domingo, 26 de febrero de 2012

Fonofobia

Tengo fobia al teléfono, es así y tengo que aceptarlo.  En el trabajo no me queda otra posibilidad y cuando es necesario, pues aprovechando la tecnología uso mucho más internet y correo electrónico, además que “papelito habla” o como se dice por acá “lo que se escribe, se lee”.  Además uso los auriculares para evitar malas posturas y poder aprovechar el tiempo e ir haciendo algo con las manos. 
Pero ya en casa, corro al escuchar sonar el teléfono.  No sé claramente cómo explicarlo.  A pesar que me gusta comunicarme y estar en contacto con mi familia y amig@s, al estar al teléfono tengo la sensación que me quedó muda, que no sé qué decir.  Asumo que mi interlocutor está apurado o tiene otras cosas que hacer y yo ahí, al teléfono, quitándole tiempo y como además me siento bloqueada, sin temas de conversación, me quedo muda mentalmente y sin ideas.
Al hablar con alguien, sobre todo cuando estamos lejos, lo importante para mi es transmitir sensaciones positivas.  ¡No mentir!  Pero tampoco contar lo malo del día, porque por más mal día siempre nos pasan cosas buenas.  A veces es difícil eso y he escuchado a algunas personas que por tener una conversación más larga, llenan el tiempo contando “desgracias” que digo yo.  Y es que tenemos tantas cosas que decir, que transmitir, que compartir que siempre se nos hace más fácil compartir los problemas.  Y teniendo en cuenta que al estar lejos, cuando escuchamos un problema, nos quedamos con él y además con un nudo en el estómago y dándole a la cabeza intentando encontrar una solución.  Al estar lejos no vemos la magnitud del problema y lo que afecta realmente.  Pero el que contó su “problema” al día siguiente ya ni se acuerda.  Al final es unos de esos miles de problemillas del día a día que un día nos parece más grande y grave todo, pero al día siguiente recupera para nosotros su magnitud real y de verdad no es nada.
Siempre pienso en eso, porque cuando sentimos que es un mal día sería mejor tener una conversación corta y evitar transmitir preocupación y malas vibras.  Sé que al final los amigos están para eso, para compartir nuestra vida, nuestro día a día y no sólo las cosas buenas, también los momentos difíciles. Una cosa es hablar con alguien especialmente por un problema que tenemos y otra es malgastar el tiempo de una conversación con una liberación de energía negativa.  Es triste cuando a veces habl
amos con alguien porque creemos que “tenemos” que hablar, que es una obligación, pero en realidad no queremos hacerlo y nuestra conversación se trata únicamente del tiempo o el clima, de chismes de terceros y problemas.  ¿Nunca te ha pasado?  ¡A mí sí!  Que luego, al colgar el teléfono dices, he hablado xx minutos y estoy igual que antes, pero xx minutos después.  Tenemos que recordar que tenemos que intentar que siempre nuestras conversaciones sean positivas y transmitan buenas vibras y energías. 
Ahora entiendo mi necesidad por escribir para comunicarme.  He encontrado mi forma de expresión, de que mi familia y amig@s estén al tanto de mi vida y más.  Será por eso que escribo este blog.  Nunca voy a negar que una buena conversación, llena de confianza y ligera es lo mejor, sobre todo cuando estamos lejos, porque nos hace sentirnos cerca.
Lo que me queda es hacerme algún tratamiento para intentar superar esta “fonofobia” y comunicarme también con aquellas personas que realmente prefieren hablar que leer, que también las hay, claro y muchas son personas amigas e importantes también, pero por esta fobia no las llamo para saludar y preguntar qué tal, pero no quiere decir que no las tenga presente y piense en ellas.  Sé que es una buena excusa, pero realmente no es una excusa, sólo les explico lo que pasa.
En fin, sea como sea la forma de comunicación, lo mejor será intentar siempre dar mensajes positivos, que transmitan las cosas buenas que nos pasan, que lo digo, por más mal día que sea, siempre hay algo bueno que contar, aunque sea una pequeña alegría para que salve nuestro día.

domingo, 19 de febrero de 2012

Sueños, sueños y más sueños

Qué difícil es la vida, cada etapa, cada momento.  Tengo tantos sueños, metas, deseos, planes que no sé cómo poner pies y cabeza a cada uno y unirlos entre ellos para saber qué hacer, en qué orden y que sería lo mejor para mí y mi familia.

Hace algún tiempo, cuando llevaba pocos meses con el blog, y por intentar no perder alguna idea o frase o tema para alguna próxima publicación, tomaba nota de esos chispazos literarios en una libretita que me cogí especialmente para eso. Una vez pensaba en todos los sueños que tenía cuando era niña.  Como imaginaba mi vida, mi familia, entorno, trabajo.  Luego cierro los ojos y veo que han pasado varios años, que ahora es el futuro y que de todos esos sueños de niña, hoy no están y la realidad es diferente.
Ojo, que decir que los sueños ya no están y que la realidad es diferente no significa que el presente sea malo o negativo, simplemente que pienso que todo en mi vida, según han ido pasando los años y a consecuencia de mis propios actos y otros sucesos que yo llamo “mi destino” se han ido encaminando de esta manera y mi presente hoy es mi futuro de ayer.
Miro un poco hacia atrás e intento recordar esos pequeños y grandes sueños que tenía.  Intento analizar cuales sueños ya no puedo recuperar más, cuáles están cumplidos y cuáles todavía se pueden poner en marcha.  En fin, tantas cosas, tantas ganas de hacer tantas cosas, de luchar, de vivir, de disfrutar de la vida.  Es que casi no puedo recordar ya específicamente que cosas eran o de que iban los sueños.  Ya ahora, con 36 años y todos estos años recorridos pienso que mis sueños eran más bien rosas, de esas vidas maravillosas que parece que nunca hay problemas y que las cosas, las metas y cumplir los sueños no cuesta nada, que sólo tenemos que mover los dedos y las cosas aparecerán y los sueños se cumplirán.
Pero luego de viajar un rato sobre mi nube de los recuerdos, bajo y me topo con la vida real, con mi vida real.  Esa vida que tiene muchas tonalidades, que ha pasado por muchas cosas y que me ha enseñado a ser fuerte, a luchar por lo que quiero, a pensar que todo por pasa por algo bueno, y que siempre el bien triunfará, aunque a veces veo que las cosas no se terminan de afianzar o establecer.  O quizá es mi propia vehemencia que quiero ver resultados ya y no seguir esperando, no sé qué realmente.
Tengo una vida real que no es rosa, al contrario, es una vida real que me ha costado mucho aceptarla durante los últimos años, pero como les contaba en una publicación anterior ya he aceptado parte de mi pasado, de mi vida que fue uno de los puntos de quiebre donde puedo decir que mi vida cambió.  Ahora tengo otra vida, diferente y soy feliz.  Me siento un poco más segura de lo que soy capaz de hacer, he conocido la fuerza interior que tengo y creo firmemente que nada nos pasa por, que siempre todo tiene sentido, todo pasa por algo y ese algo nos enseña mucho y nos hace más fuerte.
Ahora pienso que sueños tengo para mi presente y para mi futuro y claro, definitivamente no son (ni pueden ser) los mismos de cuando era niña.  Los sueños que tengo ahora son más realistas, tienen que ver más salud para mí y mi familia.  Tienen que ver con alcanzar pequeñas metas sobre el presente, trabajo, estilo de vida y tranquilidad económica.  Es que no pido mucho dinero para no trabajar más o cosas así, sólo deseo que en mi familia tengamos los ingresos suficientes para vivir al día, tranquilos.  Sueño con tener nuestra propia casa, donde vivir a nuestro estilo.  Deseo tener larga vida para ver a mis hijos crecer, para envejecer con Jorge viendo a nuestros nietos y disfrutar con ellos.  Espero algún día llegar más lejos con el blog, con mis publicaciones.  Poder desarrollar este hobby como una forma y estilo de vida.
Hoy pienso que mis sueños de niña estaban bien mientras era niña.  Ahora tengo sueños de persona adulta y también están bien para la época que vivimos y que nos toca vivir.  No quiero dejar de soñar, de desear, de tener metas.  Una vez me dijeron que mientras tengamos sueños y metas seguiremos viviendo.
No dejemos de soñar!!!

martes, 14 de febrero de 2012

Calidad de gente

En algún trabajo que he tenido, del cual guardo muy buenos recuerdos, tuve una jefa que me enseñó mucho, además que me formó profesionalmente, ella tenía mucha sabiduría, de esa que se aprende sólo con el tiempo y con observar la las personas.  Había aprendido a adelantarse a lo que iba a pasar.  Ante una situación, depende de que personas estén involucradas, ella sabía exactamente lo iba a pasar, cómo iba a reaccionar cada una.  Casi nunca se equivocaba.
En alguna conversación o mejor dicho en una de las tantas conversaciones que teníamos, hablábamos del significado de “calidad de gente”.  Ese adjetivo que nos define como somos realmente, que por más maquillaje o máscaras que intentemos usar, siempre sale a relucir la calidad de persona que somos, nuestros sentimientos, la posición que tomamos en determinadas cosas, básicamente lo que se define como nuestra forma de ser.
Muchas veces tenemos personas a nuestro alrededor que simplemente está ahí, porque así toca, pero no sabemos nada de ella, de sus planes, de su vida, de ella misma, que tipo de persona es.
Muchas veces he tenido la suerte que cuando me he detenido a mirar dentro de la otra persona, a conocerla y sobre todo a escucharla, me he encontrado con gente que vale muchísimo la pena y es una alegría compartir momentos, conversaciones.
Por otro lado, es triste cuando ante la misma situación, bajas la guardia e intentas conocer a otra persona, dándote a conocer a tú también, te chocas con la dura realidad que hay personas que tienen otra forma de llevar su vida, otra forma de ver y hacer las cosas y que esas personas pues, en definitiva, no son recomendables para mi salud.
“Calidad de gente” era algo que, volviendo al tema inicial, mi jefa siempre decía que hay cosas de una persona que pueden cambiar, cada persona podemos superarnos, ser mejores, pero la calidad de gente no se cambia, se tiene o no se tiene, pero ya no cambia con el tiempo, al contrario, se agudiza.
Siempre pienso que todos podemos ser mejores personas, con lo cual dentro de este concepto creo que todos podemos tener cada día un poco más de calidad en nuestra vida.  Es como actuamos, como reaccionamos, que sentimientos tenemos y sobre todo que nos empuja a hacer o no determinadas cosas.
Creo que podemos cambiar y ser cada día mejor, pero para hacerlo, lo primero es hacer un autoanálisis y ser sinceros con nosotros mismos (que ya, si nos mentimos hasta a nosotros mismos que podemos esperar…) y ver que podemos cambiar para ser mejor cada día.  Estoy segura que siempre podemos ser mejores y tener calidad de gente.

domingo, 5 de febrero de 2012

Tiempo de cambios

Con relación a la publicación anterior “Quiero ser hippie” y luego de releer la publicación y los comentarios públicos y privados me atrevo a enlazar esta publicación y continuar un poco con este tema.
Las personas estamos buscando constantemente la fórmula para vivir mejor.  Como todo, el estilo de vida son de las cosas que muchas veces queremos cambiar, ya sea por aburrimiento, rutina o quizá porque salimos de casa, de nuestra ciudad, de nuestra rutina y pudimos ver otra forma de vivir completamente diferente a la nuestra.  Claro, lo vemos todo desde un punto de vista de “fin de semana” o de “vacaciones”.  Todo se ve muy divertido e ideal para hacer un cambio de vida, pero no es lo mismo lo que vemos en muy pocos días de descanso que vivir cada día de esa manera, sea la que sea.
Mi sueño es una vida más rural, más natural.  Una vida donde los chicos puedan salir y correr tranquilos, jugar con los vecinos, donde además de trabajar pueda hacer otras actividades que me gustan y me llenan.  Es que tengo un par de fotos imaginarias en la cabeza, una sería en una casa de piedra y madera, todo muy natural y yo en invierno sentada al lado de una chimenea viendo por la ventana y tener de vista un paisaje natural escribiendo el blog u otra foto sería en una terraza viendo la inmensidad del mar en una tarde verano.  En fin, como decía antes, intentar una vida más natural, pero son sólo sueños y deseos, porque también hay que pensar en la educación de los chicos, que hayan colegios y universidades cerca, posibilidades para que se puedan desarrollar regularmente.  No puedo sacrificar su futuro por una idea, sobre todo cuando ahora lo que más me interesa es su futuro.  Son tantas las cosas que hay que pensar.  Uno no puede coger, cerrar el chiringuito o kisoko e ir detrás de un sueño, así a lo loco.  Hay que tener trabajo y trabajar cada día para que los sueños se hagan realidad.  Entonces dejas de soñar, aterrizas en esta vida que tenemos y dices, ahora no es el momento.  Todo se resuelve en sueños.  O como me decían en uno de los comentarios, son de los sueños que dejamos para la jubilación, si la vida nos lo permite.
Por otro lado, buscando alternativas pues siempre nos queda la posibilidad de coger lo que necesitamos de las ciudades e intentar vivir en las afueras y así poder tener a la mano lo que necesitamos. 
Por otro lado y en mi búsqueda de por qué andamos siempre buscando cosas nuevas, encontré una de las posibles causas y es que soy de la idea que nuestra vida se divide en etapas.  Algunas etapas son de siembra, otras de cosecha y otras de espera.  Es decir, tenemos etapas que vamos sembrando o invirtiendo para futuro.  Durante esa etapa quizá no podemos cosechar los frutos de nuestro esfuerzo actual, sólo vamos sembrando y sembrando.  Luego vienen etapas de cosecha, donde vemos los resultados de nuestra etapa anterior.  Todo ese esfuerzo invertido que ahora nos da los frutos de una forma equivalente al esfuerzo y dedicación que le pusimos.  Luego viene una etapa más neutra, de espera, en la cual terminamos de cosechar los últimos frutos retrasados y tenemos que esperar que nuestra tierra se recupere para volver a sembrar.  Todos son ciclos y si observamos hacia atrás nos daremos cuenta que tenemos ciclos, uno mejor, otro regular y otro no tan bueno (ni regular).  Así vamos aprendiendo de todo en nuestra gran etapa que es nuestra vida.
Según en qué etapa nos encontramos son nuestros deseos de hacer cambios, buscar nuevos retos, quizá es el momento en el que nos planteamos nuevas metas, estamos cargados de energías por intentar mejorar nuestro día a día y futuro.
Quizá ahora estoy en esa etapa con mucha energía deseando hacer pequeños, pero significativos cambios en mi vida y entorno para sentirme mejor y sentir que avanzo y creer que es algo bueno para mí y mi familia.  Ahora es el momento de pensar bien cada jugada, cada paso y adelantarse a las posibles consecuencias porque cuando toque cosechar es lo que vendrá.
Así que sólo decir que hay que mirar y analizar en que etapa de su vida estamos, analizar lo que deseamos, soñamos y podemos hacer para ir avanzando que finalmente eso es lo importante siempre avanzar y mejor, a veces un poco más lento, otra parece que muy rápido, pero todo son etapas y como siempre, todas las etapas pasan.
Ahora me quedo tranquila con lo que tengo, quizá con la idea más realista que si hay que cambiar de piso, intentar buscar algo en las afueras que me pueda ofrecer eso que creo que es lo que me gustaría.  Pero claro, hasta no probarlo, ¿cómo saberlo?