domingo, 29 de abril de 2012

Disfrutando de Berlín

El vuelo de ida estuvo muy bueno y tranquilo.  Finalmente llegamos a Berlín.  Sentía una emoción muy grande, mi corazón latía a mucha velocidad.
Salimos y buscamos a Jens que nos había ido a recoger.  MMMM  UUUUUUU respiración profunda.  ¡Estoy en Berlín!  ¡No lo puedo creer, después de uno 10 u 11 años estoy otra vez aquí!  Fuimos en coche a casa de Dar, a ella la iba a ver después de 8 años.  La última vez que nos vimos fue en Lima, cada uno empezaba una relación con quienes ahora estábamos casadas, tenemos 2 hijas de la misma edad.  Cómo ha pasado el tiempo y como han cambiado nuestras vidas en sólo 8 años.  Nos vimos y reencontramos.  Lo bueno es que ella es de esas pocas amigas que uno tiene que son de toda la vida y no importa la distancia física que haya, en que lugares del mundo estés, cada vez que te ves, aunque hayan pasado casi 10 años, es como si hubiera sido ayer.  Es una amiga de esas con la que no tienes que pensar que decir o como decirlo, sólo tienes que decir lo que sientes y lo que piensas, sabes que te escucha sin juzgar y que te dice lo que realmente piensa.  ¡De las buenas amigas!
Luego llegó Peti! Oh! Peti, realmente fue una sorpresa que venga desde Hamburg a pasar unas horas en Berlín sólo para verlos.  A Peti no la veía desde el 2003 que vino a vivir a Alemania.  Ella es una buena amiga, que conocí por uno de mis hermanos y que hicimos migas y nos hemos llevado muy bien.  A pesar de la distancia nuestra amistad ha perdurado en el tiempo.
Después de muchos años estábamos otra vez las tres juntas recordando tantas cosas, el bus parrandero con Dar, cuando Peti enseñó a Alberto a volar, anécdotas y tan buenos recuerdos de otros tiempos pasados.  Teníamos poco tiempo para ponernos al día en nuestras vidas, que planes y sueños teníamos, proyectos de futuro y cosas del presente.
Luego de comer, nos fuimos a dar una vuelta por el barrio, conocer un poco y hacer reconocimiento del territorio, pero empezó a llover, así que tuvimos que regresar.  Es sólo una parada hasta la casa si vamos en el U-Bahn, pero no tenemos boleto.  Bueno, éste será nuestro secreto.
Ya en casa, una buena cena, la mejor compañía, muchos recuerdos y nuevas ilusiones.  Nos tocó despedirnos de Peti.  ¡Qué alegría verla después de tantos años!  Prometemos volvernos a ver.  A ver quien cumple primero.
Y ya después, mientras todos dormían, Dar y yo nos sentamos en la cocina, con una taza de té para hablar de todo, para ponernos al día, aunque estábamos bastante al día, pero había que poner muchos detalles a todo.  ¡Qué buena conversación!
Al día siguiente nos fuimos a recorrer Berlín.  Aunque nuestro plan era salir muy temprano para poder aprovechar el día, el desayuno se hizo largo con los panecillos tan deliciosos y mientras armábamos los planes del día, la ruta a seguir, la mañana nos ganó.  Pero no importa sacaremos tiempo para todo.  Salimos y entre S-Bahn, U-Bahn, bus, y mucho andar Berlín se hizo nuestra.  Fuimos al Alexanderplatz, Fuente de Neptuno, Puerta de Brandenburgo, Monumento al Holocausto, el congreso, plazas, parques.  Tantas cosas, sitios que me traen tantos buenos recuerdos, que activan mi ilusión, mis ganas de volver.
Me hacía mucha ilusión poder compartir con Jorge y Alberto este viaje.  Claro, con Aitana también, pero está claro que ella no iba a conocer y entender igual que los chicos.  Deseaba que ellos puedan conocer más de Europa, no quedarnos sólo con España.  Que puedan ver todo lo que se puede aprovechar de vivir en Europa, todo lo que podemos conocer, lo que podemos aprender.  Íbamos avanzando el paseo y no podía dejar de verlos, ver sus ojos, su mirada.  Intentaba adivinar sus pensamientos, saber si realmente les gustaba lo que veían y si veían más allá de lo que a simplemente vista se puede ver.  Estaba pendiente de cualquier comentario para calmar mi curiosidad.
Al día siguiente salimos otra vez para terminar los sitios que se nos quedaron pendientes el día de antes.  Pasamos por la Iglesia Memorial Kaiser Wilhem o también conocida como La Iglesia del Recuerdo.  Una pena que la Iglesia destruida después de la segunda guerra mundial está en reformas o alguna obra y está totalmente cubierta y no se podía ver desde fuera, pero sí que pudimos entrar al museo.  También fuimos al Check Point Charlie, que es un museo que yo tenía muchas ganas de ver otra vez.  Está frente al antiguo puesto de control de la frontera americana y rusa.  Es un lugar donde, según yo recordaba en mi visita de 1993, podías ver, se podía sentir la desesperación de los ex DDR cuando intentaban cruzar el muro en búsqueda de su libertad.  Ahora, el museo ha crecido mucho.  Veo menos cosas que antes, pero mucha, mucha letra que leer.  Y claro, con tantísimas letras se necesitan unos 3 días para poder ver todo.  Han incluido mucho más cosas y temas que se cruzan, pero bueno.  Después nos fuimos al Germandermarkt, con la Catedral Francesa a un lado y todo lo demás, pero que ahora mismo no recuerdo los nombres.  Pero el lugar era muy lindo, perfecto para sentarse y mirar, admirar y seguir viendo la gente pasar.  Se lo recomiendo a todos los que planeen visitar esta linda ciudad.
En fin, tanto que ver, tanto que se nos ha quedado pendiente.  No pudimos entrar al congreso porque ahora para poder entrar hay que pedir cita unos tres días de anticipación, según nos dijeron para enviar los datos de los posibles visitantes a la Interpol y así tomar las medidas de seguridad necesarias.  Además también queda pendiente para una próxima vez, pasear por la ciudad, pero tranquilos, sólo para disfrutar de la propia ciudad, de su gente.  Sentarse en una terraza y ver a la gente pasar.  Eso me encanta.
Llegó la última noche en Berlín, por esta vez.  Vino Jens a buscarnos para ir al aeropuerto y empezar el viaje de regreso.  Que al igual que el de ida, fue muy emocionante.  Según nuestros planes, teníamos 2 horas desde que aterrizara el avión en Barcelona hasta que saliera el bus de la estación.  Teniendo en cuanta lo que nos había costado llegar, no tendríamos problemas.
Ya en el aeropuerto, haciendo la fila para chequear, tardaba mucho, pero por fin abrieron el counter de atención.  ¡Bien!  Nos tocó la primera fila, que bien.  Pasamos los controles de seguridad y llegamos a nuestra sala de embarque.  Según la hora que nos dijeron empezaría el embarque, seguramente sería todo muy rápido.  Pero de pronto todos sentados, esperando y viendo el reloj, hasta que “la voz” dice que nuestro vuelo tiene una hora de retraso.  No lo podía creer.  Ahora sí que teníamos los minutos contados, no podíamos perder ni un minuto, si no perderíamos el bus.  ¡Qué stress!  Luego pensé que pase lo que pase no podíamos hacer nada.  Disfrutaría los últimos minutos en Berlín y una vez que lleguemos a Barcelona correríamos para no perder el bus a Zaragoza.
Por suerte el vuelo sólo tuvo la hora de retraso que anunciaron.  Llegamos a Barcelona y mientras sacamos las maletas y salimos eran pasadas las 6.30 de la tarde.  Según recordábamos, teníamos que ir a la estación de Sants, donde habíamos llegado porque el bus sale a las 19.10 horas.  Tomamos el bus lanzadera, pero para estar seguros y no nos pase como en la ida que nos subimos al cercanías equivocado, pregunté si iba a la estación.  La conductora me dice “sí”, perfecto pensé, esta primera conexión ha sido perfecta.  De pronto nos cruzamos con un tren y el bus paró en el otro terminal del aeropuerto.  Me acerqué a la conductora y pregunto: “Este es el otro terminal, pero luego iremos a la estación, no?”.  La mujer me miró y dice “Pues no, si ves por ahí, está el cartel que dice RENFE.  Ahora se tienen que bajar acá y caminar hasta la estación.  Sólo cuando llegan es que los vamos a buscar a la misma estación.  Además, si te diste cuenta, el cercanías ya se fue y el próximo sale en media hora y en ese tiempo sí llegas.”  Me quedé helada.  Miré mi reloj y eran las 6.45 de la tarde y si esperábamos al siguiente tren de cercanías ya no llegaríamos al bus.  En ese mismo momento tomamos la decisión de ir en taxi.  Preguntamos al taxista si llegaríamos a Sants a tiempo y por suerte se le vio identificado y nos dijo que lo intentaríamos.  El taxista nos empezó a conversar, comentar del tráfico, del nombre de las calles de Barcelona, de dónde éramos y más.  De pronto sentí un nudo en el estómago y miré rápidamente los boletos del bus.  ¡Oh no! No decía “Barcelona Sants”.  En el boleto decía “Barcelona Nord”.  ¡No lo podía creer!  Teníamos que ir a la otra estación de Barcelona.  Le pregunté rápidamente si podríamos llegar y nos dijo que quedaba un poco más lejos pero que lo intentaríamos, pero también me di cuenta que nuestro bus no salía a las 19.10 horas, si no a las 19.30 horas.  ¡Gracias Dios!  Teníamos 20 minutos más llegar.  Al final llegamos a la estación Nord pasadas las 19.25, bajé corriendo con Aitana en la mano, a la pobre se le gastaron la punta de los zapatos de hacerla correr, casi arrastrar por la calle para llegar la bus.  ¡Qué ganas de ir al baño!  Uy! Dos buses de la misma compañía ¿Cuál será el nuestro?  Empecemos por el que está más cerca.  Llegué corriendo mientras Jorge venía detrás con Alberto tirando de las maletas, le pregunto al conductor, casi sin poder respirar, si es el bus que va a Zaragoza y me dice que sí!  No lo podía creer, habíamos llegado.  Sin aliento, empecé otra vez a respirar en paz, pensando que lo habíamos logrado.  Subimos al bus, nos sentamos y listo.  Dos minutos más y la puerta se cerró y el bus partió.  Ya sentados en el bus reflexioné sobre esta aventura y dije, si el avión no se hubiera retrasado, hubiéramos tomado el cercanías a tiempo y nos hubiéramos ido a Sants a esperar el bus, que nunca hubiera llegado y ahí sí que hubiéramos perdido el bus de regreso a casa.
Luego de todo el día de viaje, no habíamos tenido tiempo de ir al baño, comer algo, etc.  Pero no importa, como a la ida, a la mitad del camino el bus para en una estación de servicio y ya comeremos algo porque llegaremos a casa pasadas las 11 de la noche.
El tiempo y los kilómetros iban pasando y también iba pensando que cada vez más pronto llegaría la parada.  Pero veo pasar la estación de servicio en la que paramos a la ida y kilómetros más.  Este bus no para.  Todo el viaje sin paradas.  Bueno, ya miremos el lado bueno, aunque con hambre y muchas ganas de ir al baño, llegaremos a casa según lo planeado.
Así fue, llegamos a Zaragoza, mi papi nos recogió y vinimos a casa.  Después de tan pocos días fuera de casa y de haberlo pasado tan bien, ya estábamos otra vez en casa, en nuestro hogar y a preparar todo para el martes ir a trabajar, colegio y recuperar la rutina otra vez.
Agradezco a Darlene y familia por recibirnos en su casa y hacernos pasar unos lindos días.  Además de la buena conversación y buen rato.  De haber tenido la posibilidad de recargarme de energías.  También a Peti, que desde Hamburg fue en tren sólo para vernos unos horas.  ¡Ha sido lindo verlas otra vez!  Espero que se repita muy pronto.
Y no puedo dejar de nombrar y agradecer a mis ángeles cuidadores, que tanto en la ida como en el camino de  regreso me han recordado que nos estamos solos, que cada paso que damos, está supervisado para que todo salga bien.  Ahora más que nunca dejaré mis preocupaciones en el futuro en mano de mis ángeles que estoy segura me guiarán de la mejor manera en las decisiones que sean necesarias para un futuro mejor.

domingo, 22 de abril de 2012

Y nos fuimos a Berlín

Que puedo decir, que experiencia más inolvidable.  Una de las tantísimas cosas que me motivó a venir a vivir a España, era tener a Europa tan cerca e intentar aprovechar esta oportunidad y poder viajar y conocer el viejo continente.  Durante los años que estamos viviendo aquí, hemos aprovechado esta oportunidad muy poco, viajecitos muy cortos y el más interesante y menos organizado fue en el 2008 cuando fuimos con mis papás a Chiavari (Génova-Italia) en coche “aquí no más a 10 horas” nos dijeron, aunque fueron 14 horas o algo más, pero valió la pena.  Es verdad que también hemos ido a Perú y eso también cuenta, sobre todo en el presupuesto, pero bueno, siempre me quedaba esa espinita de poder viajar por Europa.  Uno de mis principales destinos es Alemania.
Este año, así como “propósito de año nuevo” era viajar todos juntos a Alemania y la ciudad elegida ha sido Berlín.
Hoy (22/04) estamos ahora mismo en el avión, disfrutando del vuelo.  Los boletos los compramos en febrero, con mucha anticipación para mi gusto.  Han pasado muchas cosas estos meses que nos tenían preocupados revisando si al final podríamos hacer el viaje.  Pero finalmente se dio.  La noche anterior, con mucha tensión y dando muchas vueltas en la casa y abriendo y cerrando cajones sin cansancio, dejamos las maletas listas.  Pero ¿para qué dormir si a las 3.30 nos tenemos que levantar? No importa, aunque sea dormir unas 3 horas, algo bueno hará.  Hemos salido de casa a las 4.30 de la mañana con mi papi rumbo a la estación para tomar el bus a Barcelona, desde donde sale el vuelo a Berlín.  Aún estaba oscuro y nosotros ya estábamos sentados en el bus, con la ilusión que se nos salía por los ojos.  ¡Imposible dormir con tanta adrenalina!  El conductor del bus muy ameno, iba hablando con los coches que pasaban, los camiones que se cruzaban, comentando con todos, es que estábamos sentados en la segunda fila.  Los chicos bien, Alberto tan pronto pudo saco su videoconsola y se puso a jugar, Aitana luego de llorar porque el abuelo no venía con nosotros y hablar un poco de la oscuridad de la noche se quedó dormida, Jorge dormía también o quizá sólo descansaba con los ojos cerrados y yo pues los miraba y admiraba con una felicidad que no puedo describir con palabras.  En el bus había wifi, así que aproveché el silencio de la noche y la familia en lo suyo para responder algunos mails que tenía retrasados y debía las respuestas.  ¡Aún me quedan muchos!  Después de la primera parada ya llegar a Barcelona parecía que sería inmediato hasta que caímos en el tráfico normal de la ciudad y el conductor sacó a relucir sus mejores expresiones mañas (de Zaragoza) y criticar a los conductores, el tráfico, las calles y más.  Yo sólo veía como iban pasando los minutos y sabiendo que tan pronto lleguemos a la estación, teníamos que comprar los boletos de “cercanías” hasta el aeropuerto.  Con los boletos en la mano nos dicen “por la vía 9 y sale en 6 minutos”.  Teníamos muy pocos minutos para alcanzar al primero que era el ideal.  Al bajar, por el rabillo del ojo alcancé a ver “aeropuerto – 9” y dije ok estamos bien.  Corrimos y llegamos a tiempo a una vía 9 llena de gente.  De todas maneras preguntamos y nos dijeron que estaba bien.  Llegó el tren, nos subimos con maletas y todo, bien sentados y respiramos que el primer transbordo había salido bien.  De pronto un hombre sube al vagón y nos pregunta “¿aeropuerto?  Nosotros le respondemos “sí” y él insiste “¿aeropuerto?” y nosotros asombrados decimos “sí, al aeropuerto” y el hombre ya con otra cara dice “este no, el siguiente, este a …” y nosotros con una cara que no puedo imaginar, ya sentados miramos y nadie tenía maletas y una chica dice “este no va al aeropuerto, va a …” ¡Oh no! ¡Nos tenemos que bajar ya!  Cogí a Aitana de un brazo, entre los tres empujamos las maletas, este señor que nos había avisado nos ayudó y cogió la puerta para que no se cierre y cuando estábamos abajo, el tren cerró puertas y partió.  Este hombre, literalmente caído del cielo, bajó con nosotros y se quedó a nuestro lado.  Le agradecimos, nos salvó.  Miramos los carteles y otro hombre nos explicó que unos minutos antes habían cambiado a la vía 10 (al lado).  Con la mirada intentamos buscar a ese hombre que subió al tren especialmente para hacernos bajar.  Lo vimos entre la gente y luego no lo vimos más.  Tenía unas ganas de ir a abrazarlo y agradecerle.
Ya en el tren, los tres comentamos como ese hombre nos había salvado el viaje.  Si nos hubiéramos equivocado de tren no nos hubiera dado tiempo para llegar a tiempo al aeropuerto.  Teníamos los minutos exactos para llegar a todo “justo a tiempo”.  Ya me conocen y saben que siempre que viajo, ando pensando que me pueden pedir algún papel que no traigo o alguna cosa que puede complicar el viaje, pero después de este momento, sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo.  Recordé que no estamos solos.  Que nuestros ángeles siempre nos están cuidando y guiando.  Me sentí reconfortada y también sentí la seguridad que todo iba a salir bien.  Era la señal que esperaba para calmar mis angustias documentarias y viajeras.
Llegamos tranquilamente al aeropuerto, luego tomamos el buz “lanzadera” que nos llevó hasta el terminal que nos correspondía.  Qué buen día, el bus nos dejó justo al lado de la zona donde nos teníamos que registrar, una maravilla.  Había muy poca gente en el aeropuerto, todo tranquilo.  Nos registramos y entramos directamente a la zona de embarque.
Nos costó un poco pasar los controles típicos de los aeropuertos.  Realmente fue porque olvidamos que teníamos en la mochila una botella de refresco “para luego” y porque Aitana se resistía, insurrecta ella, a pasar por el arco de seguridad.  Ya habíamos pasado todos, pero ella venga a toquetear el arco y a resistirse pasar mientras los controladores decían que no tocará y que si no, no pasaba.  ¡Qué horror, qué stress!  Al final, mientras Jorge sacaba el refresco de la mochila y se deshacía de él yo insistía con los controladores que debía de haber alguna otra manera de que una niña de 2 años pase.  Finalmente me permitieron cargarla y que pase en brazos.  ¡Qué minutos tan poco emocionantes!
Ya en el aeropuerto y antes que nada más, nos fuimos en búsqueda de nuestra sala de embarque para finalmente descansar, ir al baño, desayunar y esperar tranquilamente nuestro vuelo.
Así lo hicimos, nos relajamos un poco hasta que llegó el momento de subir al avión.  Oh, que descarga de adrenalina y emoción.  Ya en nuestros asientos, el avión tardó mucho tiempo en partir y Aitana y Alberto perdían la paciencia.  Una de aburrimiento absoluto y el otro por no poder conectar la consola. ¡El avión ya se mueve, mira por la ventana!  Aitana miraba por la ventana, pero el avión sólo se movía poco y lento.  Mucho rato más tuvimos que esperar hasta que nos pusimos en posición de despegue.  ¡Ya se escuchan las turbinas! ¡Ya vamos a despegar!  La cara de Alberto y Aitana, no tenían precio.  La emoción que transmitían era increíble.  Es que, no hay mastercard que pueda pagar esos sentimientos de satisfacción.
Hace un rato hemos comido el bocadillo y refresco que nos ofrecieron.  Alberto ya duerme, está agotado y Aitana quiere jugar y jugar con su bolsa sorpresa que le han dado en el avión.  Ella que sí durmió en el bus, está fresca y radiante.
En menos de una hora llegaremos a Berlín y estoy segura que lo que vamos a sentir será muy especial.  Este viaje tiene  muchos significados personales para mí, metas, sueños, proyectos.  Además veremos un país y una ciudad que es muy diferente a lo que conocemos.  He tenido la oportunidad de venir veces antes y me he quedado prendada de esta ciudad.  Espero que a los míos les cause el mismo efecto positivo.
Ya les seguiré contando como fue el resto del viaje y las buenas amigas con las que me reuniré después de muchos años.

lunes, 16 de abril de 2012

Qué fácil lo veía antes

Antes, qué fácil veía la vida.  Cuando era pequeña y todavía estaba en el colegio, la vida adulta parecía tan fácil, tan fácil que todo fluía por los cauces correctos y adecuados sin mayor esfuerzo aparente.  Recuerdo que cuando estaba en primaria con unos 10 años, veía a las que ya terminaban el colegio, con 17 años, tan adultas, tan preparadas para salir a la vida, al mundo real.  Pero cuando me tocó a mí salir del colegio me sentía tan pequeña, tan temerosa de salir al mundo y empezar una nueva etapa.  Pero con esa edad veía a las personas de unos 30 años tan adultas, tan maduras, tan sabedoras de lo que tenían que hacer y saber exactamente qué hacer.  Y me tocó llegar a los 30 y sentirme aún niña, que todavía me falta mucho por aprender para saber cómo tomar las mejores decisiones, todavía me falta un abrazo y un consejo para saber qué hacer.
Entonces pienso, ¿cuándo llegará el momento o a qué edad sentiré que realmente ya sé qué hacer con mi vida y por lo tanto con la vida de los que dependen de mí?  ¿Llegará ese momento?  O simplemente un día miraré hacia atrás y veré como han pasado los años y veré también las consecuencias de mis decisiones y tendré que asumirlo.
Tengo la idea que este año es muy importante para el futuro.  En general, ya saben que pienso que todo lo que nos pasa, nos pasa por algo bueno y para mejor.  Juntando estas dos ideas, y a pesar de cómo se ven las cosas hoy mismo, pienso que este año es muy importante y adecuado para tomar decisiones para los próximos años.  Lo que pasa es que me asusta no saber qué hacer o para donde tirar, como dicen por acá.  ¿Qué será lo mejor para mí? Y ¿para mi familia?  Hay tantas opciones, que por ahora y hasta tener algo más en claro, me reservo mi derecho a la intimidad.  No por nada en especial, ni por ninguna superstición, simplemente porque tengo tantas ideas en la cabeza, tantas posibilidades, alternativas, tantos sueños que aún no sé qué camino seguir o que alternativa tomar.  Y está claro que una vez que las ideas estén claras, tampoco significa que saldrá todo como uno lo imagina.  Es cuando luego de tomar una decisión, la ponemos en práctica y la realidad empieza a afectar de una manera u otra y nos hace seguir con la vida tal cual toca.
Cuando tomamos la decisión de venir a España teníamos varios sueños, metas que al inicio parecía que se iban concretando, con mucho trabajo y esfuerzo.  Hoy mismo las cosas han cambiado y finalmente no es como lo planeamos o esperamos.  Supongo que, como todo en la vida, algo tenemos que aprender de esta etapa y que nos ayuda a recordar que no podemos quedarnos estancados en la vida, que siempre tenemos que ir reinventándonos para las nuevas situaciones.  No sólo reinventarnos como personas, también como trabajadores, padres, pareja.  Ver que es lo nuevo que podemos hacer para mejorar y seguir avanzando cada día.  Reconozco que hay etapas que avanzamos muy rápido, que todo parece fluir muy fácil y otras es un poco cuesta arriba.  Estamos pasando un momento “cuesta arriba” pero como toda cuesta arriba llegará la cima y podremos mirar hacia atrás y valorar el esfuerzo y luego ver con mayor claridad lo que viene delante.  Pero para eso necesitamos esforzarnos y tomar las decisiones adecuadas, jugar nuestras mejores cartas y esperar que nuestra buena estrella y Dios nos sigan acompañando guiando en el camino.
¿Cómo saber qué hacer?  Es verdad que cuando necesitamos tomar una decisión son muchos los factores que analizamos.  Pero como saber realmente si estamos haciendo el análisis correcto, si lo que decidimos dará los resultados que deseamos o necesitamos o será un paso atrás o retroceder o no mejorar como uno espera, desea o necesita.  ¡Qué stress!  ¡Qué fácil era antes!  Qué fácil era preocuparse sólo por sacar buenas notas, tener algún plan con las amigas y poco más.  Qué fácil se veía todo hace tantos años cuando pensaba en el futuro y cuántas dudas tengo ahora sin tener del todo claro el presente y menos el futuro.
Todo lo dejo en TUS manos, se nos iluminarás para tomar las mejores decisiones y optar por el mejor camino.  AMEN

miércoles, 11 de abril de 2012

Una tarde como hace años

¡Sí!  ¡Una tarde como hace 25 años o más!  Es increíble como tantos recuerdos han venido a mi mente, cuántos sentimientos.
Tuve la oportunidad de ir a comer a la casa de unos tíos que viven en Madrid.  Unos días antes me enteré que coincidía con la celebración de su 33º aniversario de matrimonio.  Estaban ellos y también sus cuatro hijos que ya son adultos y que viven en diferentes países.  El mayor con su esposa e hija y otra por venir y el segundo con la novia, meses previos a su matrimonio y los dos más pequeños.  Toda la familia reunida, todos juntos como yo no los veía hace muchísimos años.
Los veía a todos tan adultos (aunque son menores que yo), cada uno a su propio estilo particular, con sus familias, con sus ideas.  Me veía a mí misma, con mis casi 40 primaveras, veía a mis padres, a mi familia.  De pronto me  trasladé a momentos cuando yo tenía unos 7 años, cuando nuestros padres se reunían en nuestra casa o la de ellos y nosotros jugábamos juntos.  Recordaba, como antes, que los “mayores” estaban a su ritmo conversando de “sus cosas” mientras nosotros dábamos vueltas.  Y ahora se repetía, los más mayores conversando de sus cosas, y nosotros a otro lado conversando de lo nuestro.  Me daba pena sentir que faltaban mis hermanos con sus familias para poder una foto con la inscripción “como hace 30 años” o “30 años después”.  Hubiera sido bonito.
Cuantos lindos recuerdos.  Pudimos conversar como antes, aunque las conversaciones de antes no han tenido que ver con éstas, hablamos de tantas cosas, de trabajo, familia, hijos, experiencias, planes.  Hablar con ellos fue ideal, de esas conversaciones en la que no tienes que pensar tanto lo que uno dice, si no decirlo tal cual lo piensas, tal cual lo ves y ver que las ideas son similares.  Sentir que los sentimientos y deseos para el futuro son similares, con quienes te entiendes sin problemas, una conversación ligera y agradable.
Ellos son los hijos de los amigos de mis papás que son como primos.  Así los siento yo.  Desde siempre.  Son mis tíos, que les tengo un cariño especial.  Son los primos con los que he crecido, con los que he jugado tanto.  Eran los infaltables en todos los cumpleaños, reuniones, fines de semana.  Recuerdo mucho cuando el padre de ellos pasaba los sábados por mi casa y recogía a mi padre y a nosotros tres.   Íbamos en el Subaru, ellos delante con el aire acondicionado y nosotros 5 detrás (eran otros tiempos, sin cinturones ni asientos, ni nada de eso).  Claro que el aire acondicionado no nos llegaba y empezábamos a abrir las ventanas y los padres nos decían que si abríamos las ventanas el aire saldría del coche y el tiempo de estropearía y no podríamos bañarnos en la piscina.  Así que aguantando el calor, íbamos juntos y luego mientras los amigos jugaban al frontón, nosotros cinco, mis hermanos y los dos mayores jugábamos por los al rededores y luego según el día, bañarnos en la piscina, beber un refresco que si lo bebería ahora y cierro los ojos regreso a ese momento.  Los recuerdos son incontables, así como cuando tenía que estudiar alemán para el colegio y los amigos (mi papá y tío) practicaban entre ellos los diálogos y cada vez que se veían se decía “Peter. Ja! Ich komme auch mit” que de todos los diálogos era lo que les había quedado.
En el momento del brindis, ver a mis tíos y sus hijos, todos juntos y reunidos, sentí tanta alegría y emoción.  Realmente me emocioné.  Ver como todos habíamos crecido.  Ver como después de tantísimos años podíamos estar juntos otra vez, pero ya no en nuestras casas de niños, la vida nos había hecho cruzar a todos el Océano Atlántico y nos había reunido, una tarde abril para recordar tan bellos momentos.
Gracias familia por siempre ser parte de mi familia.  Les deseo muchos años más de matrimonio y seguir celebrando más aniversarios y que la familia siga creciendo y multiplicándose con tanto cariño y amor.

jueves, 5 de abril de 2012

Incursión al gimnasio

Las semanas siguen pasando y me sigo manteniendo en la dieta, cuidarme, cremas y más.  Como les conté en publicaciones anteriores, invirtiendo en mi salud para sentirme mejor físicamente y conmigo misma.
Este mes y para reforzar el esfuerzo de la dieta, hemos empezado, Jorge y yo a ir al gimnasio.  Sí!  Al gimnasio!
Estoy incursionando en este mundo desconocido, tan inhóspito e inesperado.  Nos anotamos los últimos días de marzo, con la firme decisión de empezar desde el 1º de abril.  Jorge quiere bajar y tonificar y yo quiero hacer algo de ejercicios para ayudar a la dieta y bajar algo más de peso y tonificar un poco.  Como decimos con Alberto, que también hace dieta conmigo “operación bikini”, el verano ya está cerca.
Así que bueno, nos anotamos al “gym”, pero claro necesitamos equipamiento.  Así que nos fuimos en busca del pantalón corto, camisetas, botellines de agua, toallas para estar bien equipados para empezar.  Aunque con todo nuevo, estaba claro quiénes son los novatos del gimnasio.
El lunes fuimos por primera vez.  Tuvimos que esperar hasta que nos registraran y nos dejaran pasar como “socios”.  Uff! Que stress delante de tantas máquinas que sientes que te miran diciendo “a mí, a mí” y yo sólo pensando en los dolores y agujetas que tendría al día siguiente, sentí una corriente de aire frío que recorrió todo mi cuerpo.
Para reconfortarme, recordé lo que me dijo el dietista y fisioterapeuta “anda con cuidado, no te des mucho mal, lento.  Usa la para andar, la bicicleta sin esfuerzo, como un calentamiento y poco a poco”.  Así que empecé por la máquina de steps porque las demás estaban ocupadas.  ¡Qué horror! ¡Qué cansancio! Y sólo voy 3 minutos.  ¿Hasta dónde tendré que subir, que subo y subo y no llego?  Bueno, vamos con paciencia que tenemos que terminar el programa y repetir los días siguientes.  ¡Por fin terminó!
De ahí nos pasamos a las bicicletas y se nos acercó el monitor “para ver qué tal van los nuevos”.  Nos explicó el correcto uso de las máquinas y a cuántas revoluciones tenía que poner la bici para que realmente sea un ejercicio.  Me puse en marcha, venga a pedalear y pedalear y ver como las revoluciones iban subiendo y yo ya casi sin aire.  Llegué al tiempo que me había propuesto y me bajé, con las piernas que me temblaban.  Dar una mirada alrededor, ver el reloj para ver cuánto tiempo había pasado y veo que sólo unos 25 minutos.  Y yo pensaba, ¿Será que cuando uno está en el gimnasio el tiempo pasa más lento?  Luego nos fuimos a un par de cintas de andar que estaban una al lado de la otra.  Veía como una tercera persona, con pinta de visitante frecuente, trotaba y mantenía un buen ritmo.  Jorge se puso un programa con picos y también empezó a andar rápido y trotar.  Yo presioné botones sin conocimiento y de pronto: 3-2-1-start.  Uy! ¡Empezamos ya!  ¡Qué susto!  Sólo andar. Y yo iba caminando, a paso suave pero constante, intentando no machacar mi cuerpo en la primera visita para tener energías y ganas de volver.  Cuando el tiempo del programa terminó la máquina se paró.  Con este sí que me ha ido bien.  La bicicleta y la máquina de andar me gustan más que los steps.  Ya con las piernas temblando nos fuimos en búsqueda del monitor para seguir con las demás máquinas y otros ejercicios.  Esperando y esperando hasta que nos dio sus recomendaciones y a seguir, para ejercitar brazos, piernas.  ¿Pero cuántos músculos tenemos que ejercitar?
Salimos ya de nuestra primera tarde de gimnasio.  Llegamos a casa y una ducha relajante.  Ya no tenía energías para nada más.  ¡Qué bien dormí esa noche!
A los dos días, regresamos, valientes!  Yo con la intensión de prestar más atención y esforzarme un poco más y así cada día que regrese.  Empezamos otra vez, con buena intensión y ganas de hacerlo bien.  Esta vez pasé por la cinta de andar, bicicleta y la elíptica.  ¡Qué coordinación! Y luego nos fuimos a las máquinas haciendo las repeticiones que nos habían dicho.
Al final no sé cuánto tiempo estuvimos por ahí, pero el hecho de no saberlo imagino que es bueno, porque quiere decir que la pasé bien, a pesar del esfuerzo físico. 
Al llegar a casa, tomé la ducha correspondiente y con las justas pude cenar.  Me senté en la cama a ver Cars con los chicos, pero no pude terminar de ver, me quedé dormida.  Otra buena noche.
Pues eso, me está costando, no puedo decir que no, pero me gusta sentir que estoy haciendo algo por mi salud, que estoy haciendo lo que puedo para mejor mi calidad de vida.  Sé que nosotros, en este lado del mundo, estamos empezando la primavera y con toda la preparación para el verano, las vacaciones y la playa, pero si tomamos la decisión de cuidarnos, todo el año es buena época.