domingo, 29 de abril de 2012

Disfrutando de Berlín

El vuelo de ida estuvo muy bueno y tranquilo.  Finalmente llegamos a Berlín.  Sentía una emoción muy grande, mi corazón latía a mucha velocidad.
Salimos y buscamos a Jens que nos había ido a recoger.  MMMM  UUUUUUU respiración profunda.  ¡Estoy en Berlín!  ¡No lo puedo creer, después de uno 10 u 11 años estoy otra vez aquí!  Fuimos en coche a casa de Dar, a ella la iba a ver después de 8 años.  La última vez que nos vimos fue en Lima, cada uno empezaba una relación con quienes ahora estábamos casadas, tenemos 2 hijas de la misma edad.  Cómo ha pasado el tiempo y como han cambiado nuestras vidas en sólo 8 años.  Nos vimos y reencontramos.  Lo bueno es que ella es de esas pocas amigas que uno tiene que son de toda la vida y no importa la distancia física que haya, en que lugares del mundo estés, cada vez que te ves, aunque hayan pasado casi 10 años, es como si hubiera sido ayer.  Es una amiga de esas con la que no tienes que pensar que decir o como decirlo, sólo tienes que decir lo que sientes y lo que piensas, sabes que te escucha sin juzgar y que te dice lo que realmente piensa.  ¡De las buenas amigas!
Luego llegó Peti! Oh! Peti, realmente fue una sorpresa que venga desde Hamburg a pasar unas horas en Berlín sólo para verlos.  A Peti no la veía desde el 2003 que vino a vivir a Alemania.  Ella es una buena amiga, que conocí por uno de mis hermanos y que hicimos migas y nos hemos llevado muy bien.  A pesar de la distancia nuestra amistad ha perdurado en el tiempo.
Después de muchos años estábamos otra vez las tres juntas recordando tantas cosas, el bus parrandero con Dar, cuando Peti enseñó a Alberto a volar, anécdotas y tan buenos recuerdos de otros tiempos pasados.  Teníamos poco tiempo para ponernos al día en nuestras vidas, que planes y sueños teníamos, proyectos de futuro y cosas del presente.
Luego de comer, nos fuimos a dar una vuelta por el barrio, conocer un poco y hacer reconocimiento del territorio, pero empezó a llover, así que tuvimos que regresar.  Es sólo una parada hasta la casa si vamos en el U-Bahn, pero no tenemos boleto.  Bueno, éste será nuestro secreto.
Ya en casa, una buena cena, la mejor compañía, muchos recuerdos y nuevas ilusiones.  Nos tocó despedirnos de Peti.  ¡Qué alegría verla después de tantos años!  Prometemos volvernos a ver.  A ver quien cumple primero.
Y ya después, mientras todos dormían, Dar y yo nos sentamos en la cocina, con una taza de té para hablar de todo, para ponernos al día, aunque estábamos bastante al día, pero había que poner muchos detalles a todo.  ¡Qué buena conversación!
Al día siguiente nos fuimos a recorrer Berlín.  Aunque nuestro plan era salir muy temprano para poder aprovechar el día, el desayuno se hizo largo con los panecillos tan deliciosos y mientras armábamos los planes del día, la ruta a seguir, la mañana nos ganó.  Pero no importa sacaremos tiempo para todo.  Salimos y entre S-Bahn, U-Bahn, bus, y mucho andar Berlín se hizo nuestra.  Fuimos al Alexanderplatz, Fuente de Neptuno, Puerta de Brandenburgo, Monumento al Holocausto, el congreso, plazas, parques.  Tantas cosas, sitios que me traen tantos buenos recuerdos, que activan mi ilusión, mis ganas de volver.
Me hacía mucha ilusión poder compartir con Jorge y Alberto este viaje.  Claro, con Aitana también, pero está claro que ella no iba a conocer y entender igual que los chicos.  Deseaba que ellos puedan conocer más de Europa, no quedarnos sólo con España.  Que puedan ver todo lo que se puede aprovechar de vivir en Europa, todo lo que podemos conocer, lo que podemos aprender.  Íbamos avanzando el paseo y no podía dejar de verlos, ver sus ojos, su mirada.  Intentaba adivinar sus pensamientos, saber si realmente les gustaba lo que veían y si veían más allá de lo que a simplemente vista se puede ver.  Estaba pendiente de cualquier comentario para calmar mi curiosidad.
Al día siguiente salimos otra vez para terminar los sitios que se nos quedaron pendientes el día de antes.  Pasamos por la Iglesia Memorial Kaiser Wilhem o también conocida como La Iglesia del Recuerdo.  Una pena que la Iglesia destruida después de la segunda guerra mundial está en reformas o alguna obra y está totalmente cubierta y no se podía ver desde fuera, pero sí que pudimos entrar al museo.  También fuimos al Check Point Charlie, que es un museo que yo tenía muchas ganas de ver otra vez.  Está frente al antiguo puesto de control de la frontera americana y rusa.  Es un lugar donde, según yo recordaba en mi visita de 1993, podías ver, se podía sentir la desesperación de los ex DDR cuando intentaban cruzar el muro en búsqueda de su libertad.  Ahora, el museo ha crecido mucho.  Veo menos cosas que antes, pero mucha, mucha letra que leer.  Y claro, con tantísimas letras se necesitan unos 3 días para poder ver todo.  Han incluido mucho más cosas y temas que se cruzan, pero bueno.  Después nos fuimos al Germandermarkt, con la Catedral Francesa a un lado y todo lo demás, pero que ahora mismo no recuerdo los nombres.  Pero el lugar era muy lindo, perfecto para sentarse y mirar, admirar y seguir viendo la gente pasar.  Se lo recomiendo a todos los que planeen visitar esta linda ciudad.
En fin, tanto que ver, tanto que se nos ha quedado pendiente.  No pudimos entrar al congreso porque ahora para poder entrar hay que pedir cita unos tres días de anticipación, según nos dijeron para enviar los datos de los posibles visitantes a la Interpol y así tomar las medidas de seguridad necesarias.  Además también queda pendiente para una próxima vez, pasear por la ciudad, pero tranquilos, sólo para disfrutar de la propia ciudad, de su gente.  Sentarse en una terraza y ver a la gente pasar.  Eso me encanta.
Llegó la última noche en Berlín, por esta vez.  Vino Jens a buscarnos para ir al aeropuerto y empezar el viaje de regreso.  Que al igual que el de ida, fue muy emocionante.  Según nuestros planes, teníamos 2 horas desde que aterrizara el avión en Barcelona hasta que saliera el bus de la estación.  Teniendo en cuanta lo que nos había costado llegar, no tendríamos problemas.
Ya en el aeropuerto, haciendo la fila para chequear, tardaba mucho, pero por fin abrieron el counter de atención.  ¡Bien!  Nos tocó la primera fila, que bien.  Pasamos los controles de seguridad y llegamos a nuestra sala de embarque.  Según la hora que nos dijeron empezaría el embarque, seguramente sería todo muy rápido.  Pero de pronto todos sentados, esperando y viendo el reloj, hasta que “la voz” dice que nuestro vuelo tiene una hora de retraso.  No lo podía creer.  Ahora sí que teníamos los minutos contados, no podíamos perder ni un minuto, si no perderíamos el bus.  ¡Qué stress!  Luego pensé que pase lo que pase no podíamos hacer nada.  Disfrutaría los últimos minutos en Berlín y una vez que lleguemos a Barcelona correríamos para no perder el bus a Zaragoza.
Por suerte el vuelo sólo tuvo la hora de retraso que anunciaron.  Llegamos a Barcelona y mientras sacamos las maletas y salimos eran pasadas las 6.30 de la tarde.  Según recordábamos, teníamos que ir a la estación de Sants, donde habíamos llegado porque el bus sale a las 19.10 horas.  Tomamos el bus lanzadera, pero para estar seguros y no nos pase como en la ida que nos subimos al cercanías equivocado, pregunté si iba a la estación.  La conductora me dice “sí”, perfecto pensé, esta primera conexión ha sido perfecta.  De pronto nos cruzamos con un tren y el bus paró en el otro terminal del aeropuerto.  Me acerqué a la conductora y pregunto: “Este es el otro terminal, pero luego iremos a la estación, no?”.  La mujer me miró y dice “Pues no, si ves por ahí, está el cartel que dice RENFE.  Ahora se tienen que bajar acá y caminar hasta la estación.  Sólo cuando llegan es que los vamos a buscar a la misma estación.  Además, si te diste cuenta, el cercanías ya se fue y el próximo sale en media hora y en ese tiempo sí llegas.”  Me quedé helada.  Miré mi reloj y eran las 6.45 de la tarde y si esperábamos al siguiente tren de cercanías ya no llegaríamos al bus.  En ese mismo momento tomamos la decisión de ir en taxi.  Preguntamos al taxista si llegaríamos a Sants a tiempo y por suerte se le vio identificado y nos dijo que lo intentaríamos.  El taxista nos empezó a conversar, comentar del tráfico, del nombre de las calles de Barcelona, de dónde éramos y más.  De pronto sentí un nudo en el estómago y miré rápidamente los boletos del bus.  ¡Oh no! No decía “Barcelona Sants”.  En el boleto decía “Barcelona Nord”.  ¡No lo podía creer!  Teníamos que ir a la otra estación de Barcelona.  Le pregunté rápidamente si podríamos llegar y nos dijo que quedaba un poco más lejos pero que lo intentaríamos, pero también me di cuenta que nuestro bus no salía a las 19.10 horas, si no a las 19.30 horas.  ¡Gracias Dios!  Teníamos 20 minutos más llegar.  Al final llegamos a la estación Nord pasadas las 19.25, bajé corriendo con Aitana en la mano, a la pobre se le gastaron la punta de los zapatos de hacerla correr, casi arrastrar por la calle para llegar la bus.  ¡Qué ganas de ir al baño!  Uy! Dos buses de la misma compañía ¿Cuál será el nuestro?  Empecemos por el que está más cerca.  Llegué corriendo mientras Jorge venía detrás con Alberto tirando de las maletas, le pregunto al conductor, casi sin poder respirar, si es el bus que va a Zaragoza y me dice que sí!  No lo podía creer, habíamos llegado.  Sin aliento, empecé otra vez a respirar en paz, pensando que lo habíamos logrado.  Subimos al bus, nos sentamos y listo.  Dos minutos más y la puerta se cerró y el bus partió.  Ya sentados en el bus reflexioné sobre esta aventura y dije, si el avión no se hubiera retrasado, hubiéramos tomado el cercanías a tiempo y nos hubiéramos ido a Sants a esperar el bus, que nunca hubiera llegado y ahí sí que hubiéramos perdido el bus de regreso a casa.
Luego de todo el día de viaje, no habíamos tenido tiempo de ir al baño, comer algo, etc.  Pero no importa, como a la ida, a la mitad del camino el bus para en una estación de servicio y ya comeremos algo porque llegaremos a casa pasadas las 11 de la noche.
El tiempo y los kilómetros iban pasando y también iba pensando que cada vez más pronto llegaría la parada.  Pero veo pasar la estación de servicio en la que paramos a la ida y kilómetros más.  Este bus no para.  Todo el viaje sin paradas.  Bueno, ya miremos el lado bueno, aunque con hambre y muchas ganas de ir al baño, llegaremos a casa según lo planeado.
Así fue, llegamos a Zaragoza, mi papi nos recogió y vinimos a casa.  Después de tan pocos días fuera de casa y de haberlo pasado tan bien, ya estábamos otra vez en casa, en nuestro hogar y a preparar todo para el martes ir a trabajar, colegio y recuperar la rutina otra vez.
Agradezco a Darlene y familia por recibirnos en su casa y hacernos pasar unos lindos días.  Además de la buena conversación y buen rato.  De haber tenido la posibilidad de recargarme de energías.  También a Peti, que desde Hamburg fue en tren sólo para vernos unos horas.  ¡Ha sido lindo verlas otra vez!  Espero que se repita muy pronto.
Y no puedo dejar de nombrar y agradecer a mis ángeles cuidadores, que tanto en la ida como en el camino de  regreso me han recordado que nos estamos solos, que cada paso que damos, está supervisado para que todo salga bien.  Ahora más que nunca dejaré mis preocupaciones en el futuro en mano de mis ángeles que estoy segura me guiarán de la mejor manera en las decisiones que sean necesarias para un futuro mejor.