domingo, 10 de abril de 2011

Sentimientos a la distancia

Hace unos años, al tomar la decisión de iniciar una nueva etapa en nuestra vida e ir fuera de Perú, analizamos muchas cosas.  Analizamos la situación en la que vivíamos, las posibilidades de mejora, los planes a futuro, posibilidades para los chicos y tantas otras cosas más.  Todos los puntos que analizamos y evaluamos para tomar esta decisión siempre estaban más relacionados a las alternativas de mejoras económicas, calidad de vida, más posibilidades para los chicos, etc.

Pero y ¿Sobre nuestros sentimientos?  ¿En que momento nos detuvimos a pensar como afectaría esta nueva vida a nuestros sentimientos y emociones?

Durante esta etapa he aprendido a valorar otras cosas de la vida, de las personas, de los sentimientos.

Mientras estás en tu mundo, con tu familia y amigos de siempre, en tu “burbuja” tus necesidades emocionales se pueden cubrir fácilmente.  Tienes tanta gente a tu alrededor, a quien llamar, buscar, compartir un buen rato, que a veces no lo valoras realmente.   Tienes la posibilidad de compartir con tu gente aquellos momentos felices, tristes, difíciles.  Simplemente vas compartiendo tus momentos, tu vida sin ser consciente que lo estás haciendo.

Cuando ya estás lejos, además de tantas nuevas experiencias y vivencias, tus sentimientos cambian.  Tus sentimientos se empiezan a desarrollar de manera diferente.  Como persona maduramos. No diré que maduré (o estoy madurando) más que si nos hubiéramos quedado en Perú, en casa, pero sí tengo que decir que mis sentimientos han madurado considerablemente.

Estamos de acuerdo que compartir los momentos felices y lo logros personales es muy fácil.  Ahora con los avances tecnológicos, con internet, con la posibilidad de hacer video llamadas, mandar fotos distancia y aprovechando todo lo que la tecnología nos ofrece, física se acorta.  Aunque un virtual podría está bien, nunca podrá superar a un buen abrazo personal, pero viendo lo que hay, nos sentimos cerca.
Tenemos que reconocer que compartir las alegrías, a pesar de la distancia física es más fácil.  Compartir un nacimiento, un matrimonio, una graduación, una meta alcanzada la podemos celebrar estemos donde estemos, compartiremos la felicidad, la alegría, igual con cierta pena de no poder estar “en persona”, pero felices por nuestra familia y amigos.  ¿Cuántas veces hemos levantado una copa de vino o una cerveza por algún logro de alguien al otro lado del mundo y hemos sentido un poco su felicidad?  Es un poco más fácil compartir las alegrías a la distancia.

También están los momentos tristes, difíciles, los problemas de las demás personas y los nuestros propios.
A la distancia, cuando escuchamos una mala noticia, tenemos a magnificarla.  Al no conocer los datos completos o ver las caras o escuchar todo de primera voz, empezamos a pensar que pasó, cómo así, cuándo, etc., etc.
Es difícil compartir una mala noticia desde lejos pues lo que quieres es tener a esa persona cerca para darle un abrazo y decirle que tu corazón está contigo, compartiendo, acompañando, consolando.  Pero físicamente no se puede.  Entonces la distancia física se ha más grande de lo que normalmente es.
Es duro tener que esperar noticias en silencio, por intentar no invadir su espacio, su privacidad, su intimidad.  Pero tú estás lejos y sólo quieras noticias para encontrar la paz, la tranquilidad.

Cuando los problemas o dificultades son nuestros, pasa igual.  Esperas quizá el hombro de alguna persona que está lejos o que piensas que sería la que te entendería, te daría el mejor consejo o te sacudiría hasta reaccionar, pero tampoco lo tenemos.  Aprendemos a arrugar el corazón y seguir adelante.
Esto de arrugar el corazón y seguir adelante nos cambia los sentimientos de dependencia, nos hace hacernos más fuertes para levantarnos cada día a pesar de los malos momentos.

Hace algún tiempo en una conversación de sobre mesa, hablábamos que al vivir lejos de la familia nuestros sentimientos se vuelven, de alguna manera más duros porque exiges a otros a la medida de como la vida te ha exigido a ti y te ha ido formando a la distancia.  Hemos aprendido a alcanzar metas por nosotros mismos, a llorar solos cuando toca y a veces a celebrar sin alguna persona que quisiéramos tener cerca, pero es lo que toca.  Es el camino que en algún momento decidimos tomar, la vida que quisimos tener.

Por otro lado y esto es de esas frases que alguna vez te dicen y se te quedan para siempre en la memoria como escuela de la vida: “Cuando estás lejos idealizas a las personas, te olvidas que tienen defectos, sólo recuerdas sus virtudes, las cosas buenas”.  Claro, estamos hablando de una persona con la que simpatizas.  Igual si fuese una con la que no simpatizas del todo, la frase sería al contrario, recordarías sólo los defectos y errores.
A veces que nos olvidamos que todos tenemos defectos, nuestras que nos hacen ser “así” como somos.  A la distancia, a veces nos equivocamos poniendo en altares creados de recuerdos idealizados a personas que hasta que no las volvemos a ver a la cara, no las reconocemos así como son en realidad.  Ni mejores ni peores… así como son.

Al estar en tu entorno habitual, en tu “burbuja” hay mucha gente con la que te llevas bien, mal o peor, la gente de tu vida.  Con las que te llevas bien es fácil seguir manteniendo una comunicación, relación.  Existen sentimientos curtidos con los años que muchas veces son muy fuertes y soportan los distanciamientos físicos, porque los corazones están unidos a pesar que no haya una comunicación diaria o frecuente, siempre están “interconectados”.  Aunque en algunas ocasiones y a pesar de no estar cerca, se crea, por unos, por otros o por terceros un distanciamiento emocional, que es más fuerte y peligroso que el distanciamiento físico, y hace que esta relación se enfríe.  Ya el tiempo dirá lo que tenga que decir.

Con las personas que no tienes una relación buena, que no necesariamente tiene que ser mala.  Ya veces ni te acuerdas porque no la tratas o que pasó su momento para estar así.  Simplemente se enfrió la relación (familiar, amical, etc.) y ahí quedó. 
A la distancia aprendes a valorar otras cosas, otras señales y empiezas a conocer y reconocer a muchas de las personas que tenías como satélites dando vueltas alrededor de tu vida.  Personas que se acercaban y alejaban e igualmente tú de ellas, pero que quizá no afectaban a tu vida diaria.
Entonces empiezas un nuevo filtro y te das cuenta, como siempre digo, quién es realmente tu gente y quien no lo es.  Que satélites puedes rescatar para la vida, para cada día, para una buena conversación y cuales otros los dejarás dando vueltas sin temor a que se alejen de ti.

A la distancia mis sentimientos ahora son diferentes.  Guardo muy buenos recuerdos de muchas personas.  Reconozco mejor quienes son mi gente de verdad y están cerca emocionalmente.  He recuperado viejas relaciones familiares y amicales que siempre estuvieron ahí, pero no las veía y mantengo  muy buenas amistades.