martes, 9 de septiembre de 2014

El nuevo pasado


¡Qué bien reunirte con viejos amigos!  Recordar es volver a vivir.

Después de mucha organización e ilusión, te preparas a volver a ver a esa persona de tu pasado, algún compañero del colegio o del barrio.  Cuando ya están juntos, no dejas de hablar de esa etapa de la vida en la que coincidieron.  Empiezas a ponerte al día como si no hubiera pasado el tiempo.  Sigues recordando, vas preguntando por los padres y hermanos: ¿cómo van?, ¿a qué se dedican?, ¿cómo los ha tratado la vida?  Hay tanto que comentar, tantos temas pendientes.  Hablas y hablas, cada tema se relaciona con otro y te sirve para enlazar una cosa con otra y así te pasas horas y horas.  Lo estás disfrutando tanto, que es como si fuese ayer, lo estás viviendo otra vez.

Vamos comentando como ha ido la vida de cada uno durante los años que no se frecuentaron, como, con esfuerzo y dedicación, pudieron superar las dificultades, como aprovecharon las oportunidades que la vida les puso delante y hoy están donde están.  También comentar que la vida ha sido complicada y, aunque tuvieron una infancia acomodada, hoy la situación es más dura.  En fin, van comentando en lo que los ha cambiado la vida de cada uno y como han madurado y superado los obstáculos.  Siempre, sea como sea, todo se cuenta con orgullo y mucha dignidad.

Cuando te toca hablar, vas contando.  Recuerdas tu infancia, respondes a cada pregunta con la mayor sinceridad posible, comentas todo con mucha veracidad, ¡si se conocen de toda la vida!

Pero, de pronto, empiezas a escuchar cosas de su pasado que no encajan con la versión que tú tienes. Aunque no sabes todo, sabes mucho y vas recordando peculiaridades de esa persona y de su familia y así no era la historia.  Te preguntas qué ha pasado, en qué momento cambió todo.  No pasa nada, piensas, igual te distrajiste un momento y perdiste el hilo de la historia.  Crees que luego se aclarará todo.  Pero sigue transcurriendo la conversación y la historia sigue cambiando.  Tu amigo de toda la vida te empieza a contar cosas que, a ti te constan, fueron diferentes.

Te desconectas de la historia de su nuevo pasado y recuerdas historias similares que con el tiempo han ido cambiando.  Este era un próspero empresario, que procedía de una familia acomodada.  Su padre fue un honorable profesor y su madre era una respetada ama de casa.  Vivió con las comodidades suficientes, sin mayores lujos, pero sin carencias.  Hoy cuando cuenta su historia y como creó su imperio dice: “Yo, que era una ‘pata en el suelo’ me hice solo, con mucho esfuerzo y hoy tengo esta casa y otra en la playa y todo esto, por mí mismo…”  Lo que tú sabías es que sus padres le dieron estudios y formación y siempre lo apoyaron en sus proyectos.  Es verdad que la empresa y lo demás lo pudo conseguir con su trabajo, pero sin la formación y apoyo, ¿lo hubiera conseguido?  Cada uno tiene su propia versión de su pasado.

Te mantienes distraído un rato más y recuerdas otras historias similares de aquellas personas que durante su infancia sí que tuvieron comodidades, pero por las vueltas que da la vida, hoy están viviendo una época más difícil y con algunas carencias.  Cuentan que en su vida pasada tuvieron dinero, pero que su situación actual se debe a las desgracias que han padecido por una mala asociación empresarial o inadecuadas inversiones o cosas así.  Y luego están aquellos que tenían una infancia humilde y, de pronto, pudieron disfrutar de una riqueza inexplicable, pero tan inexplicable que ahora mismo y ante una pregunta directa tampoco pueden responder.

Finalmente entiendes lo que es obvio, esa persona que creías conocer de toda la vida, ha tenido una niñez que no conocías.  Esa persona, con su nueva historia ya es otra, no aquella que conocías de toda la vida.


Hay muchas cosas con las que se puede tener tolerancia y cada persona a cosas diferentes, pero pillar a alguien en la mentira es complicado.  Si la confianza se pierde, se pierde todo.  Luego te preguntarás, ¿sobre qué más habrá mentido?





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