Digamos lo que digamos, todos tenemos manías,
rituales, qué sé yo, cosillas que tenemos que hacer o cómo hacemos las cosas
para que estén realmente bien, así como nosotros queremos y sobre todo, tal y
como lo necesitamos.
Hace unos días recordaba una conversación que había
tenido con una amiga hace varios años.
Ella recién se había casado y eran las primeras semanas de matrimonio y
convivencia. Me iba contando cómo era su
nueva vida y experiencias con el flamante esposo. Como en todo inicio de la etapa de
convivencia, empezaron a ver las manías que cada uno tenía cuando estaba en la
intimidad de su hogar y lo raro que le puede parecer al otro descubrir tantas
cosas, que durante la relación se habían mantenido ocultas. Una de las cosas que me comentó con muchísima
extrañeza y en tono casi de locura fue: “Imagínate que cuelga la ropa en el
armario, toda mirando hacia el mismo lado y las perchas siempre hacia adentro”. Y luego insistió “Pero dime ¿Eso te parece
normal?” Y a mí no me quedó más que
soltar la risa y responder con total claridad: “¡Pues sí, claro! Yo hago lo
mismo.” Yo también colgaba mi ropa en el
armario así, siempre todo mirando hacia el lado izquierdo y las perchas hacia
adentro, todas tienen que ir iguales, en la misma posición. Eso y sin contar que la ropa tiene un orden para
estar colgada en el armario, según qué tipo de ropa, el largo, si la uso con
frecuencia o no, y las chaquetas y abrigos con las cremalleras cerradas para
evitar que se caigan de la percha.
¡Claro que me parecía normal que lo haga así! Esa fue la primera vez que pensé en la
posibilidad de que existieran otras formas de guardar la ropa en el armario.
Otra manía que me cuesta mucho controlar es el tiempo
muerto. Me he dado cuenta que es una obsesión. No puedo perder ni un minuto, igual por eso
termino muchas veces tan cansada, pero el hecho es que no puedo estar tranquila
pensando que pierdo tiempo, tiempo valioso mientras (por ejemplo) se abre la
puerta del garaje. Y yo ahí sentada,
viendo cómo pasan los minutos mientras se abre la puerta, pues no. En ese tiempo lo aprovecho y me quito el
cinturón de seguridad, me cambio las gafas de sol por las de ver y si me da
tiempo rebusco en mi bolso por las llaves. No puedo estar sin hacer nada. Ya en el ascensor, intentar que mi móvil
capte la señal wifi de casa, quitarme chaqueta, bufanda, elegir la llave de mi
puerta y todo listo para al entrar ir dejando cada cosa en su sitio. Y así en todas las cosas que voy haciendo,
como al cocinar, mientras se calienta la olla, picar las verduras, descongelar
en el microondas, todo un poco a la vez y cuando ya está todo listo, ir lavando
y pasando el paño por todas partes. A
veces veo como lo hacen otras personas, que ponen el agua a hervir para cocinar
algo. ¡Pero si la cocina tiene como
temperatura máxima 10, no entiendo por qué ponerlo a 5! ¡Así tarda más! Eso sin contar que no se va adelantando en
nada con los pasos siguientes para el plato a preparar, me pone de los nervios. No sé si es una mezcla de hiperactividad
mental o pensar que la vida es muy corta y que hay que aprovecharla al máximo
sin perder ni un minuto.
Pienso qué otras manías tengo y seguro los que me
conocen ven más de las que yo misma veo.
Y es que eso es verdad, los vecinos siempre ven y saben más que nosotros
mismos. Las cosas que hacemos o llevamos
o cómo actuamos ante determinadas situaciones es lo que nos caracteriza y
podemos decir que forma parte de nuestra personalidad y de lo que somos.
Otras de las manías que tengo es ver cómo combino la
ropa, si es estampada o con dibujos, sólo la puedo combinar con una prenda de color
entero, y la ropa oscura sobre todo para abajo (pantalón, falda) y si lo de
abajo es claro, lo de arriba no puede ser oscuro. También, usar anillos, pues o todos de oro (o
dorados) o todos de plata, pero en una misma mano no puedo mezclar de los
dos. Son manías. ¿Qué más les puedo
decir? No tengo una explicación más clara
que esa.
Luego en casa cada cosa tiene su lugar, todo tiene
que estar donde tiene que estar y con orden para que todo esté bien. Pero no confundir esto con que sea
extremadamente ordenada o maniática del orden.
No, pero las cosas tienen que estar en su sitio para saber donde están y
luego no perder minutos valiosos buscándolas.
De todas maneras y como todos tengo la excusa perfecta “no es que sea
desordenada, es que en mi propio desorden todo tiene un orden lógico para mí”. Por suerte esta manía no es tan fuerte porque
luego tengo otra que es cambiar todo. Y
aunque mantenga mis decoraciones domésticas mucho tiempo, el día que me da por
la redecoración, todo cambia de sitio, de lugar para renovar la casa y las
energías.
Tenemos tantas manías al vivir cada día, rutinas al
levantarnos, vestirnos. Rutinas que van
marcando nuestra vida y nuestra forma de ser, vivir, trabajar.
Comentando he escuchado otras manías, por ejemplo
cuando uno se levanta a media noche y aprovechar en mirarse en el las
espinillas de la cara. Será, digo yo,
para aprovechar un tiempo de silencio e intimidad absoluta. Aunque yo sin embargo, cuándo voy al baño a
media noche, casi no abro los ojos para evitar desvelarme y poder volver pronto
a la cama y seguir durmiendo y ya si puedo, y el sueño lo vale, reengancharme y
seguir soñando.
Otra manía que me comentaron es cuando uno está
sentado y no puede dejar de mover la pierna de una manera especial. ¿Qué será, nervios, desesperación? ¿O simplemente la manía de no poder estar
quieto? Y otra que he observado es no
dejar de moverse mientras se espera por algo, en plan dar vueltas, mover
piernas o brazos de manera incansable.
Eso sí es agotador.
De todas maneras pienso que, sean las que sean
nuestras manías y rituales lo importante es que no dominen nuestra vida y no
nos quiten libertad. Recuerdo cuando
Alberto era pequeño, no me gustaba la idea de que sea un niño que si no tenía “la”
almohada o “la” manta no podría dormir.
Era muy fuerte esa idea para mí. Consideraba
que iba a crear una dependencia o manía innecesaria en mi hijo y no valía la
pena, ya él mismo con los años crearía sus propias manías. Así que cada semana casi, le cambiaba esa
almohadita que tenía en su cuna o usaba diferentes mantas, cambiaba sus
juguetitos evitando siempre usar lo mismo para hacerlo más libre o por lo menos
para que empiece más tarde con las dependencias.
Nuestras manías tienen que ser ligeras y flexibles y
que nos dejen disfrutar de todas las oportunidades que se nos presentan, aunque
a veces las perchas no estén como tienen que estar o aunque tenga esperar por
algo y sólo esperar.
Seamos conscientes de nuestras manías, pero
aprovechemos la consciencia para que no dominen nuestra vida y seamos libres.