Analizar ambas palabras, sus significados y diferencias es uno de mis
temas de reflexión de la última temporada.
Al tener una familia, intento convivir con todos, no sólo vivir mi vida. Me esfuerzo por intentar que los miembros de
mi familia dispongan del tiempo y del espacio que necesitan para ellos mismos,
pero también espero que sean capaces de ofrecer parte de su tiempo y disfrutarlo
todos juntos, sobre todo con buena actitud y en armonía.
La sociedad actual, según un artículo que leí hace poco, te motiva a
tener tu espacio, ya no se valoran
las relaciones humanas, nos hemos vuelto más individualistas y, por lo tanto,
egoístas. Sea lo que sea que veas o leas,
siempre te aconsejan organizar tu rutina diaria de tal manera que puedas sacar
tiempo de ella: del trabajo y de la familia para guardarlo sólo para ti. Y está bien, todos necesitamos un momento para
hacer lo que sea que nos guste hacer: ir al gimnasio, ver una película, salir a
caminar, tumbarnos al sofá haciendo zapping en silencio, mirar por la ventana,
escribir, leer o tantas otras cosas.
Pero, también puedes correr el peligro de pasarte. Y es que es así, todo nos empuja a vivir de
una manera más independiente, preocupándonos, en solitario, de nuestras cosas,
aunque involucren o afecten a más personas.
Todos estamos pensando en nuestras propias necesidades y objetivos y no
nos detenemos a reflexionar sobre el bienestar común.
Hace poco escuché a alguien de la televisión que decía: “para que tu
vida funcione necesitas tiempo para ti,
tiempo para tu pareja y tiempo para tu familia”. Pero, ¿qué pasa si no controlas esos tiempos y te pasas o no llegas? El tiempo va pasando para todos y te pierdes
muchos momentos importantes de de tu familia, ya lo dijo Antonio Banderas el
día de la premiación de los Goya.
Buscamos ansiosamente obtener tiempo para todo lo que queremos, estamos
como locos por llegar y cumplir, pero muchas veces tenemos que aceptar que no
se puede llegar a todo. Hay que
priorizar, organizarse y avanzar hasta donde lleguemos, pero sin dejar de
disfrutar cada cosa que hacemos. Aunque
es verdad que muchas veces damos prioridad a nuestros hijos, familia o a
nuestro trabajo o a nosotros mismos, pero entonces, ¿siempre estamos fallando a
alguien? ¡Es complicado! Yo me agobio con esto.

Al final creo que todo se resume en que cada uno ponga un poco de su
parte, intentar convivir con el resto de la familia, pasando tiempo
juntos. Hace mucho tiempo, una persona
que me marcó mucho, me dijo que dentro
de nuestro presupuesto mensual también teníamos que incluir el rubro
“diversión”. Tener ese tiempo para cambiar el chip es tan importante como pagar la
luz, el teléfono, alquiler y todo lo demás, porque es algo que alimenta nuestra
alma y enrique las relaciones personales de las personas con las que
vives. Si sales del entorno habitual (donde
ya no tenemos el wifi de casa) y se realizan actividades diferentes, en las que
parece que las cosas importantes de cada día como: preparar comidas, limpiar,
poner lavadoras, ordenar, etc. ya no son importantes. Aunque algunos tarden más que otros,
finalmente todos terminan cambiando al “chip vacacional” (aunque sólo sea un
día). Es una versión de nosotros mismos,
pero más amena, amable, creativa y tolerante que la de siempre. ¡Pero seguimos siendo nosotros!
Reflexionemos en el significado de las palabras “vivir” y “convivir”. ¿Cómo estamos viviendo?