienen derechos, que no deben permitir que se abuse de ellos, que se les maltrate, etc., etc.  Pero, ¿conocen también tan bien sus deberes?  Finalmente, para tener derechos, tenemos que cumplir con los deberes y así se crea un espiral infinito de deberes y derechos en la vida.

El día de la reunión, luego de hablar del disfraz de carnavales, efectivamente M.A. tomó el tema de “ser buenos padres”.  Yo estaba sentada casi en primera fila, cara a cara al profesor, sin poder esconder mis expresiones.  Nos explicó que tenía varios videos para enseñarnos, desde padres menos ejemplares, hasta uno de un padre espectacular y nos recomendó que reflexionáramos en ellos y nos situemos según la calidad de padres que nos consideremos.
Empezó con el “más fuerte”.  Un padre que por viajes de trabajo nunca estaba en casa y la vida de su hijo pasó sin que él se diera cuenta, siempre diciéndole al hijo que estaba trabajando, ocupado o cansado por el trabajo, pero le ofrecía que para la próxima estar o darse el tiempo para el hijo.  La relación padre-hijo se veía buena, el hijo siempre decía “de grande quiero ser como mi padre”.  Luego se ve que el padre se hace mayor y llama al hijo para saludarlo y saber de él, diciéndole que quería verlo y la respuesta del hijo fue “estoy trabajando, tú sabes como es esto, estoy muy ocupado y cuando llego a casa ya estoy muy cansado, sabes que te quiero mucho y para la próxima intentaré visitarte”.  El padre cuando escuchó la respuesta del hijo reflexionó y dijo “mi hijo ahora es igual a mi”.  Pues reflexionemos…
Luego pasó algún otro video, pero dejó dos especiales para el final.  Uno era de un padre que tiene un hijo con parálisis y participó en un triatlón llevando siempre a su hijo a cuestas en cada una de las tres disciplinas.  Esto lo había visto ya antes en las noticias y quedé impresionada.  Se trataba (si no me equivoco) del deseo del padre en que el hijo pudiera participar y vivir esta experiencia.  Definitivamente una demostración de esfuerzo humano empujado por una fuerza interior y amor infinito hacia su hijo.  Realmente un muy buen ejemplo, pero también podemos decir, sin quitar mérito, que no se trata de un caso habitual, pero nos sirve para seguir reflexionando de lo que se puede hacer.
Y el que dejó para el final, más que un ejemplo de buenos padres, se trataba de un chico que se llama Nick Vujicic.  Simplemente impresionante!!!!  Trata de que todos somos capaces de salir adelante por más difícil que parezca, los invito a ver el video:  http://www.youtube.com/watch?v=LOYz2JPS-MY

Bueno, después de todo esto, el tutor hizo unas reflexiones sobre el tema.  El comentaba que será tutor de la clase por dos años.  Explica que los tiene que preparar para pasar al instituto o secundaria, no sólo a nivel educativo, sino de madurez emocional, buenos hábitos de estudio y valores.  Reflexionaba también sobre sus videos.  Decía que tenemos que enseñarle a nuestros hijos a ser independientes, asumir compromisos y responsabilidades y a su vez, asumir las consecuencias, positivas o negativas.  Bien, eso es lo mismo que pienso yo.  En general los niños tienen que, además de conocer y reclamar sus derechos, asumir responsabilidades acordes con su edad y cumplirlas.  A cambio recibirán un premio o un castigo, según corresponda.
Pero por otro lado nos decía que él no podía entender que un niño de 10 años, de quinto grado apareciera en el colegio sin el estuche o cartuchera o algún libro de texto porque se lo habían olvidado en casa.  El se preguntaba dónde estaban los padres de ese “pobre niño” al que no le habían revisado su mochila para que vaya al colegio con todo completo.  Entonces, me pregunto yo ¿Dónde queda el plan de enseñar a los hijos responsabilidad?  Si vamos a hacerles creer que confiamos en ellos y luego les haremos traer la mochila para revisar una a una cada cosa o esperaremos que se duerman y cambiaremos la mochila según creemos que tiene que ser, meter lo que se dejó fuera y sacar lo que no necesitará.  Entonces, este niño ¿cómo aprenderá que lo hizo mal y que la próxima se tiene que esforzar más y hacerlo mejor?  Otro ejemplo era, que los buenos padres se sientan con sus hijos para que hagan las tareas y las hagan bien, completas, sin faltas de ortografía y los ejercicios de matemáticas sin errores.
Que los buenos padres tienen que controlar que los hijos estudien las lecciones y luego hacerles preguntas para comprobar que se la sabe.  Entonces, otra vez me pregunto ¿Cómo le enseño a mi hijo que tiene que ser responsable con sus tareas o deberes del colegio?  Si finalmente es casi su único deber como niño.  No le puedo enseñar a que sea responsable si, desde mi punto de vista, le demuestro que no confío en él, sentándome a su lado para controlar como lo hace.  Como va a aprender como se escribe alguna palabra si yo le voy corrigiendo los errores al paso y le hago cambiar los resultados de los ejercicios de matemáticas para que presente unas tareas excelentes.  Pero ya sabemos que esas tareas excelentes realmente no son de él, son “nuestras”.

Al terminar la reunión, Alberto me esperaba en el colegio y lo primero que hizo fue preguntar sobre los videos, que la verdad me tenía un poco cargada, entre impotente y agobiada, con sentimientos encontrados.
Luego de sacudirme un poco y refrescar mi mente nos sentamos juntos a analizar (una vez más) el tema y aclarar ideas.  Le comenté que no estaba del todo de acuerdo, que aunque no lo había dicho en clase (idea que le aterra), pensaba que estaba bien enseñar derechos a los niños pero que también había que enseñarles o recordarles sus deberes.  Está claro, ese comentario no le gustó!
Luego hablamos de cómo había sido mi vida estudiantil.  Yo recordaba no tener ningún recuerdo de tardes haciendo las tareas con mis papás al lado mirándome o controlando.  Yo sabía lo que tenía que hacer y había que hacerlo.  Está claro que cuando tenía una duda siempre contaba con ellos para ayudarme.  Aunque alguna vez si que me dijeron “eso lo tienes que saber tú, que eres tú la que va al colegio”.  Frase que hasta ahora, yo misma utilizo.
Me sentaba a hacer mis deberes y listo, no sentía la necesidad que mis papás (y espero que ellos tampoco) revisen mis tareas, que estaban todas hechas o no.  Si hubieran estado encima mío, cómo aprendería yo a valerme por mi misma?  ¿Cómo me enseñarían responsabilidad?  ¿Cómo me haría responsable si me hubiera acostumbrado a dejar las cosas a medias o mal hechas sabiendo que siempre vendría alguien detrás de mí a revisarlas y arreglarlas?  Con los años he agradecido y valorado esta educación y enseñanza.  Aprendí que hay cosas que son mi responsabilidad y que yo tengo que hacer por mi misma, pero también sé que no estoy sola en el mundo, que siempre hay alrededor mío personas que me quieren y me pueden ayudar si me quedo atascada con algún problema.

Alberto comparaba la situación con otros padres de compañeros, sobre todo madres que sí que se sientan con sus hijos a hacer deberes y estudiar y demás.  Le expliqué que la mayoría de esas madres no trabajan, por lo tanto tienen todo el día para hacer y deshacer en casa todo lo que haya que hacer y quieran hacer y que luego cuando llega el hijo del colegio tienen la casa organizada para sentarse a supervisar y controlar los deberes y más.  Alberto lo vio como una buena opción.
Luego intenté reflexionara, que si trabajo no es porque no quiero estar en casa o compartir tiempo o hacer deberes juntos.  Hubo que explicarle que es mi responsabilidad trabajar, por mi desarrollo personal y por mi familia.  Quería que entendiera que cuando venimos después de trabajar hay cosas que hacer, la cena, que se bañen, cambiar, tareas y demás.  Como escribí en alguna publicación anterior, son comodidades que en Lima tenía, que la casa esté hecha, pero que ahora, aunque me cueste más esfuerzo físico, prefiero hacer yo misma y con Jorge, para mi y mi familia.

También le expliqué que al haber sido educada de otra manera, no veía como alternativa la opción de sentarme y verlo hacer los deberes.  Además porque yo confío en que él es lo suficientemente responsable para hacer y por otro lado, tiene tan buenas notas, que entiendo que lo va haciendo bien.  Esta claro que uno siempre está controlando, claro!
Le conté que si yo no hubiera aprendido a estudiar así y a asumir las responsabilidades de esa manera, igual cuando nos quedamos solos los dos, no hubiera sabido que hacer con mi vida y menos con la de él.  Que tuve que asumir la responsabilidad y esforzarme cada día.  Que nunca estuve sola, siempre tenía “ángeles de la guarda” alrededor alentándome, apoyándome y empujándome, pero que esos “deberes” eran míos, y era yo la que debía hacerlos con responsabilidad.  Pretendía que entendiera que ahora son sólo unos ejercicios de matemáticas, presentar un trabajo en fecha o estudiar para un examen, pero que en realidad es la formación de su carácter para su vida.

Le conté que yo quiero enseñar a mis hijos con el ejemplo.  El ejemplo del esfuerzo diario, de trabajar, de luchar.  Yo quiero que mis hijos sepan que cuentan conmigo, que los puedo y quiero ayudar, sabiendo que ellos lo han intentando, que se han esforzado.  Quiero que sepan que son capaces de lograr todo lo que se propongan, pero con esfuerzo y responsabilidad.
Tienen que saber trabajar, saber que hay que hacerlo para vivir, para crecer como personas, para desarrollarse.  Que la opción de otras madres de quedarse en casa es válida para ellas, para lo que quieren transmitir a sus hijos y sobre todo a sus hijas.  Con los tiempos de ahora, no podemos permitirnos enseñar dependencias de ningún tipo.  Son nuestros hijos, tienen la fuerza interior para lograr todo lo que se proponen, sólo que nosotros desde ahora tenemos que darles las pautas como hacerlo y convencerlos que son capaces.

Pienso que esto es ser un buen padre/madre.  Esforzarte cada día, equivocarte es siempre una opción, pero reinventarte por ellos, sacar fuerzas de donde no hay después de un largo día de trabajo fuera de casa, para lo que te queda dentro.  Eso es ser un buen padre.  Dar a nuestros hijos cada día lo mejor de uno.


Hoy ya tuvimos la última conversación sobre el tema.  El asume que estar “encima de él” es no confiar en él.  Llegamos al acuerdo que confiaremos los unos en los otros, preguntaremos y nos ayudaremos, nos comunicaremos y diremos con amor lo que pensamos y sentimos.  Es así como funcionan “las buenas familias”.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La familia política

En estos días recordaba de una manera especial una conversación que tuve con mi Papapa Dante (mi abuelo materno) hace muchísimos años.  El, con su humilde sabiduría, me decía “Hijita, tienes que pensar que la familia política es así, política.  Su propio nombre lo explica.  Tu familia es tu familia, siempre, te toca.  Sólo eliges a tu pareja, que viene con su familia que también le toca y desde ahora a ti también te toca.  Entonces, con la familia política hay que ser así, POLÍTICO, DIPLOMÁTICO, para que las cosas funcionen bien”.

Recordaba esta parte de alguna de nuestras conversaciones y este recuerdo vino acompañado de emociones y sensaciones de lo bien que lo pasábamos juntos.  ¡Cómo lo extraño!  Pero bueno, ahora este tema no será para contarles que tan importante eran (SON) mis abuelos, que ahora me cuidan y guían desde el cielo.

Ahora pienso.  ¿Dónde puedo encontrar el manual con las instrucciones para ser una buena familia política?  Y desde la otra posición ¿Cuál es la actitud, comportamiento adecuado para encajar bien en una familia política?

Sigo pensando en estas preguntas y sigo sin encontrar una respuesta adecuada, acertada o por lo menos, medianamente correcta.

Todos los que tenemos pareja finalmente somos parte de la familia política de alguien y a la vez somos el “agregado” -como dice una compañera de trabajo “desde el cariño, eh! No te enfades!”- en otra familia.  Es interesante saber que le pides tú, siendo un miembro de la familia política, al agregado que vas a acoger en tu familia.  Y que das tú a la familia de tu pareja cuando eres el agregado?  Es interesante, no?  Es interesante cuando lo miras todo desde las dos posiciones.

Al no haber nada escrito y al ser las familias tan diferentes, por más que parezcan que son muy parecidas, las cosas no siempre son fáciles.
Cada uno llegamos, al iniciar una relación, con nuestra propia “carga emocional” que nos hace tomar una actitud u otra, dependiendo de nuestras experiencias pasadas.
Por otro lado, cada familia, tiene también su propia carga emocional y hace lo mismo.  Además mucho influye “la impresión a primera vista”, como vemos a la persona la primera vez y muchas veces sólo nos basamos en nuestra cargar emocional y esa primera vez para hacer pre-juicio.
Pero realmente no es cierto, no tenemos una imagen real de las personas, ni de de sus sentimientos, ni sus intensiones.
Siempre tenemos que darnos más oportunidades, todos, mutuamente para darnos a conocer y conocer al agregado o a la familia política.

En fin, pienso que sería todo más fácil si tomamos ese dicho de “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti” y sobre todo, dándonos oportunidades de conocernos tal como somos realmente y dejar la carga emocional que llevamos de experiencias pasadas, en el pasado, en un lugar donde no afecte nuestra relación de pareja, relación familiar y relación con la familia política.
Tenemos una pareja para estar con ella, disfrutar el tiempo y sobre todo, para pasarlo bien y estas pequeñas incomodidades (aunque a veces son un poco más significativas) no hacen más que dañar la propia relación.

Espero que recordar la conversación con mi Papapa Dante “la familia es política es así y hay que tratarla con diplomacia” los haga reflexionar tanto como a mi y buscar la fórmula de como hay que “llevar la fiesta en paz”.
AMEN!

jueves, 10 de febrero de 2011

El efecto Aitana en mi vida

Cumplo con mi palabra, ahora les contaré como cambió mi vida con la llegada de Aitana hace poco más de un año y medio.
Justamente hoy cumple 20 meses.

Puedo empezar otra vez diciendo, que la llegada de un hijo te cambia la vida.  Pero la llegada de Aitana no sólo nos cambió la vida, la puso de cabeza.

Desde el día que nació, demostró tener una energía y fuerza increíble.  Se hizo esperar, en realidad pensé llegaría antes de la fecha probable de parto “FPP”, ya un mes antes empezaron las contracciones, pero bajé el ritmo de la rutina y decidió quedarse unas semanas más.  Así que llegó exactamente el día de la FPP y con las justas llegué al hospital que después de 24 horas de trabajo de parto, estaba en la fila esperando para presentar la tarjeta de la seguridad social para que me atendieran y rompí aguas.  Pedí la epidural pero me dijeron que ya era tarde, que el trabajo de parto ya estaba hecho y que sólo faltaba que Aitana saliera.  En menos de una hora entrábamos al paritorio, en menos de 10 minutos ya teníamos a Aitana en nuestras manos, en nuestros brazos.  Por fin pudimos verle la cara, conocerla después de haberla esperado con tanta ilusión por estos largos y a la vez cortos 9 meses.  Hasta ahora no puedo describir esa sensación, esa emoción.

Ya saben, a pesar que Aitana es la segunda, durante el embarazo y los primeros meses de su vida me sentía una madre primeriza por segunda vez.  Después de tantos años, cesárea vs parto natural, biberón vs lactancia materna todo me sonaba tan nuevo, tan lejano.  Tenía tanto miedo a lo nuevo.  Lo que esperaba era que el instinto maternal me guiara otra vez y bueno, lo importante es que se repetía el amor infinito.

Ella es una personita llena de energía y vitalidad.  Ya muchos lo saben, si no duerme hasta las 11 de la noche!  Pero es todo amor!

De pronto su llegada me hizo, otra vez reorganizarme, reinventarme, crear una nueva vida para ella, para sus necesidades.
Por más que digamos que no, siempre terminamos haciendo comparaciones.  Yo pensaba o asumía que la vida con Aitana sería parecida a la vida con Alberto.  Pero no!  Mentira!  Como les decía, con toda su vitalidad, es difícil seguirle el ritmo.  Me hace recordar el comercial del “conejito duracell”? He llegado a pensar que ha sido una visión futurista de lo que es ella, como si se hubieran inspirado en ella cuando lo hicieron.

Agradezco a Dios, a la vida la oportunidad de haber tenido a mis dos hijos con condiciones tan diferentes.  Ni mejor, ni peor, sólo diferentes pero cada uno con las mejores condiciones que el momento nos podía ofrecer para ser felices y seguir adelante.

Soy feliz teniendo la posibilidad de disponer de tiempo para que yo misma pueda hacerme cargo de ella, de los dos chicos.  A diferencia que con Alberto que tuve que ir a trabajar pronto, con Aitana pude quedarme unas semanas más en casa, además mi regreso al trabajo fue más suave, primero 4 a 5 horas al día que realmente se hacían mentalmente saludables y luego pues, según el trabajo y las necesidades del trabajo y la casa, hago lo que sea necesario para cubrir todas las responsabilidades domésticas y laborales.

A diferencia de la vida en Lima, que ya sabemos que es más cómoda y la mayoría de las veces con asistencia en casa, nos da tiempo para hacer más actividades para nosotros mismos, para disponer del tiempo que queremos para “nuestras cosas”.  La vida acá y en muchos otros lugares no es tan cómodo, pues hay que ser “uno mismo”.  Hacer sus cosas, trabajar, casa, familia, todo!

No quisiera que nadie se sienta ofendido por mi forma de expresar o ver las cosas ahora.
Comparando vida acá y la vida en Lima hay muchas diferencias.  Cada una con sus virtudes y defectos.  Lo que yo he sacado como bueno y considero una virtud de la vida acá es poder disponer del tiempo para mi marido, mis hijos, mi familia, mi casa.  He aprendido a valorar eso, a que mi hogar, mi casa sea “mi territorio”.  Aprendí a ser más madre, más pareja, más mujer, más “espabilada”.  Sí, sí! Para poder llegar a todo lo que una quiere, desea y se propone en tan solo 24 horas al día.
Al no poder apoyarte, en principio, en asistentas para que soluciones algunas tareas en casa, encuentras el tiempo para hacer todo y seguir viviendo y seguir disfrutando de tu vida y de todo lo que tienes.
Sigo siendo gritona, claro y ansiosa y desesperada, como siempre, sigo siendo yo misma.  Pero disfruto mucho de poder estar con los chicos en casa.  Disfruto de ir a la guardería a recoger a Aitana, escuchar su reporte cada tarde, aunque todavía no logro descifrar por completo su dialecto.  Disfruto mucho al verla disfrutar de la vida, de su vida.  Además de verle la cara cuando vamos a recoger a Alberto al colegio y desde que nos vamos acercando al colegio ya va gritando “eyyyyyyy tatooooooooo” (entiéndase que “tato” se dice a los “hermanos”).
Momentos como estos son lo que ahora ya no podría cambiar.  Son los momentos que, a pesar del cansancio físico, de la flojerita y de tantas otras cosas a las que el cuerpo no estaba acostumbrado, ahora con una sonrisa de los hijos se soluciona.
Pero hay que ser realista, esto cuesta mucho.  Cuesta mucha paciencia, mucho esfuerzo físico y desgaste emocional y personal, pero como decía mi abuela “sarna con gusto no pica… y si pica te rascas…”

Así como les digo, Aitana está llena de energía, es la “alegría del huerto”.  Va por toda la casa, habla todo el día y sólo necesita un poco de música para empezar a bailar.  A Alberto lo tiene en línea, lo marca muy bien.  Me llena de emoción cuando los veo juntos jugando a lo que sea, si le llamas la atención a Alberto, ella se pone al lado y te imita, pero eso sí, que otra persona se atreva a hablarle mal a su hermano o algo y salta!  Es mi niña, que es puro corazón.

Esta nueva aventura recién se está cuajando.  Cada día vamos conociéndola más, sabiendo que le gusta, que necesita.  Pero tiene su genio y como padres tenemos que ir formándola, domando un poco su carácter, pero siempre intentando demostrarle todo el amor que le tenemos.

Somos hijos de los mismos padres, nos criamos con las mismas reglas, costumbres, pero cada hijo asimila las experiencias familiares y vivencias de una manera especial y diferente.
Soy consciente de eso, los primeros años de cada uno de los chicos ha sido completamente diferente, pero deseo de todo corazón que al final, sus sentimientos, recuerdos, experiencias, sean de amor, de unión, de recuerdos positivos que luego puedan transmitir a sus propias familias.

Gracias por seguirme una vez más.  Espero te haya gustado.