martes, 12 de agosto de 2014

Libertad

Además del saludo de cumpleaños de mi padrino de este año, me envió un par de reflexiones que me parecieron muy interesantes y desde ese día no dejo de pensar en ellas.  Me preguntó que pensaba sobre la libertad y sobre el legado genético.

Hoy comento sobre la libertad, que es el tema que más tiempo me ha quitado, el que recuerdo con más frecuencia, reafirmando mi teoría.

Él me comentaba que si partimos de la premisa que no elegimos si nacer o no, el lugar, si hombre o mujer, el aspecto físico, cuando morir, entonces, ¿somos realmente libres?  Son cosas muy importantes y que marcan el resto de nuestra vida, detalles que no podemos aceptar, rechazar o modificar.  Por eso, mi opinión es que la libertad como tal no existe completamente.

Podemos darnos el lujo de elegir algunos pequeños detalles de nuestra vida, pero si observamos con atención, son las mínimas cosas y no tienen mayor efecto.

Siempre dependemos de cómo hay que comportarse, de cumplir con nuestras actividades y responsabilidades como mandan los cánones de la educación y las buenas costumbres.  Podemos considerarnos libres para elegir un camino u otro, pero para optar por uno de ellos hemos de evaluar muchas cosas y el resultado no es siempre el que queremos.  Durante nuestra vida, sentimos que vamos tomando decisiones con libertad, pero si lo analizamos todo tiene un trasfondo que nos empuja a hacer algo o dejarlo pasar.

Entonces, ¿existe la libertad?

Por ejemplo, en una relación, ya sea de pareja o amistad, siempre se tiene que ceder, dar y recibir, sentir que las dos partes están en igualdad de condiciones.  Las relaciones se basan en un equilibrio, para que nadie se sienta dominante ni tampoco sometido.  Pero es muy fácil cruzar esa delgada línea de lo justo y correcto.  Hay parejas en las que uno de ellos se queja de su falta de libertad, de estar sometido a los gustos y pensamientos del otro.  He escuchado historias de parejas en las que, hasta los ochenta años, uno de ellos sometía al otro, que pasó la mayor parte de su vida en un sillón, delante del televisor, dándole la razón en todo. ¿Podríamos decir que ha sido libre al decidir vivir sin libertad?

Se mezcla todo.  Elegimos estudiar una profesión porque nos gusta o simplemente porque es tradición en la familia que seas médico o abogado o lo que sea y luego a trabajar.  No siempre tenemos la suerte de elegir el trabajo.  Normalmente el trabajo nos elige a nosotros y ahí seguimos.  Con responsabilidad, como tiene que ser.  No podemos decidir un día no ir a trabajar porque nos apetece quedarnos en casa y además tenemos que ir vestidos de la manera adecuada.  Sólo podemos elegir la ropa que llevaremos ese día, guiándonos por las predicciones del tiempo y las actividades.

En fin, al parecer la libertad es una de esas utopías más de nuestros días.  Queremos tantas cosas y creemos que es lo que queremos, pero no reflexionamos sobre lo que nos empuja a desearlas.


Entonces, ¿cuándo somos libres?  Quizá los consigamos en esos momentos que tenemos un poco de tranquilidad y paz interior.  Ese espacio de tiempo que apartamos la mente de todo lo mundano y rutinario.  Cerramos los ojos y viajamos a ese lugar en el mundo, en el que hemos estado antes, ese sitio que es importante para cada uno y que nos transmite seguridad y sosiego.  Disfrutar estando ahí, con la brisa en la cara, cuando todo acompaña para que ese momento sea de total y absoluta libertad.