En mi casa nunca me siento sola. Tengo la creencia que mi abuela, que falleció
hace más de quince años, aún está conmigo y se encarga de cuidar de mí y mi
familia. Yo soy de las que creen en
fantasmas y espíritus y creo que algunas veces se quieren comunicar con
nosotros para alertarnos de los peligros o para encontrar su paz interior. Una noche no podía dormir. Daba vueltas y vueltas en la cama. Sentía que había alguien en la puerta de mi
habitación observándome. Varias veces, me
armé de valor, abría y los ojos e intentaba identificar en la oscuridad quién
estaba ahí. Pero no veía nada. Entonces me levanté e hice un recorrido
rápido por mi casa, que no es muy grande.
Nunca veía a nadie, aunque sentía que alguien venía detrás de mí, sentía
frío, como corrientes de aire. Regresé a
la cama corriendo y, sin querer mirar atrás, me cubrí con el edredón casi hasta
la nariz. Seguía dando vueltas mientras
la razón peleaba con el temor. Una vez
más, me dije, y me levanté. Salí de mi habitación
buscando alguna respuesta. De pronto
tuve la sensación que alguien me iba guiando por casa. Alguien que, sin palabras, me decía donde ir. Luego llegué al final del pasillo, donde
tenemos la puerta de una habitación que usamos para guardar de todo y nada en
especial. Vi como la puerta se abría y
entraba luz de la calle. ¡No lo podía
creer! Había alguien ahí y me quería
decir algo. Pensé, esta es mi
oportunidad de tener una conversación con un fantasma. De pronto, sentí una voz muy bajita, justo en
el oído que me decía “mami, quiero hacer piss, ¿me acompañas al baño?” Y me
desperté. Era mi hija pequeña.
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Hace 7 años