miércoles, 27 de mayo de 2015

Y nos vendieron la moto

… y nosotras nos la creímos


Siempre hablamos de la igualdad de género, que tantos los hombres como las mujeres tenemos los mismos derechos y las mismas capacidades para realizar el mismo trabajo u actividad, que somos igual de válidas que los hombres.  Es verdad que en algunas empresas prefieren contratar específicamente hombres o mujeres porque consideran que los unos o los otros son más adecuados para hacerlo.

Fuente: mymadrid.me
Sea como sea, estamos aquí, después de muchos años de lucha por la igualdad, que muchas veces parece que se va mendigando una oportunidad para demostrar que lo que podemos llegar a ser.  Vemos gobiernos o empresas que por equiparar la igualdad de género tienen que cumplir con un porcentaje mínimo de mujeres en los cargos más altos, por obligación.  Y digo yo, si se trata de conseguir un puesto, de directora, ministra o lo que sea, se supone que evalúan su formación y experiencia.  Pero, ¿qué pasa si en ese momento no hay ninguna mujer que se ajuste a ese perfil?  ¿Cómo completan la cuota que necesitan?  Tampoco lo veo del todo justo.

Pero al margen de eso, como este mes hemos celebrado el día de la madre, reflexionaba sobre un artículo que leí de dos madres trabajadoras, que por casualidad conozco a las dos: Xime y Lorena, me encantó el artículo.  Ellas tienen trabajos que les acapara mucho tiempo cada día y explicaban cómo se organizaban con sus hijos y el trabajo.

Hace muchos años las mujeres se quedaban en casa porque era así.  Por un lado, económicamente no era necesario que los dos padres tengan que salir a trabajar, con el dinero de uno (el padre normalmente) era suficiente para cubrir las necesidades fa
Fuente: www.eldinamo.cl
miliares.  Las madres (en su mayoría) se quedaban en casa para cuidar y criar a los hijos, encargarse de la casa y de todo lo demás que surge cada día en casa y con los hijos, pero que una al final del día casi no puede detallar.  Son tantas cosas pequeñas que se presentan cada día, pero que no cuenta como “algo” que se hizo y parece que hiciste un par de cosas y, ¿el resto del día?

No vamos a repetir que, quedarse en casa es la actividad menos reconocida, más desagradecida y no remunerada que hay.  Esto ya nos queda claro a tod@s.

Los tiempos han ido cambiando y las mujeres hemos salido a trabajar y a  demostrar lo que somos, lo que valemos, todo lo que somos capaces de hacer.  Y lo hemos hecho bien y mejor.  Pero, ¿y qué pasó con esas cosas de la casa que “hay” que hacer y nadie se da cuenta?   ¿Quién las hace ahora?  En la sociedad actual, si nos centramos en Europa por ejemplo, muchos hombres comparten las tareas domésticas con sus parejas.  Y eso ya es un avance.  En otros lugares, en América Latina por ejemplo, es más accesible tener en casa a una persona que se encargue de todas las tareas domésticas, el cuidado -y en algunos casos- hasta la crianza de los hijos.

Hay tareas que la mayoría de las veces, se asume que la madre se hará cargo, salvo que digas otra cosa: las llamadas del colegio si tu hijo está enfermo o las noches en vela porque tu pequeño tiene fiebre o tos, las reuniones con los profesores, preparar los disfraces para los festivales o actuaciones, llevarlos a cumpleaños, organizar los días de las vacaciones escolares.  Todo esto y más están tatuados en la espalda de las madres y simplemente se asume que lo tienen que hacer, si trabajan fuera o en casa.

Entonces, ahora, en esta sociedad moderna, avanzada e igualitaria en la que vivimos, las mujeres tenemos que salir a trabajar, demostrar lo mucho que valemos, y muchas veces ganando menos dinero que un hombre y luego llegar a casa y seguir con el otro trabajo que tenemos, adjudicado sólo por ser mujer y/o madre.  Y si “sólo” nos quedamos en casa, podemos pecar de vagas o de querer vivir de nuestros maridos, aunque tengamos una jornada más larga, sin descansos semanales –porque los fines de semana también hay que comer- y sin vacaciones, ni nada.


Sin querer ir en contra de nadie, ni hombres ni mujeres, porque en este mundo hay de todo en todas partes; pero alguna vez leí que un hombre sale a trabajar, cumple con responsabilidad con su jornada y llega a casa a descansar, porque es así, porque lo merece después de tanto trabajo fuera de casa.  Sin embargo, una mujer sale a trabajar, la misma jornada que el hombre, llega a casa y, tenga ayuda con las tareas domésticas o no, sigue trabajando en casa, con los hijos, si la lista de la compra, si viene un cumpleaños, el regalo, disfraz, tareas o parar y escuchar lo que te quiere contar mientras haces la cena.  Sigue trabajando hasta que sienta que ha terminado o que su cuerpo no dé más y finalmente tenga que descansar.  Así cada día.  Su jornada termina cuando se sienta satisfecha con lo que ha hecho ese día, no importa cuántas horas sean.  Pues eso, nos vendieron la moto de la igualdad y de salir a la calle, pero al final, estamos peor que antes, con más cosas que hacer y los días cada vez parecen que tienen menos horas.


Podemos resumir, como dice el libro de Jhon Gray que: “Los hombres son de Martes y las mujeres son de Venus”.

Fuente: una de mis fotos