sábado, 21 de diciembre de 2013

Feliz Navidad 2013

Querid@s tod@s, Se acerca un día especial y hemos venido preparando nuestras casas y corazones. Desde el calor de nuestra casa y de nuestros corazones, te deseamos una FELIZ NAVIDAD y PROSPERO AÑO 2014! Olvidemos los malos ratos del pasado y veamos nuestra vida con ilusión. Son los deseos de la familia Vargas-de los Ríos-de la Piedra... es decir ... nosotros... July, Alberto, Jorge & Aitana
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martes, 22 de octubre de 2013

Fiestas del barrio



Hace unas semanas se celebraron las fiestas del barrio de Delicias, uno de los barrios de Zaragoza.  Así como otras muchas fiestas que se celebran en cada ciudad y pueblo de España, también se celebran en los barrios y esta vez tocó al mío.
Yo vivo en Zaragoza casi ocho años y siempre he vivido en el mismo barrio, en la misma comunidad o edificio, pero este año ha sido la primera vez que he vivido y disfrutado de las fiestas del barrio, en la calle, como se tienen que vivir las fiestas.  Es verdad que tampoco las viví completamente a tope por las limitaciones propias del horario, responsabilidades domésticas y más, pero es la primera vez que las disfruté.
En los años anteriores no me había preocupado de informarme sobre la organización, actividades ni nada de las fiestas del barrio.  Algún día escuchaba que la charanga pasaba por alguna calle cercana a mi casa y desde el balcón intentaba ver lo que sucedía.  ¡Era la comparsa con los cabezudos!  Nunca podía recordar cuándo eran exactamente las fiestas, aunque las relacionaba con el inicio de clases en el colegio los primeros días de Septiembre, no tenía claras las fechas.  También sabía que el punto central de las fiestas es el Parque Delicias a sólo dos calles de mi casa.  Más que eso, no sabía más.
Este año se presentaba igual para mí que en los años anteriores.  Los días previos a empezar el colegio ya iba recordando que las fiestas del barrio también deberían estar por empezar.  Lo que marcó la diferencia este año es que mis hijos participaron más activamente.  Una de las madres de los compañeros de mi hija pequeña me avisó justamente en los primeros días para ver los cabezudos y luego mi hijo mayor, en plena adolescencia, había quedado con algún compañero del colegio para hacer el recorrido de cabezudos y la charanga por el barrio.  Es verdad que yo no conozco mucho de la historia de los cabezudos, que realmente es en lo que más he participado y me ha llamado la atención, pero tengo que reconocer que este año lo he disfrutado muchísimo.
Para escribir esta publicación estuve buscando un poco de información sobre los cabezudos en internet.  Por lo pronto descubrí que la comparsa está formada por 15 cabezudos y cada uno de ellos representa a algún personaje: El Morico, el Aldeano, el Baturro, la Forana, el León, el Payaso, el Diablo, la Bruja, el Tuerto, el Pirata, el Explorador, el Berrugón, el Torero, el Loco, Groucho Mars.  Pueden entrar a este enlace y ver algo más de información de los cabezudos de Delicias y de los demás barrios. http://comparsaszaragoza.jimdo.com/comparsas-catalogadas-en-zaragoza/delicias/ 
Estos son, el Torero y la Forana.




 
Y como reseña histórica de nuestro amigo Wikipedia, que todo lo sabe, nos cuenta que: Los gigantes y cabezudos son una tradición popular celebrada en muchas fiestas locales de Europa occidental y América Latina. La tradición consiste en hacer desfilar ciertas figuras bailando y animando, los gigantes, o persiguiendo a la gente que acude a la celebración, los cabezudo. Las figuras están realizadas en cartón-piedra, poliéster o fibra de vidrio con un armazón de madera, hierro o aluminio que se cubre con amplios ropajes. Los "gigantes…, mientras que en los "cabezudos" (también llamados kilikis), de menor altura, se destaca la proporción de la cabeza, dando un efecto más cómico…
El origen de la tradición en España, data de la Edad Media. Las tierras de la península en la zona musulmana tenían prohibido por el Corán representar seres vivos. Al avanzar la reconquista, con sus repobladores cristianos, desplazando a los pobladores musulmanes, o asentándose en poblaciones separadas, llevaron consigo sus tradiciones. En pleno Camino de Santiago, el Reino de Navarra, fue durante mucho tiempo el modelo. Las primeras referencias escritas en novelas datan de 1201 en Pamplona (Navarra) con tres gigantes que representaban a tres personas de Pamplona: Pero-Suciales (leñador), Mari-Suciales (aldeana) y Jucef-Lacurari (judío), pero los primeros documentados son de Barcelona en 1424 (facturas del ayuntamiento). Solían salir en la procesión de San Fermín el 25 de septiembre. Pasó la costumbre al Reino de Castilla y sobre todo a la Corona de Aragón. Es costumbre de origen medieval, muy popular acompañada de pasacalles, y charangas en pueblos y ciudades de Navarra, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía, Castilla-La Mancha y norte de España. Queda como huella además en Aragón por ejemplo, denominar "cabezudos" a las larvas de renacuajo. Más tarde, la tradición de los gigantes, fue extendiéndose por España y el mundo entero.”
Para todos los lectores fuera de las fronteras españolas y que no tenían claro este tema de los cabezudos, yo creo que con esta explicación ya lo ven mejor.
Ahora, regresando a la historia, cada día a las 5 en punto de la tarde la comparsa de los cabezudos salía de un lugar diferente del barrio.  Luego iba recorriendo las calles según los recorridos pre establecidos al ritmo de la charanga, banda en vivo que va tocando y cantando, lo que se dice, poniéndole ritmo y alegría a la fiesta.  Durante el recorrido, los más osados, van retando a los cabezudos, que llevan en la mano un latiguillo y siempre van viendo darle en las piernas hasta llegar al parque Delicias.  Las personas que vamos alrededor, realmente, ninguno de los cabezudos dan a quien no busca y además a los niños los va saludando.  Este año iba con mi niña pequeña acompañando a la comparsa durante el recorrido.  Como había tanta gente yo la tenía bien sujeta de la mano y le decía que si el cabezudo la veía suelta o sola, pensaría que ella también va corriendo y que le daría con el latiguillo, pero si la veía cogida de la mano, no le daría.  Así lo fuimos haciendo cada día.  Hasta que, un día, íbamos las dos por la acera hasta que nos dimos cuenta que uno de los cabezudos venía por detrás.  Nos paramos en un portal a esperar que pasen todos corriendo y evitar que nos atropellen.  Cuando pasó el cabezudo a nuestro lado, se paró justamente delante de nosotras.  La respiración de Aitana cambió, se volvió más rápida.  Y de pronto ya estaba escondida detrás mío con una cara de pánico real.  El cabezudo, por el contrario, se acercó, se levantó la cabezota y le dio la mano saludándola dulcemente mientras ella sólo respondía “no quiero, no quiero”.  Esa fue su primer contacto con el cabezudo.  Al final, mi teoría se cumplió, si va de la mano no te hacen nada.  El resto de los días no se soltaba para nada, siempre segura de ir de la mano para que no la pillen.
El recorrido duraba más o menos de una hora y media a dos horas, que terminaba en el Parque Delicias.  Ahí nos quedábamos un rato más en las ferias, escuchando cada día la misma música, que ya la tarareábamos todos en casa.  Durante todo el día habían diferentes actividades para todos los públicos, para niños, para mayores, para todos.  En el mismo parque y por las noches había cada noche un concierto.  Y el domingo como fin de fiesta ¡Fuegos Artificiales!
Esa semana he caminado lo que nunca en mi vida había caminado, pero con alegría.  Ahora y como dicen, cada día que pasa falta un día menos para que las fiestas empiecen otra vez.

domingo, 13 de octubre de 2013

Inversión emocional



Hace muchos años, cuando vine a vivir a España, compartimos piso con mi hermano pequeño, que ya vivía aquí unos meses antes y una temporada anterior en Italia, que con poco éxito laboral lo trajo a Zaragoza.  Siempre he pensado en esa, su primera etapa solo, que era época invernal y que él vivió solo en Italia, solo y en soledad, intentando encontrar un trabajo, establecerse y empezar a hacer realidad sus sueños y cumplir sus planes y metas.  Pensaba en cómo lo había llevado, sobre todo lo duro que debió ser dejar su casa, familia, amigos, su gente y su entorno, todo a lo que él estaba acostumbrado para buscar, como muchos, una nueva vida con muchos sueños e ilusiones.  En mi caso, fue diferente, vine con mi hijo, estando mi hermano aquí y unos 20 días más tarde llegó mi esposo y así empezamos nuestra nueva vida en familia.  Mi inicio fue diferente, en ese aspecto emocional, no fue tan duro, pero como todo cambio de vida, tiene su toque de dificultad y sacrificio.
En fin, algún día, uno de esos días entre que yo llegué y llegó mi esposo, imagino que también tenía que ver con el tiempo, con el clima, que ya era final de otoño, casi invierno y los mismos días no estaban tan alegres como para alegrar a nadie.  Yo estaba triste y confundida, ya no recuerdo bien cuál fue la casusa de sentirme así, pero así estaba.  Yo le contaba, en plan queja, como me sentía y la actitud de algunas personas, que a veces, son de las que más esperas que sean un apoyo emocional y al final resultaban ser, más bien, una carga emocional.  En general, comentábamos de personas, actitudes, sentimientos y situaciones.  De lo difícil que es adaptarse a una nueva vida y los sacrificios emocionales que hacemos, porque queremos, claro, nadie nos obliga, pero en esos momentos de debilidad emocional, parecen más grandes, difíciles y pesados.  Luego de escuchar por un buen rato todo mi rollo simplemente me recomendó olvidar todo y seguir mi vida, sobre todo sin cargarme de manera negativa contra esas personas.  Me decía que tampoco yo sabía cómo estaban esas personas (anímicamente) como para dar consejo y apoyo.  Yo insistía y seguía protestando como si yo tuviera razón en enfadarme y crear un mal sentimiento.  El sólo resumió diciendo, que él ya no se enfadaba por esas cosas (y creo que hasta ahora no lo hace)  y que a esa actitud positiva la llamaba “inversión emocional”.
En ese momento entendí el concepto tal cual me lo explicó, de manera literal.  Lo entendía, pero me costaba ponerlo en práctica por completo.  Realmente no encontraba una situación en la cual pudiera aplicarlo.  Pero, según ha ido pasando el tiempo lo he ido entendiendo mejor, en su total magnitud.
Es verdad que estando lejos de la familia y amigos olvidas muchas cosas, y sólo recuerdas algunas.  Idealizas a las personas, y normalmente olvidas sus defectos.  En realidad, aunque lejos, con todo lo que significa estar lejos, a las personas que recuerdas, las recuerdas bien, resaltando todas sus virtudes, recordando sólo los buenos momentos y bueno si no recuerdas a alguien será porque mejor es así, no?
Han seguido pasando los años y esta frase cada vez la he visto más clara y ha tenido más sentido.  Será que también habré madurado algo en el camino y he aprendido a invertir en mis emociones, en mis sentimientos. 
Aprendí a no dar tantas vueltas a las cosas, tomarlas como vienen y sobre todo de quien vienen.  A entender y quedarme con lo que me dicen, tal cual, sin imaginar ni especular entre líneas.  Tan simple como lo que dicen.  Dejé de especular sobre los pensamientos y sentimientos ajenos, que finalmente no me traen nada bueno.  Cuántas veces damos vuelta y vuelta a alguna actitud de alguna persona que nos incomoda o fastidia y seguimos como “masticando y masticando” esa mala sensación y en mi caso, se me pone un dolor en el estómago que me pongo mal.  O cuántas otras veces creamos novelas en nuestras cabezas, asumimos actitudes de lo que uno piensa, dice y hace, pero que al final es eso, una historia en nuestra cabeza que creamos, desarrollamos y terminamos nosotros mismos y al final, no pasa nada, las otras personas ni se han enterado del dramón que hemos tenido entre ceja y ceja y nosotros ya nos hemos enfadado y sentido mal, sin mayor razón real.  Al final, no es sólo salud mental o emocional, también involucra la salud física, que es muy importante.
Aprendí que la tolerancia, la paciencia y el respeto son muy importantes para mantener equilibrada mi tranquilidad emocional.  Todos somos como somos, somos más afines a unas personas y menos a otras.  Eso no nos hace mejores o peores personas, simplemente es que somos así.  Me di cuenta que la tolerancia es necesaria para convivir juntos, la paciencia es básica para convivir juntos en armonía y pensar antes de actuar y por último el respeto que es el pilar básico de la convivencia y relaciones nos ayuda a convivir juntos, en armonía y felices.
Finalmente aprendí que vale más quedarse callada que ser la que “pone los puntos sobre las íes” o ser la que “no tener pelos en la lengua” y decir siempre lo que piensa.  No tiene que ver con hipocresía ni nada eso, simplemente tiene que ver con mi paz interior, con mi tranquilidad emocional.
Aprendí a valorar hasta que punto vale la pena discutir con alguien o no.  Muchas veces vale más la pena, escuchar, intentar entender su posición y si ya no se puede más, simplemente callar y alejarse.  Discutir requiere mucho esfuerzo y siempre nos trae alguna consecuencia emocional y según qué hasta física y finalmente no vale la pena.
Es verdad que suena muy bien y fácil, pero no lo es.  Yo intento aplicar esta frase o filosofía de vida, pero la verdad no siempre lo logro.  Lo importante para mi es, lograrlo cada vez más.
Gracias Negrito por tu consejo de hace tanto años, ya ves que lo sigo aplicando e intentando mejorar.  Espero que tú no lo hayas olvidado y siga siendo parte de tu filosofía de vida, a mi me parece que sí!

domingo, 18 de agosto de 2013

De retiro



Hace muchos años, cuando tenía 16-17 años tuve la oportunidad de hacer un retiro espiritual como preparación a la confirmación.  Ahora, después de tantos años, sólo tengo recuerdos puntuales de ese fin de semana.  Por un lado están las vivencias y convivencias con las chicas del colegio, disfrutar con ellas de estos días y por otro lado la experiencia en sí, del propio retiro.  Hoy no recuerdo especialmente los temas espirituales (y no es que me haya peleado con Dios), pero lo que recuerdo es que durante esos días, que fueron tan intensos emocionalmente, descubrí muchas cosas de las personas que tenía a mi lado durante toda mi vida escolar, durante tantos años.
Cuántas veces prejuzgamos, juzgamos, calificamos y sentenciamos sólo por una idea o imagen que tenemos de las personas y según pasan los años seguimos insistiendo en nuestras teorías y no nos damos el tiempo de darle una vuelta a nuestros prejuicios o conceptos e intentar conocer o entender a las personas con las que tenemos que vernos día a día, todos los días.  Finalmente, la conclusión más importe que puedo sacar de ese retiro, además del tema puntual, es que realmente conocí a muchas compañeras, entendí muchas actitudes y me calcé muchos otros zapatos, a parte de los míos, para entender otras actitudes.  Conocí a tanta gente que conocía desde hace muchísimos años, pero nunca me había dado el tiempo e interés de conocer de verdad.
Además, otras de las características de estas experiencias, digo yo, es que al estar retirado, alejado de tu entorno habitual, de las cosas de cada día, de las redes sociales y todo eso, la percepción de las cosas comunes y normales de la vida es diferente.  Estoy segura que todos los que han vivido una experiencia similar entienden lo que quiero decir.  Yo recuerdo que, además de haber podido conocer o reconocer a las personas de mi día a día, salí del retiro cargada de energías, me sentía poderosa, creía que podía cambiar el mundo y que habían muchas cosas que podía hacer de otra manera para que sea mejor, mejores mis actos e intentar ser mejor persona.
Recuerdo esa sensación de poder, de sentirme dueña del mundo, que mis sueños se podían hacer realidad, que cualquier cambio estaba en mis manos y que mis deseos, con esfuerzo se podían hacer realidad.  Pero también recuerdo que conforme pasaban los días e iba viviendo mi realidad y recuperando mi rutina sentía que perdía ese poder de poder cambiar todo.  Veía que el resto de la gente no iba a mi ritmo, no estaba en “mi onda”, no estaban en la versión de cambio que yo había asumido.  Cada uno iba a su propio ritmo y sobre todo sin la carga extra de adrenalina que yo tenía.  Con el tiempo pude encontrar el equilibrio que necesitaba entre el poder y mis sueños y en contrapartida la realidad y el día a día.
Este año he tenido la oportunidad de hacer un nuevo retiro espontáneo y nada planeado.  Como en años anteriores y gracias a un gran amigo pudimos pasar parte de las vacaciones en la playa.  Ya lo dicen, en los momentos más difíciles los verdaderos amigos y familia están cerca dándonos la mano y demostrándonos que siempre hay esperanza y que se puede pasar bien.  En fin, fueron buenos días para disfrutar a la familia, pasar tiempo con ellos, sin preocuparse de mirar el reloj.  Relajados para comer cuando teníamos hambre, dormir cuando teníamos sueño y despertamos cuando el cuerpo lo pedía.  Es verdad, para eso son las vacaciones.  Aunque estaba bien y de vacaciones, en mi cabeza había mucho ruido para escuchar mis pensamientos.
Después de estas semanas playeras, que me ayudaron a recargar mis energías, ahora puedo decir y reconfirmar mi teoría de que ¡Yo soy mujer de mar!  Entonces, ya con las pilas más cargadas y bastante morena, este año tuvimos una suerte adicional.  Me preguntaron para ir a cocinar al campamento de los Scouts de Alberto.  Por un tema de vacaciones sólo pude ir la primera semana del campamento, la segunda ya tenía que volver a trabajar, que como está la situación por aquí, ya lo dicen es una suerte “volver” a trabajar.
La idea de cómo iría esta nueva experiencia para mí me tenía acojonadilla, no lo puedo negar.  No tenía muy claro cómo hacer, que cocinar ya lo hacemos muchos, pero ¿Cómo sería realmente cocinar para más de 30 personas cada día, cada comida?  Aunque éramos dos mamás para estar en la cocina, no lograba imaginar la escena y le daba muchas vueltas en mi cabeza, sin encontrar respuestas claras.  Imaginaba que sería un agobio completo, picar y picar de todo, mover y remover ollas enormes, añadimos el calor y las limitaciones propias de un campamento.  Además que si la comida podría salir salada o no, que algo se te queme o qué sé yo, tantas cosas.  También estaban mis rollos sobre el hecho de bañarse, si habría o no agua caliente porque el agua fresca (helada) de la montaña sería imposible para mí y que finalmente, cuando esté muerta de cansancio y me quiera ir a dormir, tendría tantos dolores de espalda que no aguantaría.  Como se imaginarán casi quería tirar la toalla sin siquiera intentarlo. 
Pero grata fue mi sorpresa al descubrir que no era así.  Las cosas estaban bien organizadas y realmente funcionaba todo muy bien.  Lo de cocinar se hacía bien y fácil, aunque pasando calor (los días de calor), todo iba muy bien.  Ya teníamos las cantidades a usar y bueno, al final casi quedaba “vuelta y vuelta” a las cosas y lo más importante, es que estén listas a la hora.  Luego sobre mis otros rollos descubrí que para bañarme había suficiente agua caliente y que cada noche, además de pasar un poco de frío, todo iba bien, no me dolía la espalda y podría soportarlo, podría sobrevivir a esta experiencia y eso me hacía sentir bien, positiva y con ganas de seguir y aprovechar la oportunidad.  Cada uno de nosotros tenía su propia actividad independiente de los demás de la familia: Jorge iba haciendo las cosas que le habían encomendado como asistente de los monitores “de tropa”.  Alberto iba con los “de tropa” en las actividades que le correspondían y Aitana iba de “llavero” de todos y de ninguno, buscando que hacer, talleres con los castores y lobatos, jugar con las chicas de tropa, preguntas indiscretas a los monitores y dispuesta a acompañar a cada uno, las veces que sean necesarias a fregar platos o al baño.
Sin querer, esta experiencia culinaria se convirtió en un retiro espontáneo.  Tuve la oportunidad de conocer a más personas y reconocer a otras que tengo cerca y veo con alguna frecuencia.  Pude ver y reflexionar sobre todo lo que veía.  Por otro lado, con tanto niño, uno (quiera o no) escucha muchas historias y ve muchas situaciones diferentes a las que podemos considerar habituales para nosotros mismos (ni mejores ni peores, sólo diferentes).  Escuchas historias y luego ves a los niños y, aunque no compartamos todo del todo, entendemos conductas y actitudes.  Pero entre tantos niños de otros y entre tantas personas para ver, tuve la suerte de ver a mi familia, de ver a los míos haciendo sus cosillas.  Ver a cada uno desarrollarse de una manera independiente y en actividades diferentes.  Cada uno iba a lo suyo y cada uno se desenvolvía de una manera especial.
Ya que no tenía cobertura en los móviles y no tenía acceso a internet ni nada, que finalmente lo agradecí, tuve el tiempo suficiente para disfrutar de los míos.  Aproveché ese tiempo en conocerlos y reconocerlos en otras situaciones, que normalmente no hubiera sido posible hacerlo.  Entre en ese estado de observación y valoración de mi familia.  Me sentí feliz de la familia que tengo, que como todas tenemos nuestras cosas, obvio.  Pero, como conclusión, el balance fue positivo.
Los días que estuve ahí me desligué de todo lo del día a día, de lo que, por rutina, me cargo cada día y dejo de ver y valorar las pequeñas cosas que realmente me hacen felices.   Ver a cada uno de mi familia sonreír, jugar, gritar, correr y más.  Era una observadora desde el burladero.  Cuando tuve que regresar, aunque no quería regresar, ya no quería que ese retiro espontáneo termine.  Quería que sea más largo, que dure más días, quería ver más, aprender más, tomar nuevas determinaciones y cambios, sentir otra vez ese poder y sentirme capaz (o por lo menos creer) que puedo cambiar cosas sólo con mi esfuerzo y el deseo que las cosas sean mejores para todos.
Ya cuando estaba en casa, intenté mantener lo más que pude ese estado post retiro para seguir dando vueltas a los temas y cosas que realmente me interesan y encontrar la mejor manera de seguir delante de la mejor manera.  Como les contaba al inicio, esa fuerza y dosis extra de adrenalina la llevó yo en mi mente y en mi corazón, pero no significa que el resto está pasando por lo mismo, lo que hace que la lucha por lograr alguna meta es más difícil, pero no imposible.
Hoy regresaron mis chicos del campamento.  Ya estamos todos en casa e imagino que ellos también han vivido sus propias experiencias, nos hemos extrañado mutuamente y habremos pensado lo que queremos cambiar, mantener o mejorar.  Seguro se han tomado ese tiempo para ellos mismos.
Lo único que ahora pienso, es que en realidad, tenemos muchas oportunidades para desconectar de la rutina incluyendo la tecnología y hacer un balance de todo, de todo lo necesario y cargarnos de fuerza interior para retomar nuevas decisiones y retos para nuestra vida.  Aprovechemos las oportunidades, que si se nos ponen delante, por algo será

miércoles, 10 de julio de 2013

¿Blanco o negro?



Ya dicen que en la vida no todo puede ser blanco o negro, que siempre hay tonos intermedios, los grises, pero hay algunas situaciones en las que sí, o es negro o es blanco y los grises no están permitidos.
En estas épocas, en las que todo es tan rápido, ligero y flexible, a veces olvidamos que hay cosas que las tenemos que hacer de una manera.  Pueden existir versiones diferentes, pero sólo hay una manera de hacerlo.  Hay cosas que sí se pueden hacer y otras que no se pueden hablar.  Blanco o negro.
Yo reconozco que he sido criada de una manera estricta y con disciplina férrea tanto en mi casa, como en el colegio y que las cosas tenían que ser de una manera.  Las cosas se hacen bien a la primera, porque si vas dejando todo a medias, un trabajo o actividad puede terminar siendo 3 si no lo haces todo a la vez y seguido.  Ejemplo, tienes la ropa en el tendal y si lo haces todo a la vez, dejas ya separada la ropa para planchar y la que no en los cajones.  ¡Listo! Misión cumplida.  Otra versión sería: trabajo 1: recoger la ropa; trabajo 2: doblar y ordenar la ropa; trabajo 3: dejarla en su sitio.  Si lo vas haciendo uno por uno parece que tienes que hacer 3 actividades diferentes para una que es obvio se tiene que hacer.
Volviendo al tema… en estos días en los que ser el espabilado –en España- o el criollazo –en Perú- está de moda, que es mejor quien tiene más dinero, sin importar como lo ha conseguido, que sacar algo a cambio, es la regla de vida para muchos, cuando se ve cada día a los grandes delincuentes en traje y corbata, paseando por todos los juzgados, entrando y saliendo de la cárcel, me pregunto: ¿dónde fueron a parar los valores básicos y elementales de las personas, de la sociedad?
Cuando es normal hacer un “cambiazo” en tu trabajo para renovar tu ordenador.  Cuando es habitual recibir comisiones irregulares con tu mano derecha que finalmente las paga tu mano izquierda.  Cuando decides hacer justicia con tus propias manos, cogiendo lo que nos es tuyo y beneficiarte con eso sólo porque consideras que así tienen que ser las cosas, que tus horas extras de tantos años hay que cobrarlas de alguna manera.
En estas épocas en las que vivir a su bola, con sus propias ideas y formas de hacer y deshacer es lo más práctico que hay.  Nos hemos olvidado de lo que hay que hacer, que existe la integridad y la honradez, que las cosas son blancas o negras.
Ahora intento educar a mis hijos en una vida íntegra y con valores.  Todo lo demás viene después.  ¿De qué te sirve que tu hijo saque las mejores notas, si los deberes y trabajos los haces tú para que él saque buenas notas?  Así también enseñamos honestidad y valores.  ¿De qué nos sirve que tenga las mejores notas si finalmente no ha aprendido nada?  O peor aún, si lo que ha aprendido es a obtener algo sin un mínimo de esfuerzo y no siendo leal con él mismo y sus compañeros?
Hace poco escuché o leí un frase que me la guardé, “la integridad es hacer lo que hay aunque nadie te esté mirando”.
Es cierto que intentando tener una vida íntegra, no tendremos grandes riquezas, ni pasarán por nuestras manos las mejores ofertas o chollos poco legítimos de la historia, pero sí que pienso que dormiré mejor y que daremos un mejor ejemplo a nuestros hijos que luego ellos serán el futuro.
No podemos pedir o exigir a la vida que nos pasen cosas buenas cuando nosotros mismos hacemos lo contrario.  Si compramos cosas robadas, es cierto que somos ladrones ni que robamos directamente, pero apoyamos claramente este “negocio”.  Entonces, ¿cómo nos vamos a quejar o reclamar si nos roban?
Otro tema de largas conversaciones en casa son las “mentiras piadosas”.  En principio es una mentira, ¿sí o no?  Volvemos a nuestra pregunta ¿Hay puntos intermedios?  Quizá podemos justificar y hasta cierto punto aceptar si es una mentira, pero sólo para evitar dañar a alguien o algo así, que no implique mayores controversias.  Pero pienso que nunca se puede considerar como “mentira piadosa” algo que me beneficie directamente  o que me haga evadir alguna responsabilidad.
¡Sí, sí!  A ver quién tira la primera piedra y está libre de mancha, nadie seguramente.  En algún momento, todos hemos caído en la tentación o hecho o permitido hacer algo no adecuado.  Pienso que lo importante es luchas por llevar una vida íntegra, que sea un ejemplo para nuestros hijos, que podamos dormir en paz y estar tranquilos con nosotros mismos.   Al final eso es lo que cuenta.
No nos sobra el dinero, y a los que sí, seguramente quieren un poco más, pero todo tiene un límite, existe una línea que hay que seguir y o sobre pasar.  Para estos temas considero que no es aceptable la flexibilidad.  Es lo que es, hay lo que hay.  Blanco o negro.
Todo lo que ganamos sin esfuerzo, a base de engaños u otro tipo de formas poco aceptables, y no me refiero sólo a dinero.  Podemos considerar un mejor trabajo, un premio, etc. a la larga se irá por donde vino y con la misma rapidez.  Es como dicen de las dietas, que cuando bajas muy rápido luego recuperas el doble.  Pues eso, así de claro.
Tengamos siempre presente los principios básicos de la vida y la convivencia.  No podemos exigir una sociedad mejor si somos partícipes activos (directa o indirectamente) de las cosas que nos quejamos.
No podemos esperar que nuestros hijos hagan las cosas bien o mejor si nos ven  tan dispuestos y flexibles.
Quizá ahora sí estén de acuerdo conmigo y con mi frase inicial.  Hay situaciones en las que las cosas son blancas o negras, sin tonos intermedios.