domingo, 8 de mayo de 2011

¡Feliz día, mamá!

Había planeado que mi siguiente publicación, por intentar mantener el orden cronológico de mi vida, sería alguna sobre mi cumpleaños.  Así mis amigos del facebook podrían entender mi alegría e ilusión por la llegada de mi cumpleaños, después de que me han venido acompañando en la cuenta atrás el último mes, más o menos.  Pero entre celebración y celebración y con su respectiva recuperación, que ya no es como antes, me pilló el toro y llegó el día de la madre.
También había pensado hacer alguna publicación porque es un día muy especial para todos.  Entonces pensé mejor adelantar esta para que llegue a tiempo y prometo no dejar pasar mucho tiempo para contarles de mi cumpleaños.

FELIZ DÍA DE LA MADRE, en especial a mi mami y a todas las mamás y futuras mamás y a las que desean serlo pero se les hace difícil.

En los últimos días, hemos recibido muchos saludos.  Cada uno con una verdad diferente sobre el hecho de ser madres, sobre su dulzura, su paciencia, su sabiduría y su amor infinito por los hijos.  ¡Tantas verdades!

Hasta ahora yo no puedo describir con palabras las sensaciones que sentí cuando me enteré que estaba embarazada de Alberto y luego de Aitana.  Fue una sensación tan increíble, porque realmente en ese momento no sientes nada físico o diferente, pero la idea de tener dentro de ti una nueva vida, parte de ti, no se puede describir.  Según va avanzando el embarazo y conforme ya sientes que se mueve dentro de ti, sus pataditas y en alguna ecografía escuchas sus latidos, tampoco se puede describir claramente con palabras.  Y ya sensación más especial es cuando tenemos a nuestro bebé en los brazos por primera vez. Al tener a Alberto y luego a Aitana aprendí lo que es ser madre.  Lo de siempre, no hay un manual donde explique claramente el hecho de ser madre.  Siempre digo que es cuestión de instinto y amor.  Entendí por fin tantas actitudes, sonrisas, lágrimas, palabras de apoyo y enseñanzas de mi madre.  Con la llegada de nuestros hijos, cambia completamente nuestra vida.  No sólo porque no volveremos a dormir profundamente como antes, ni porque los primeros meses nos despertamos cada pocas horas para alimentar a nuestros bebés o porque según van creciendo tenemos que seguir reinventándonos como personas para poder entender a nuestros “bebés” y acompañarlos en su crecimiento, desarrollo y madurez.
No importa si nuestros hijos tienen 10 ó 2 años, nuestra vida nunca será la misma otra vez.  Nuestros hijos nos enseñan tantas cosas, nos hacen ver desde otra perspectiva y a valorar pequeñas cosas de la vida.
Pero aunque los hijos se hagan “grandes” nunca dejarán de ser nuestros bebés.  Es como un tatuaje, para toda la vida.  Las madres somos madres para toda la vida y no es por hablar mal de los hombres.
Leyendo los diferentes saludos y las diferentes verdades, pensaba un poco en todo.  Que natural se nos hace ser madres, que natural se nos hace hacer lo que sea por nuestros hijos.  No hay nada imposible.
También pensaba en que etapa de la vida de madre sería la más difícil o complicada.  Siempre pensaba que cuando recién nacen, viéndolos tan pequeños e indefensos con tantas necesidades y cuidados sería la etapa más dura.  Luego van creciendo y piensas que la etapa de recién nacido era fácil, ahora tener que ir detrás, viendo que hacen y evitando peligros, es más difícil todavía.  Lo lindo es cuando tus hijos piensan que tienes poderes mágicos, que eres capaz de todo y que no hay nada que su mami no pueda hacer.  Con esa confianza quien no es capaz de luchar y tener energías para lograr hasta lo que parece imposible.  Pero también pasa el tiempo y esa etapa y ahora son adolescentes.  Personas confundidas entre la infancia y la adultez inmadura, a las que hay que guiar de manera diferente “con mucha muñeca” como decía mi mami.  Tenemos que sacar toda la psicología, paciencia, espíritu de comunicación que llevamos dentro y más para superar esta etapa con nuestros hijos.  Pero esta etapa también pasa y cuando nuestros hijos ya crecen entonces podría llegar la etapa más dura, que es cuando nuestros hijos se hacen “grandes” y cuando los ves tomar sus propias decisiones.  Cuando los ves hacer sus propias “jugadas para la vida”.  Pero tú como madre todavía ves pequeños, inexpertos a tus hijos y por tu experiencia, ya sabes cuales serán las posibles consecuencias.  Puedes opinar, pero ya no puedes decidir, cuidar, proteger.  Pienso que cuando me llegue esa etapa, esa puede ser la etapa más dura de ser madre y además la más larga porque ya será para el resto de la vida.

Doy gracias a Dios y a la vida por la madre que tengo, que siempre me cuida y es un ejemplo en mi vida.  A ella, a mi madre, le doy gracias por todo el cariño, amor incondicional, paciencia que me tiene cada día.
Además tengo que agradecer también por la suerte de ser madre.  De tener a Alberto y Aitana que cada día son la fuerza para levantarme, para seguir adelante para luchar por ellos y con ellos.  La oportunidad que tengo de criarlos, de verlos crecer.  La posibilidad que tengo de ir creciendo yo también como persona porque cada día me enseñan algo.  Me enseñan que no hay cosas imposibles, que viendo la vida con inocencia y simplicidad, es más fácil solucionar los problemas.  Ahora mismo, ya no puedo imaginar mi vida sin ellos.

Hoy quiero enviar un abrazo muy fuerte a todas las madres en su día, y mi reconocimiento por su dedicación y amor sin límites.  A todos los hijos e hijas por la suerte de tener a su madre viva, con quien compartir de su vida, en algunos casos, a pesar de la distancia física, que no es motivo de una distancia emocional.  Además agradecer a tantas mamás que he conocido a lo largo de mi vida y me han dejado algún buen consejo o ejemplo que recuerdo y tengo presente.  Y a todos los que tienen a su mamá en el cielo, recordar que siempre los acompaña y guía sus pasos, que nunca están solos.

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!