martes, 17 de mayo de 2011

Crónica de un cumpleaños anunciado

Hace varios años, una amiga me dijo una frase que siempre se me quedó en la mente y corazón: “No esperes que la felicidad llegue de afuera, genérala tú misma para ser feliz cada día”.

El pasado 5 de mayo fue mi cumpleaños.  Este año he cumplido 36 años.
Brevemente puedo decirles que han sido 36 años bien vividos, muy bien disfrutados, con muchas lágrimas pero con más sonrisas y alegrías.  Gracias a Dios y a la vida por mi familia, por mis amigos y por la vida.



"Salud con todos y muchas gracias por sus saludos, me han hecho muy feliz"

Este año, como ya les he comentado antes, se va presentando mejor que los últimos años, que han sido un poco difíciles, en especial el último año que fue especialmente duro.  Por suerte, hacia finales del año pasado recibí un golpe de confianza, una bocanada de oxígeno que me permitió recuperar las energías y poder mirar la situación e intentar dar un pasito para atrás para tomar el impulso necesario para seguir adelante.
Ya van pasando los meses y puede parecer que la situación se ha puesto difícil desde el punto de vista obvio, pero la verdad sigo creyendo que las cosas siempre pasan por algo bueno y si de pronto ha cambiado nuestra rutina familiar, quiero creer que es sólo una temporada hasta llegar a una nueva etapa de la vida, con nuevas experiencias.
Entonces estoy tomando esta temporada como una nueva etapa para aprender cosas nuevas, para valorar lo que siempre está ahí, pero no siempre veía y mucho más.
Además estoy segura que muchas cosas se ven diferentes según con que ojos las mires.  Me explico.  Ante la misma situación, según nuestro estado de ánimo lo podemos tomar de una u otra manera.  Ahora me encuentro mucho más positiva, igual hasta ilusionada pensando que las cosas realmente pueden ser mejores para todos, pero para llegar a ese punto específico, tenemos que “andar el camino” y no siempre es fácil.  A veces nos quedamos arropados en una situación, trabajo y forma de vida por sentirnos seguros, pero no es realmente la vida que queremos y necesitamos un empujoncito para sacudirnos y volver a ver la vida diferente.

Entonces, este año quería celebrar de una manera especial por la oportunidad de andar un poco más lento para ver lo que hay alrededor y poder valorar lo que realmente vale la pena.  Quería sacudirme de la etapa dura que llevo detrás y va pasando.  También porque tengo una familia que me quiere mucho y unos amig@s que son incondicionales, a pesar del tiempo y la distancia.  Agradecer por poder sonreír cada día, por ver a mis hijos sanos y felices.

No quería sentarme a esperar que la felicidad toque a mi puerta, porque significaría que tenía que esperar que otras personas hagan o digan lo que yo necesitaba para ser feliz, pero no necesariamente las demás personas saben lo que nosotros deseamos y es posible que fallen en el intento.
Tenemos que generar nosotros mismos nuestra propia felicidad y alegría.  No se trata de no esperar nada de nadie.  Se trata de dejarnos sorprender cada día por la vida y por las personas, porque así valoraremos cada cosa buena, por pequeña que sea.

Este año había decidido salir a buscar la felicidad y traerla a casa para que celebre conmigo.  Hace algunos años que sentía que ya no lo celebraba “como antes”.  Siempre pensé que era por el cambio de vida, quizá tener muchos conocidos y pocos amigos, pero este año es diferente, lo sentía diferente.  Me gusta celebrar mi cumpleaños, bien celebrado o como digo “como santa de pueblo”, sentir que el día dura más de 24 horas.  Desde mi teoría, mi cumpleaños empieza con el primer saludo adelantado y termina con el último saludo tardío, algunos días después.  ¡Así es! ¡Así soy yo!
Me gusta tanto mi cumpleaños porque es un día que me detengo y miro atrás y revivo mi último año.  Doy una mirada a los planes alcanzados, a las metas pendientes, a los nuevos deseos.  Es mi año nuevo personal.  Una oportunidad para decir “desde ese día…” o “hasta ese día…” o cosas así como los propósitos que hacemos cada año nuevo.

Mis amig@s del facebook me han acompañado casi un mes en la cuenta atrás hasta llegar al día.  Ya en la víspera empecé a recibir saludos cumpleaños.  Minutos antes de las 12 vinieron mis papás para recibir juntos mi día.  Abrazos, besos y buenos deseos.  El jueves me fui a trabajar y la pasé muy bien.  Además vine pronto a casa para comer.  Durante la tarde me puse a preparar mi cena cumpleañera Nº 1.  Vinieron mis papás y una amiga a cenar.  ¿La pasamos bien, no?  ¡Yo sí!


¡Gracias familia por estar siempre a mi lado!

Para el viernes, tenía el día de vacaciones.  Así que me pasé la mañana recogiendo la casa y preparándola para la cena cumpleañera Nº 2.  Tenía diferentes ideas de que cenar, que me apatía, pero no lo tenía claro.  Por fin, en la tarde aclaré mis antojos y rápidamente a comprar y preparar.  Por la noche fue la celebración con amigos.


¡Gracias amigos por acompañarme!

Al día siguiente, cuando repasaba las fotos me sentí muy bien.  También me sentía muy cansada porque la celebración duró hasta casi las 6 de la mañana, pero en plan muy tranquilo, conversando y pasándola bien.


Importante haber contado con la ayuda de los más jóvenes de la fiesta para poder apagar el incendio de mi  tarta.

Les contaba que me sentí muy bien por revivir mi cumpleaños, mi día.  Verme tan bien acompañada.  Haber sentido el cariño de muchas personas, de mi familia, de mis amig@s.  Ver a los amig@s que me acompañaban en la mesa y los demás que me llamaron, enviaron tarjetas, mensajes y tantas otras señales de cariño y afecto.

Así fue mi cumpleaños.  Un día que ha sido una hasta aquí para algunas cosas mías.  Un cambio en mi rutina laboral porque ya empecé otra vez mi jornada completa y sentirme realmente feliz.

Ahora, según nos dice Jorge en esta foto, acabamos ya la crónica de este cumpleaños anunciado, agradeciéndoles una vez más todo el cariño, el tiempo que se dan al leerme, dejarme sus comentarios.  Me motiva mucho y cada vez es un regalo para mí.

 
¡Gracias por todo!

domingo, 8 de mayo de 2011

¡Feliz día, mamá!

Había planeado que mi siguiente publicación, por intentar mantener el orden cronológico de mi vida, sería alguna sobre mi cumpleaños.  Así mis amigos del facebook podrían entender mi alegría e ilusión por la llegada de mi cumpleaños, después de que me han venido acompañando en la cuenta atrás el último mes, más o menos.  Pero entre celebración y celebración y con su respectiva recuperación, que ya no es como antes, me pilló el toro y llegó el día de la madre.
También había pensado hacer alguna publicación porque es un día muy especial para todos.  Entonces pensé mejor adelantar esta para que llegue a tiempo y prometo no dejar pasar mucho tiempo para contarles de mi cumpleaños.

FELIZ DÍA DE LA MADRE, en especial a mi mami y a todas las mamás y futuras mamás y a las que desean serlo pero se les hace difícil.

En los últimos días, hemos recibido muchos saludos.  Cada uno con una verdad diferente sobre el hecho de ser madres, sobre su dulzura, su paciencia, su sabiduría y su amor infinito por los hijos.  ¡Tantas verdades!

Hasta ahora yo no puedo describir con palabras las sensaciones que sentí cuando me enteré que estaba embarazada de Alberto y luego de Aitana.  Fue una sensación tan increíble, porque realmente en ese momento no sientes nada físico o diferente, pero la idea de tener dentro de ti una nueva vida, parte de ti, no se puede describir.  Según va avanzando el embarazo y conforme ya sientes que se mueve dentro de ti, sus pataditas y en alguna ecografía escuchas sus latidos, tampoco se puede describir claramente con palabras.  Y ya sensación más especial es cuando tenemos a nuestro bebé en los brazos por primera vez. Al tener a Alberto y luego a Aitana aprendí lo que es ser madre.  Lo de siempre, no hay un manual donde explique claramente el hecho de ser madre.  Siempre digo que es cuestión de instinto y amor.  Entendí por fin tantas actitudes, sonrisas, lágrimas, palabras de apoyo y enseñanzas de mi madre.  Con la llegada de nuestros hijos, cambia completamente nuestra vida.  No sólo porque no volveremos a dormir profundamente como antes, ni porque los primeros meses nos despertamos cada pocas horas para alimentar a nuestros bebés o porque según van creciendo tenemos que seguir reinventándonos como personas para poder entender a nuestros “bebés” y acompañarlos en su crecimiento, desarrollo y madurez.
No importa si nuestros hijos tienen 10 ó 2 años, nuestra vida nunca será la misma otra vez.  Nuestros hijos nos enseñan tantas cosas, nos hacen ver desde otra perspectiva y a valorar pequeñas cosas de la vida.
Pero aunque los hijos se hagan “grandes” nunca dejarán de ser nuestros bebés.  Es como un tatuaje, para toda la vida.  Las madres somos madres para toda la vida y no es por hablar mal de los hombres.
Leyendo los diferentes saludos y las diferentes verdades, pensaba un poco en todo.  Que natural se nos hace ser madres, que natural se nos hace hacer lo que sea por nuestros hijos.  No hay nada imposible.
También pensaba en que etapa de la vida de madre sería la más difícil o complicada.  Siempre pensaba que cuando recién nacen, viéndolos tan pequeños e indefensos con tantas necesidades y cuidados sería la etapa más dura.  Luego van creciendo y piensas que la etapa de recién nacido era fácil, ahora tener que ir detrás, viendo que hacen y evitando peligros, es más difícil todavía.  Lo lindo es cuando tus hijos piensan que tienes poderes mágicos, que eres capaz de todo y que no hay nada que su mami no pueda hacer.  Con esa confianza quien no es capaz de luchar y tener energías para lograr hasta lo que parece imposible.  Pero también pasa el tiempo y esa etapa y ahora son adolescentes.  Personas confundidas entre la infancia y la adultez inmadura, a las que hay que guiar de manera diferente “con mucha muñeca” como decía mi mami.  Tenemos que sacar toda la psicología, paciencia, espíritu de comunicación que llevamos dentro y más para superar esta etapa con nuestros hijos.  Pero esta etapa también pasa y cuando nuestros hijos ya crecen entonces podría llegar la etapa más dura, que es cuando nuestros hijos se hacen “grandes” y cuando los ves tomar sus propias decisiones.  Cuando los ves hacer sus propias “jugadas para la vida”.  Pero tú como madre todavía ves pequeños, inexpertos a tus hijos y por tu experiencia, ya sabes cuales serán las posibles consecuencias.  Puedes opinar, pero ya no puedes decidir, cuidar, proteger.  Pienso que cuando me llegue esa etapa, esa puede ser la etapa más dura de ser madre y además la más larga porque ya será para el resto de la vida.

Doy gracias a Dios y a la vida por la madre que tengo, que siempre me cuida y es un ejemplo en mi vida.  A ella, a mi madre, le doy gracias por todo el cariño, amor incondicional, paciencia que me tiene cada día.
Además tengo que agradecer también por la suerte de ser madre.  De tener a Alberto y Aitana que cada día son la fuerza para levantarme, para seguir adelante para luchar por ellos y con ellos.  La oportunidad que tengo de criarlos, de verlos crecer.  La posibilidad que tengo de ir creciendo yo también como persona porque cada día me enseñan algo.  Me enseñan que no hay cosas imposibles, que viendo la vida con inocencia y simplicidad, es más fácil solucionar los problemas.  Ahora mismo, ya no puedo imaginar mi vida sin ellos.

Hoy quiero enviar un abrazo muy fuerte a todas las madres en su día, y mi reconocimiento por su dedicación y amor sin límites.  A todos los hijos e hijas por la suerte de tener a su madre viva, con quien compartir de su vida, en algunos casos, a pesar de la distancia física, que no es motivo de una distancia emocional.  Además agradecer a tantas mamás que he conocido a lo largo de mi vida y me han dejado algún buen consejo o ejemplo que recuerdo y tengo presente.  Y a todos los que tienen a su mamá en el cielo, recordar que siempre los acompaña y guía sus pasos, que nunca están solos.

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!