miércoles, 26 de noviembre de 2014

¿En qué momento?


Hace unos días me preguntaba, ¿en qué momento nuestros hijos dejan de ser lo que esperamos?
Cuando son bebés, todo gira alrededor de ellos, son el centro de tu vida, de tu mundo.  Actúas, sin ningún manual de instrucciones, de la mejor manera posible.  Pero esa etapa de bebé, aunque es agotadora: noches sin dormir, leches, pañales; es la etapa más simple que se puede vivir como padres.
Luego, tu pequeño bebé va creciendo, aún es un niño pequeño, dependiente, pero va ganando independencia.  Si tienes que trabajar, puede ser que te ayuden los abuelos, algún amigo o familiar o, si no tienes otra alternativa lo llevas a la guardería o nido para que tu pequeño inicie una nueva etapa de aprendizaje y sociabilización.  Durante esta etapa ya empiezas a perder el control total sobre su vida.  Por más agenda o comunicación que haya, ya existen pequeñas lagunas en la vida de tu bebé que no puedes conocer al cien por cien.  Pero aunque pase esto, sigue siendo tu bebé, tu pequeño, que al final del día se queda dormido en tus brazos.
Proteges su entorno, se relaciona con la familia, amigos.  Sus amigos los eliges tú y así estás tranquilo.
Ya más grande, empieza el colegio y pasa más tiempo en su nuevo espacio, aprendiendo muchísimas cosas, como a relacionarse, sociabilizar, elegir a sus amigos.  Aunque en realidad tampoco es del todo así, porque juega con quien quiere y a esta edad realmente no son amigos, simplemente son los compañeras con los que  hoy coinciden en el mismo juego, sus relaciones son más básicas.  Para el resto de actividades sigues eligiendo a sus amigos, según tu relación con los padres.
Tu pequeño y tierno bebé sigue creciendo y ya le toca hacer la comunión.  Ya va creciendo, creando su círculo de amigos, sus hábitos de estudios y estrategias para aprobar el curso.  Según qué cosas haga o deje de hacer, con quienes se relacione dentro y fuera del colegio, se va acercando o alejando de ese plan que tenías para él.  Todavía es dócil y va aceptando consejos e indicaciones y se deja guiar, aunque, sin que te des cuenta, sigue tomando sus pequeñas grandes decisiones y va viendo sus consecuencias.
Ahora es tu hijo quien elige tus relaciones, según que amigos tenga, te vas relacionando con sus padres.
El niño de tus ojos ya es un adolescente.  Ahora es cuando estás a prueba. ¿Cuánta paciencia, aguante e imaginación tienes para sobrevivir con un adolescente en casa?  El pequeño está terminando primaria, va eligiendo nuevos amigos.  Tomas aire y respiras profundamente esperando que esos nuevos amigos que tiene ahora y que dice son sus mejores amigos para toda la vida, sean personas que le aporten cosas positivas.
Ahora cada uno ha elegido a sus amigos.
Como eres su padre o madre te dirá sólo lo que quiere que sepas.  Ya tiene novia, la ha elegido por aspectos que desconoces, unas veces entiendes y otras no.  Ya fuiste adolescente, según lo que vas viendo imaginas cómo va a terminar.  Intentas alertar de los malos pasos para evitarle la frustración y el dolor, pero, aunque nos duela tiene que aprender y conocer el dolor y frustración, las consecuencias de sus decisiones.  A algunas cosas te hace caso, a otras se arriesga, creyendo, con la fuerza de su juventud, que lleva la razón y la verdad.  Además ahora tú eres mayor y las cosas no son como antes.
Te dedicaste siempre a transmitirle interés por estudiar y ser alguien en la vida, por explicarle que, para conseguir sus metas personales y profesionales tiene que esforzarse siempre y no perder su rumbo.  Siendo aún joven decidirá qué estudiar y hacer con su vida.

En fin, ya han pasado muchos años, muchas noches en vela, muchas lágrimas y más alegrías, algunas decepciones y más situaciones que te han llenado de orgullo.  Ya viene tomando sus propias decisiones y, si bien para ti siempre será tu bebé, ahora es un adulto que va llevando su vida, con los estudios que haya realizado, con el trabajo que pueda haber conseguido y la pareja que tenga al lado o no.  Quizá ya tenga sus propios hijos y los estará empezando a criar de alguna manera.  Todo esto lo hará a su manera, te guste o no.  Te preguntas ¿en que momento tu hijo está dejando de ser lo que tú querías?  Te sientes traicionado, decepcionado porque no sigue tus consejos, tus planes, no va cumpliendo tus sueños.  Ves cosas que seguramente tú harías de otra manera y hasta mejor.  Te adelantas a los hechos y crees que sabes cómo va a terminar todo, pero ahora ese camino que va tomando tu hijo te puede sorprender y es que, finalmente, está viviendo su vida, con sus propias experiencias, triunfos, decepciones y alegrías.  Sólo te queda acompañarlo e intentar en el camino quitarle alguna piedra sin que se de cuenta y disfrutar tu vida viendo como él disfruta la suya.


jueves, 13 de noviembre de 2014

Julierías - volumen 6




La idea de ir anotando ideas y reflexiones que surgen de pronto me ha gustado mucho y quiero compartirlo.  Son mi pequeño y humilde homenaje a las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, que me han inspirado.

¡A disfrutar y reflexionar!

  • ·         Si aceptas las cosas como vienen, al final todo va a salir bien.
  • ·         ¡Hoy no estoy!  Pero, ¿a dónde he ido?
  • ·         ¡Vas muy bien vestida!  Como para ir a la radio.
  • ·         Mientras escribo sobre lo que me hace daño, sufro.
  • ·         Del mismo productor de “los ricos también lloran” y “los pobres también ríen”, el próximo estreno “los pijos también chillan”.
  • ·         ¡Ya lo vi!  Temía al dolor, ahora que lo sé, está superado.
  • ·         ¿En qué momento dejamos de ser lo que nuestros padres esperaban y empezamos a vivir nuestras propias experiencias?
  • ·         En las ocasiones especiales es cuando te das cuenta para quién eres importante.  ¡Y para quién no!
  • ·         Decía mi abuela: “cuando la casa se pinta, alquilar se quiere”.
  • ·         Aunque somos hijos de los mismos padres y criados en la misma casa, ¡qué diferentes somos todos!
  • ·         Cuando el cerebro no entiende y responde el hígado.
  • ·         Sentirse motivado aleja las enfermedades.
  • ·         La voz y el olor de aquella persona que ya no está.
  • ·         Cuando nosotros elegimos los amigos de nuestros hijos y ellos eligen nuestros amigos.
  • ·         Cada uno es dueño de su verdad.


martes, 4 de noviembre de 2014

De súper mega rebajas


El último fin de semana mi marido me avisó de que, en un centro comercial de Zaragoza, una tienda que se caracteriza por “no ser igual”, haría una venta especial durante cuatro días.  Lo estaban organizando de una manera muy sencilla.  En la publicidad indicaban, de una manera resumida, los precios de sus artículos.

La verdad es que me sentí tentada porque desde hace tiempo estaba buscando algún monedero, bolso o accesorio de esa marca.  La ropa en las rebajas siempre es de talla pequeña, así que no quería ilusionarme mucho.

El primer día de estas rebajas me fui al centro comercial para ver que había.  Llegué a la tienda y había mucha seguridad.  En la puerta te miraban de arriba abajo y te entregaban una bolsa que, si no comprabas nada, tendrías que devolver a la salida.  Además te entregaban un papel doblado con la normativa y precios de los artículos para estos días de ofertas especiales.  Me quedé con el papel por el lado de los precios.

Entré, todo parecía un poco caótico.  Cajas llenas de bolsos y accesorios en el medio, hacia un lado cajas con ropa que se iba escapando, más adelante perchas con los abrigos. Me dispuse a ver si encontraba algo de lo que me interesaba y listo, regresaría a casa.  Aunque pensé que estando allí, podría dar una vuelta y ver si había algo más que valiera la pena.  Empecé a dar vueltas y vueltas y vueltas.  Miraba y tocaba todo, revisaba las tallas que no tenían mucho sentido, una talla M que se veía grande y una XL que era la mitad de la M.  Cogí un par de camisetas.  Empecé a poner cosas en mi bolsa y como vi unos espejos, planeé plantarme delante de alguno e intentar ver si las camisetas y sudadera me podían quedar.

Seguía dando vueltas por la tienda, vi que medio local aún estaba lleno de cajas cerradas y el personal, debidamente uniformado, iba sacando más y más ropa.  Cuando yo pensaba que ya lo había visto todo y me disponía a salir, vi que había muchas cosas nuevas y volvía a empezar.

En la caja de los accesorios busqué algún monederos más entre calzoncillos, bufandas, bolsos, pulseras y no sé qué más.  Yo miraba tranquilamente, respetando a las personas, la mayoría mujeres, que estaban a mi alrededor.  Hubo una que miraba con desesperación en la misma caja que yo.  Todo lo que no le valía, lo iba echando donde yo estaba buscando.  La miré tres veces, esperando que se diera cuenta que no era agradable, pero nada, ella siguió.  La montaña de cosas se hizo grande sobre mi mano, así que me harté y con un ligero movimiento de dedos, la montaña se destruyó.  Me fui de esa zona y me puse a ver los dichosos abrigos que, como el resto de la ropa, eran sólo de un par de tallas que yo nunca he usado.  Estaban colgados con su percha en una barra.  Iba viendo todos, uno por uno, sólo por comprobar si había alguno en otra talla que la treinta y ocho o la cuarenta.  Mientras iba avanzando, vino una mujer por el otro lado y empujó las perchas contra mi mano.  Levanté la mirada y la mujer ni se había dado cuenta de que había más gente ahí.  Me fui a otro lado, donde estaban las cajas con vestidos, mucha gente se los probaba sobre la ropa.  Me intenté acercar a las cajas y era como si fuese el patito feo del cuento, se cerraban en banda y no había forma de llegar.   Me rendí.  Di un paso atrás y me dije: “hay que tener un carácter especial para venir de súper mega rebajas a esta tienda, estar dispuesta a empujar, echarme encima de otra persona o lo que hiciera falta, y yo no estoy interesada ni soy así”.

Finalmente me planté delante de un espejo, el más discreto que tenían y me probé la sudadera y calculé por encima las camisetas.  La sudadera sí, las camisetas no.  Pensé ¡vale ya!  Es verdad que están muy baratas, en comparación de su precio habitual, pero tampoco me tengo que volver loca.  Me puse a ver las etiquetas de lo que llevaba y no lo podía creer, a la sudadera aún le colgaba la etiqueta por 79€ y en la lista de precios ponía sólo 19€ y un neceser, con la etiqueta por 39€, una pegativa que marcaba el 10% de descuento a 35,10€ y finalmente lo compré por 9€.  Entiendo que con ese precio la marca todavía estaba ganando dinero.  No quiero pensar los márgenes que tienen sin rebajas.

Desde ese momento, me dediqué sólo a mirar a la gente y su conducta.  Me di cuenta que muchas iban preparadas con pantalones estrechos y camiseta de tirantes.  Así que se quitaban lo que tuvieran sobre la camiseta de tirantes y se podían probar todo sin problemas.  Otras, más osadas, se quedaban en sujetador o sostén mientras se iban cambiando la ropa.  La mayoría de las mujeres se veían muy “fashion” pero tan histéricas por pillar lo máximo al menor precio para lucir marca.

Hice mi pequeño estudio, observé y pensé que tenía tema y material para una nueva publicación y aquí estoy.


Ya en mi casa, revisando “mi tesoro”, encontré el papel con los precios y normativa, que lo leí con detenimiento.  Indicaban, por ejemplo, que no podías entrar si llevabas ropa o accesorios de esa marca; que no aceptan cambios ni devoluciones; y que, como es una tienda que “no es igual”, no ibas a disponer de probadores, y tenías que probarte la ropa como y donde puedas.  Entonces entendí un poco de lo que vi esa mañana.