martes, 20 de marzo de 2012

Extraño humor

En estos días he recordado especialmente a los míos que ya partieron y se adelantaron a otra vida.  Ahora ya no están más conmigo, con nosotros, pero como toda persona que pasa por mi vida, me han dejado además de los recuerdos, muchas enseñanzas.  Durante estos últimos días, pensaba sobre todo en lo que me enseñaron con la partida de cada uno.
Es que hasta en esas ocasiones tenemos tanto que aprender.  Doy gracias a Dios y al destino la vida que me ha tocado vivir y las experiencias que he vivido, que me han hecho crecer, madurar y tomar la vida de otra manera, una manera más saludable para mi mente, mi alma y mi corazón
Hoy recuerdo más la última etapa de mi abuela.  Ya todos saben la relación tan especial que tuve siempre con mi Mamama Iris y con mi Papapa Dante, siempre con muchísimo cariño y complicidad.  Todo empezó cuando en 1992 nos dijeron por primera vez que mi abuela estaba enferma, fue un golpe muy fuerte, ella tenía cáncer, pero también tenía una fuerza increíble y el deseo de luchar hasta el final, de cumplir lo que “haré antes de morirme” y de no dejarse vencer.  De esta primera etapa no tengo muchos recuerdos, imagino que al ser la primera vez, a todos nos cogió desprevenidos, nuevos en este tema y se tuvo que aprender de todo, órganos, tratamientos, alternativas, consecuencias.  Después de un tiempo, operación y tratamiento dijeron que se había curado, le mandaron sus controles periódicos, pero que todo iba bien.
Ya en 1996 luego de hacer el gran viaje de su vida, porque siempre decía “antes de morirme tengo que ir Santander, de donde es mi papá y conocer todo lo que él me contaba”, cuando regresó ya se sentía cansada, así que otra vez al médico y nos enteramos todos que la enfermedad había vuelto y que había que empezar otra vez con tratamientos, procedimientos y tanto más que aprender.  De esta segunda vez sí que tengo recuerdos más intensos.  Ya me pilló con otra edad y participaba más en el día a día, comentarios y demás.
En mi familia y encabezados por mi abuelo, siempre nos comunicamos, todas las noticias se compartían, todos teníamos el mismo nivel de información y todo era con transparencia, claridad y sobre todo con mucha naturalidad.  No sé cómo se hizo, no sé si alguien dijo como actuar, pero desde mi punto de vista o desde mi experiencia, a pesar del dolor e impotencia que sentimos cuando un familiar cercano está enfermo, todo se hizo con tanta naturalidad que era fácil hasta bromear de los tratamientos, consecuencias y tantas cosas más.  Mi Mamama también entraba en este juego o era ella quien lo dirigía, ahora no lo tengo claro, pero a mí me ayudó a prepararme para lo que venía.  Era como tener un humor negro, un extraño humor que me hacía reír a pesar de la adversidad del momento, que me permitió bromear con mi abuela de lo que pasaba, de reír juntas a pesar de la pena.  Me ayudó saber todo tal y como era en realidad.  Saber lo que había, saber que lo que podíamos esperar, me ayudó muchísimo para aceptar que su cuerpo sería diferente y que su vida, como una vela, se iba consumiendo poco a poco.  Ella tenía una fuerza mental muy grande, era una lucha constante por no dejarse vencer, por no tumbarse después de recibir la quimioterapia, a pesar que su cuerpo se lo pedía, era una fuerza que yo quisiera tener y recuerdo en mis momentos más difíciles. 
Este extraño humor, como decía, nos hacía compartir con chispa la vida, la enfermedad, conversar, buscar otros nombres para los medicamentos, para los tratamientos, no dejar que la lucha diaria sea un dolor constante.  Era una lucha diaria con realismo pero con ilusión y esperanza.  Me sentía preparada para su partida, pedía a Dios que la recogiera para que su cuerpo descanse y no sufra más.  Era una petición dura, pedir que no sufra, pero entender que eso significaba que no la volvería a ver.  Intentaba no ser egoísta y no desear que por no sentirme sola ella siga sufriendo.
Aunque me sentía preparada, cuando llegó el día, el dolor no me lo quitó nadie, lloraba de pena, pero agradecía a Dios que ella, por fin, descansaba en paz.  Pero los recuerdos siguen vivos, así que ella sigue viva en mi mente y corazón.
Un par de años después de la partida de mi Mamama, me tocó afrontar otra vez una despedida.  Esta vez sin preparación, de improviso, de pronto, casi sin pensarlo.  Me quedé sola y tuve que reinventarme y reinventar mi vida a pesar de la soledad, del profundo dolor, de los sentimientos encontrados.  Tuve que organizar mi vida con un bebé y estrenar mi viudez.  Ahora que lo veo hacia atrás, no sé como lo hice y sinceramente desearía no tener que hacerlo otra vez, aunque me he dado cuenta que tengo fuerza para afrontar cosas difíciles en la vida.  Esta etapa también me ayudó este extraño humor mío, este humor para reirme yo misma de mi misma, de lo que tenía que pasar y de lo que estaba pasando.  Esto no me quitó las noches de soledad, de lágrimas y tristeza extrema, pero tener la posibilidad de reirme de mi nueva vida y tener a Alberto me ayudaron a seguir adelante y luchar cada día.  Siempre recordaré que los domingos, especialmente, estaba con mi Papapa Dante, comíamos juntos o salíamos juntos y bromeábamos diciendo que éramos “el club de los viudos”, así que sentíamos más apoyados el uno con el otro.  Nos reímos mucho juntos y bromeábamos más todavía.
Ahora, casi 12 años después y habiendo pasado durante este tiempo la partida de mi Papapa Dante, que si tuvimos la oportunidad de preparar nuestra mente y corazón, aceptar la ley de la vida y lo que tenía que pasar, veo que con él también salió a relucir este humor negro.  No sabía que lo tenía, pero me demostré a mi misma tener una capacidad de levantarme, de seguir adelante, de transformar la situación a alguna forma que me haga bien.  Pero lo dicho, las lágrimas, dolor y pena no me los ha quitado nadie.  Hasta ahora pienso en ellos, en mi vida con ellos y sus recuerdos.  Pero sigo intentado que sus recuerdos sigan vivos, sigan presentes para que así haya sido sólo su cuerpo lo que murió, pero su espíritu sigue conmigo.
No sé cuál sea la fórmula exacta, sólo sé y comparto la fórmula que funcionó conmigo, mientras que mi familia estuvo conmigo, disfrutar cada día, cada conversación, cada risa, reir juntos, es lo que realmente luego queda en nuestros recuerdos y corazón.  Aprendí a comunicarme, a expresar mis sentimientos, a decir mis temores en voz alta para que salgan de mi mente y guardar fuerzas para cuando sea necesario.  Acepté la vida y la ley de vida con naturalidad.  Me ha dolido, he llorado.  Y una vez que hayan partido, aprendí a seguir riendo con las lágrimas sobre las mejillas, agradecer por cada día que tuve para compartir.
Este extraño humor me enseño a hablar, reir y llorar para que no se enferme el alma.