martes, 4 de noviembre de 2014

De súper mega rebajas


El último fin de semana mi marido me avisó de que, en un centro comercial de Zaragoza, una tienda que se caracteriza por “no ser igual”, haría una venta especial durante cuatro días.  Lo estaban organizando de una manera muy sencilla.  En la publicidad indicaban, de una manera resumida, los precios de sus artículos.

La verdad es que me sentí tentada porque desde hace tiempo estaba buscando algún monedero, bolso o accesorio de esa marca.  La ropa en las rebajas siempre es de talla pequeña, así que no quería ilusionarme mucho.

El primer día de estas rebajas me fui al centro comercial para ver que había.  Llegué a la tienda y había mucha seguridad.  En la puerta te miraban de arriba abajo y te entregaban una bolsa que, si no comprabas nada, tendrías que devolver a la salida.  Además te entregaban un papel doblado con la normativa y precios de los artículos para estos días de ofertas especiales.  Me quedé con el papel por el lado de los precios.

Entré, todo parecía un poco caótico.  Cajas llenas de bolsos y accesorios en el medio, hacia un lado cajas con ropa que se iba escapando, más adelante perchas con los abrigos. Me dispuse a ver si encontraba algo de lo que me interesaba y listo, regresaría a casa.  Aunque pensé que estando allí, podría dar una vuelta y ver si había algo más que valiera la pena.  Empecé a dar vueltas y vueltas y vueltas.  Miraba y tocaba todo, revisaba las tallas que no tenían mucho sentido, una talla M que se veía grande y una XL que era la mitad de la M.  Cogí un par de camisetas.  Empecé a poner cosas en mi bolsa y como vi unos espejos, planeé plantarme delante de alguno e intentar ver si las camisetas y sudadera me podían quedar.

Seguía dando vueltas por la tienda, vi que medio local aún estaba lleno de cajas cerradas y el personal, debidamente uniformado, iba sacando más y más ropa.  Cuando yo pensaba que ya lo había visto todo y me disponía a salir, vi que había muchas cosas nuevas y volvía a empezar.

En la caja de los accesorios busqué algún monederos más entre calzoncillos, bufandas, bolsos, pulseras y no sé qué más.  Yo miraba tranquilamente, respetando a las personas, la mayoría mujeres, que estaban a mi alrededor.  Hubo una que miraba con desesperación en la misma caja que yo.  Todo lo que no le valía, lo iba echando donde yo estaba buscando.  La miré tres veces, esperando que se diera cuenta que no era agradable, pero nada, ella siguió.  La montaña de cosas se hizo grande sobre mi mano, así que me harté y con un ligero movimiento de dedos, la montaña se destruyó.  Me fui de esa zona y me puse a ver los dichosos abrigos que, como el resto de la ropa, eran sólo de un par de tallas que yo nunca he usado.  Estaban colgados con su percha en una barra.  Iba viendo todos, uno por uno, sólo por comprobar si había alguno en otra talla que la treinta y ocho o la cuarenta.  Mientras iba avanzando, vino una mujer por el otro lado y empujó las perchas contra mi mano.  Levanté la mirada y la mujer ni se había dado cuenta de que había más gente ahí.  Me fui a otro lado, donde estaban las cajas con vestidos, mucha gente se los probaba sobre la ropa.  Me intenté acercar a las cajas y era como si fuese el patito feo del cuento, se cerraban en banda y no había forma de llegar.   Me rendí.  Di un paso atrás y me dije: “hay que tener un carácter especial para venir de súper mega rebajas a esta tienda, estar dispuesta a empujar, echarme encima de otra persona o lo que hiciera falta, y yo no estoy interesada ni soy así”.

Finalmente me planté delante de un espejo, el más discreto que tenían y me probé la sudadera y calculé por encima las camisetas.  La sudadera sí, las camisetas no.  Pensé ¡vale ya!  Es verdad que están muy baratas, en comparación de su precio habitual, pero tampoco me tengo que volver loca.  Me puse a ver las etiquetas de lo que llevaba y no lo podía creer, a la sudadera aún le colgaba la etiqueta por 79€ y en la lista de precios ponía sólo 19€ y un neceser, con la etiqueta por 39€, una pegativa que marcaba el 10% de descuento a 35,10€ y finalmente lo compré por 9€.  Entiendo que con ese precio la marca todavía estaba ganando dinero.  No quiero pensar los márgenes que tienen sin rebajas.

Desde ese momento, me dediqué sólo a mirar a la gente y su conducta.  Me di cuenta que muchas iban preparadas con pantalones estrechos y camiseta de tirantes.  Así que se quitaban lo que tuvieran sobre la camiseta de tirantes y se podían probar todo sin problemas.  Otras, más osadas, se quedaban en sujetador o sostén mientras se iban cambiando la ropa.  La mayoría de las mujeres se veían muy “fashion” pero tan histéricas por pillar lo máximo al menor precio para lucir marca.

Hice mi pequeño estudio, observé y pensé que tenía tema y material para una nueva publicación y aquí estoy.


Ya en mi casa, revisando “mi tesoro”, encontré el papel con los precios y normativa, que lo leí con detenimiento.  Indicaban, por ejemplo, que no podías entrar si llevabas ropa o accesorios de esa marca; que no aceptan cambios ni devoluciones; y que, como es una tienda que “no es igual”, no ibas a disponer de probadores, y tenías que probarte la ropa como y donde puedas.  Entonces entendí un poco de lo que vi esa mañana.



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