lunes, 16 de marzo de 2015

Un cumpleaños sorpresa

El próximo martes 24 será el cumpleaños de Jorge, mi esposo, y este año cumplirá 40 años.  Por su rutina de trabajo esa semana le tocará viajar, otra vez, como el año pasado.  La última vez llevaba sólo seis meses en su nueva ruta y trabajo y yo aún trabajaba.  Me dio mucha pena, pero se dio así.

Es verdad que hacemos cosas para nuestra familia y seres queridos como las haríamos para nosotros mismos.  Y, ¡sí, claro! A mí me encanta celebrar mi cumpleaños.  Ya sé que también hay personas a las que no les gusta celebrar, les trae malos recuerdos o simplemente no quieren, así que hay que intentar respetar su opinión.

Este año tuve uno de esos chispazos míos, inspirado y lleno de ilusión.  Lo empecé a organizar un mes antes del cumpleaños.  Decidí que ese día, después de dejar a Aitana en el colegio, cogería el coche y me pondría rumbo a Tarragona a ver donde lo podía encontrar y sorprender.  Tenía que ir preparando con anterioridad varias cosas.  Empecé tomando nota de su ruta, del orden de los pueblos que iba a visitar cuando iba a Tarragona, dónde paraba a comer y dónde dormía.  Todo esto es una idea en borrador, porque ya sabemos cómo son estos trabajos, según el día podría avanzar o retrasarse un poco, pero ya tenía una base.  Luego lo comenté con mis padres para ver si me podían ayudar y mis hijos quedándose con ellos esas 30 horas. 
Además tenía que revisar el coche con anticipación (más que suficiente).  Mi padre me sugirió llevarlo a su taller de confianza para el cambio de aceite y la revisión rutinaria, que ya le tocaba.  Y sí que le faltaban cosas: cambio de aceite, todos los filtros, plumillas.  Optamos por hacer lo indispensable y luego lo demás.  Por la tarde me llamó el mecánico para avisarme que se había llevado mi coche a su casa para probarlo bien, que ya estaba listo y al día siguiente lo podía recoger.  Dormí tranquila pensando que mi plan se iba forjando sin sobresaltos.  A la mañana siguiente, muy temprano, me llamó Juanjo, el mecánico, para decirme que estaba intentando arrancar el coche pero que no funcionaba. ¿¡Qué!?  Me comentó que llamaría a la grúa de mi seguro y que me pasara a medio día para darme un diagnóstico final.  Un escalofrío horrible recorrió mi cuerpo.  No podía ser cierto, mi coche no arrancaba y temía lo peor.  Al parecer, empezaría sorprendiéndome yo misma.  Era un tornillo roto, dentro de la válvula EGR.  ¡Ya lo sabía!  Era lo que me esperaba, ya me había fallado antes, el del otro taller lo había logrado apañar, pero me advirtió que la siguiente vez ya tenía que cambiarlo.  Así que, además de estar una semana sin coche tuve que añadir una factura de unos mil euros que no esperaba.

Salí de esa, todavía me faltaba buscar sus regalos.  Tenía la foto de unas zapatillas y además le pedí que me hiciera una lista de deseos para estar segura de acertar.  Cuando fui de compras no encontré mis alternativas de regalos importantes, sólo pude conseguir lo secundario.  Había que seguir buscando.  Recorrí todas las tiendas de zapatillas pero no había, y es que tenían que ser “esas”.  Lo mismo me pasó con el libro de The Walking Dead.  Lo busqué hasta por internet y nada.  Como dice mi amigo Diego, tenía pensado el regalo “sentimental” y necesitaba una camiseta negra.  Fui, miré, revisé y la compré.  Coordiné para que estuviera el día que la necesitaba y todo iba funcionando.

Necesitaba saber el mejor caminio para llegar a Miami Platja.  Pregunté a unos amigos, que me dieron hasta mapas con alternativas y recomendaciones.  Ya era el fin de semana antes del cumpleaños.  Tenía todo preparado, todo listo, pero sólo en mi cabeza.  No podía aparentar nada para que Jorge no sospechase.

Finalmente llegó el día de su cumpleaños.  Ya tenía todo listo.  Antes de que los chicos salieran hacia el colegio, llamamos para saludarlo y empezara su día con todo nuestro amor y buenos deseos.

Emprendí el camino hacia Miami Platja, en Tarragona, aunque no tenía certeza de que a mi llegada Jorge estuviera allí.  ¡No importaba!  Ya le iría haciendo seguimiento con el móvil para coincidir.

El camino de ida fue bien, mejor de lo que esperaba.  Disfruté mucho.


 Al llegar a un pueblo llamado Flix, paré en una gasolinera para descansar y recordé que me había comentado que ese pueblo era parte de su ruta.  Lo llamé y me dijo que estaba en el pueblo siguiente, en Ansó.  ¡Qué ilusión!  Sólo estábamos a unos diez kilómetros de distancia.  Seguí el camino con la tranquilidad de que su siguiente destino sería Miami Platja.  Poco antes de llegar lo llamé otra vez.  Necesitaba saber si ya estaba ahí e intentaría conseguir que me diera alguna referencia de su ubicación.  Nada, no tenía idea dónde podía estar.  Recordé que su coche lleva rótulos de su empresa en los laterales.  Con suerte lo podría ver por ahí.  Entré al pueblo, mirando con atención cada coche blanco que veía, intentando ver los rótulos.  Seguí avanzando unas pocas calles.  Derecha, izquierda, un poco más y de pronto ¡ahí estaba!  Por suerte iba lento, así que giro a la derecha y logré aparcar justamente a su lado.  Su cara de sorpresa no tenía precio.  Me sentí feliz de haberlo conseguido.  Comimos juntos.  El resto de la tarde lo seguí mientras él iba visitando sus clientes y avanzando su ruta.  Trabajo duro.  Dimos una vuelta rápida por Salou, conocida como la “playa de los zaragozanos” y de ahí a Cambrils, donde dormiríamos según su rutina habitual.  Cenamos juntos y los del hotel, al sacar el postre, le pusieron velas y cantaron el cumpleaños feliz.  Estuvo bien.  Diferente, sencillo, pero especial.

Al día siguiente, tenía que salir pronto y seguir su ruta, aún le quedaba una noche más de viaje.  Yo aproveché para estar en un pueblo de playa.  Salimos juntos del hotel y me fui al paseo marítimo.  Caminar un poco por la playa, respirar ese aire marino que tanta falta me hace.  Me senté en un banco a mirar el mar infinito, un paseo más, algunas fotos y emprender el camino de regreso a casa.

Regresé feliz de haber logrado sorprenderlo, pasar su cumpleaños con él.  Entendí un poco más su trabajo y tuve un rato sólo para mí, que también me hacía falta.