Mi colegio estaba,
y todavía está, en las afueras de Lima y nos costaba más o menos una
hora llegar en el autobús escolar. Tengo
tantos recuerdos de los viajes, por las mañanas tenía tiempo suficiente para
terminar algún deber que se me hubiera quedado por hacer o para estudiar para
algún examen, y por las tardes teníamos tiempo para conversar con las
compañeras y hasta para dormir un poco y recuperarse del madrugón. También recuerdo la etapa cuando Perú fue
azotado por el terrorismo. La carretera
atravesaba algunas localidades que estaban catalogadas como “zona roja” y,
varias veces, los pobladores bajaron hasta la carretera y la cerraron haciendo
piquetes. Nosotros esperábamos
tranquilos en el autobús. En esa época
no se llevaban móviles ni nada y nosotros con la única ilusión que los
profesores responsables en el autobús decidan regresar y no ir a clases ese día
por motivos de seguridad.
El colegio era femenino y bastante estricto. Estaba dirigido por monjas alemanas con una
doctrina religiosa muy conservadora pero a la vez de vanguardia, con ideas y
conceptos modernos y actuales, para la vida real. Puedo decir que mi experiencia fue grata y me
ha dejado muy buenos recuerdos y las mejores amigas para toda la vida.
Era un colegio pequeño, una o dos clases por año y
la mía era especialmente pequeña, tanto que, al final, sólo nos graduamos dieciocho
alumnas. Al resto las perdimos por el
camino. Las que llegamos hasta el final
veníamos desde de infantil, con alguna repesca de repetidoras o alguna nueva
incorporación durante la vida escolar, la mayoría nos conocíamos desde los
cuatro o cinco años, desde siempre. Aún
mantengo amistad y relación con casi todas, a pesar de mi intolerancia al
teléfono y de que vivo fuera de mi país, intentamos estar siempre en
contacto. Vamos buscando canales de
comunicación para estar al día de nuestras vidas y que la distancia física, las
diferencias horarias y demás obstáculos no sean impedimento para perder la
pista de alguna. Son esas personas a las
que tú les cuentas lo que quieres, ellas entienden lo que piensas y perciben lo
que siente tu corazón. ¡De las que no se
puede engañar, de las mejores amigas!
Teníamos una compañera que, durante el año escolar
en Perú, estaba con nosotras y en las vacaciones de verano venía con su familia
a Europa para estudiar en un colegio de aquí.
Así aprendía otro idioma y las costumbres del país anfitrión. Las compañeras de clase no entendíamos como
podía vivir sin vacaciones, siempre estudiando, ya sea aquí y allá, pero siempre tenía que ir al colegio. ¡Todo estaba tan organizado en su familia! La percepción que tengo es que su madre, que
también había estudiado en nuestro colegio, era muy exigente y la exprimía al
máximo. Casi como yo quisiera que mis
hijos aprovechen su etapa escolar y aprendan todo lo que puedan, que ahora es
el momento. Dos o tres años antes de
terminar el colegio, con unos catorce o quince años, a esta compañera la
cambiaron de centro. Nunca entendí muy
bien por qué sus padres tomaron la decisión de sacarla de la escuela a la que
había ido desde los cuatro años y, más aun, cuando no faltaba casi nada para terminar. ¡Decisiones de padres! No sé quién lo quiso así, pero ella no tuvo más
relación con las compañeras del viejo colegio.
Ella nunca nos dijo nada o yo nunca me enteré. Imagino que ella sí recibió alguna
explicación que la dejó satisfecha, quizá sólo aceptó la decisión de sus padres,
no lo sé. Luego, a través de esta
compañera con la que mantuvo relación, nos enteremos que los padres habían
considerado adecuado hacer el cambio porque en el nuevo colegio tendría mejores
relaciones, que serían importantes para el futuro. El nuevo colegio estaba en la ciudad de Lima
y es verdad que las chicas que iban a ese centro eran de un nivel
socio-económico más alto que el de la escuela que íbamos nosotras, no había el
peligro de ir cada día por la carretera, ni tantas otras cosas. Durante muchos años este tema me ha dado
vueltas en la cabeza. Me preguntaba qué
había en nosotras que podría perjudicar el futuro de nuestra compañera. ¿Es realmente cierto que las relaciones son
tan importantes en la vida?
Durante mucho tiempo pensé que los amigos son los
amigos y son las mejores relaciones y más aun, si son de toda la vida. Sinceramente, me costaba mucho entender la
decisión de aquellos padres. Ahora,
después de dar muchas vueltas a este tema, he entendido su decisión. Aunque entender no significa justificar o
estar de acuerdo por completo.
Me he dado cuenta que las relaciones y hoy llamadas
“redes” son importantes para todos. Son
importantes porque, según con quien nos relacionemos tendremos unas u otras
oportunidades. Eso no significa
aprovecharnos o exprimir a nuestros amigos.
¡No voy a eso! Quiero decir,
tenemos la posibilidad de tener cosas tan básicas como diferentes temas de
conversación, tenemos acceso a personas tan diferentes y con su vida enriquecer
la nuestra. Cada red tiene un tema en
común, que es el motivo de su creación.
Cada miembro de la red, aunque tiene esa característica en común con el
resto, tiene su propia vida, personalidad, ideología, que enriquece el círculo
y lo hace más interesante, vivo y seguramente feliz.
Hoy entiendo la importancia de las redes y las
relaciones. Tengo la suerte de formar
parte de diferentes redes y de tener muy buenas relaciones y amigos. Algunos vienen de toda la vida, otros de los
últimos meses. Todos enriquecen mi vida
compartiendo sus experiencias y sus vivencias.
Voy aprendiendo mucho y, sobre todo, lo disfruto. Cada uno tenemos una forma particular de
expresar y contar nuestras historias, así que aunque sean similares, siempre
son diferentes.
Les puedo contar, por ejemplo de una de las redes en
las que participo. Es el huerto. Seguro los que más me conocen ya lo han
visto. Somos un grupo de mujeres que
vamos trabajando un huerto en común.
Vamos sembrando, regando y limpiando lo que al final del verano vamos a
cosechar. Imagino que si nos vemos por
separado no tenemos mucho en común.
Seríamos una abogada madura y jovial que nos acoge y nos demuestra que
con esfuerzo y determinación se puede llegar lejos, una periodista que da
clases de escritura y transmite muy buena energía, una reumatóloga amante de
las hogueras, una estudiante de teatro con una gran sonrisa y carisma para los
niños, una entomóloga, otra periodista, una mujer en paro que espera
encontrarse al llegar a los cuarenta y alguna más. Nos ha unido el reto y la pasión del huerto,
de hacernos hortelanas y pasar nuestros ratos ahí, al sol, disfrutando de la
tierra y sus frutos.
Además están mis otras redes, las amigas del
colegio, los amigos de verano, las madres del colegio de los hijos, los amigos
de toda la vida y los de ahora, la familia.
Tantas personas a mí alrededor para no sentirme sola, para saber que si
caigo tendré una red que me aguante y soporte mi caída.
Ya lo sabes, no te quedes solo. Uno solo puede llegar muy lejos y crecer
mucho, pero siempre llegarás más lejos y crecerás más si vas acompañado.
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