jueves, 16 de octubre de 2014

Para cuando sea grande



¿Cuántos proyectos dejamos para después, usando la típica excusa de “estoy esperando el momento adecuado”? ¡No, eso no!  Me refiero a las cosas que vamos dejando para después porque consideramos que aún tenemos que vivir un poco más para conseguirlas.

Hace unos días mi familia y yo visitamos a un amigo en Bilbao.  Él me presentó a unas personas que estaban con él como “la señora”.  Mi hija pequeña, que escuchó, interrumpió la presentación e increpando a mi amigo, aclaró que yo no soy una señora, añadiendo que yo soy una chica.  Y además le aclaró que las señoras son mayores, e insistió que yo soy chica.  ¡Qué bien me sentí!  Mi hija no me ve tan mayor a pesar de los treinta y cinco años de diferencia.

Desde hace muchos años, cuando veo algo que me gustaría conseguir en un futuro: un cochazo, jubilarnos disfrutando del buen tiempo, una casa o cosas así, digo “yo quiero uno así para cuando sea mayor”.  Entonces, analizando esta frase me pregunto ¿Cuándo seré grande?  ¿Cuándo me tocará?  ¿Me tocará?

Con veinte años pensaba que hasta los cuarenta años tenía que esforzarme al máximo y dar lo mejor de mí.  Es la temporada de siembra.  Luego, entre los cuarenta y sesenta, mantendría todo lo que hubiera alcanzado.  Es el momento de asegurar alguna rama que esté caída y seguir.  Por último, a partir de los sesenta años empezaría la temporada de cosecha y de disfrutar del esfuerzo anterior.

Hoy, con casi cuarenta años, no puedo decir que esa teoría es válida.  ¡Al contrario, ya no tiene sentido!  Veo a las personas de mi edad, aún se mantienen en la lucha con el deseo de conseguir más cosas, de alcanzar sus metas.  Mi teoría de hace veinte años ahora está fuera de contexto.

Ahora van cambiando los proyectos que pensé que tendría a los veinte, aunque sigo luchando por hacer realidad mis sueños.  Está claro que lo que deseo ahora para mí dentro de veinte años, tampoco será del todo lo que quiera cuando llegue a la jubilación, pero ¿algún plan tengo que tener, no?

Entonces, ¿tengo que cambiar la teoría?  Vivir y luchar por mis sueños y mantener planes y metas que pueda ir cumpliendo para ser feliz cada día.  Es lo que tengo que hacer, irme a la cama y hacer un resumen positivo del día que me acerque a la meta.

Me he dado cuenta de que todo eso que decía “para cuando sea grande” eran cosas materiales, que no sé si tendré dentro de algunos años, pero de lo que sí estoy segura que quiero “para cuando sea grande” es ser feliz, tener la salud suficiente para valerme por mí misma y ver a mi familia bien.  Cuando hablo con mi hijo de lo que será cuando sea grande, le digo que lo más importante es que pueda hacer algo que le guste y lo haga sentir satisfecho y orgulloso de su trabajo y que le dé el dinero suficiente para vivir dignamente con su familia.  No se puede pedir mucho más a la vida.


Mientras intentaba terminar este texto leí esta frase que me gustó y la comparto: “La clave es ser joven hasta morir de viejo”.