Hace unas semanas fui al centro comercial donde está el único Ikea que
tenemos en Zaragoza. Fui muy pronto por
la mañana porque tenía que recoger a mi hija del colegio.
Decidí ir y aprovechar la oferta del Ikea de “desayuno saludable”. Te ofrecen un café, un zumo de naranja, pan
con jamón, aceite de oliva y tomate y fruta.
Suena muy bien por 3,50€
Llegué tan pronto que aún no abrían.
Esperé unos diez minutos. Sólo
había un coche con una pareja, pero nadie más.
Yo sola al lado de la puerta cerrada.
Cuando faltaban dos minutos para abrir, por todas partes empezó a aparecer
gente. Parecía que salían de debajo de
las piedras. Finalmente abrieron y pude
entrar. Era la primera vez que era la
primera en entrar al Ikea, subir por su escalera sin nadie delante. Una divertida sensación.
Al llegar al restaurante ya había gente allí, haciendo la fila con sus
bandejas en la mano. No sé en qué
momento me adelantaron, pero llegaron antes.
Se saludaban los unos con los otros.
Iban apurados, a pesar de ser de los primeros, como si se fuera a acabar
lo de la oferta. Íbamos tan adelantados
que teníamos que esperar a que terminaran de colocar la fruta.

Al servirme el café, note como todos se saludaban, se conocían. Preguntaban por la familia o temas
puntuales. Entiendo que hay veces que
dos conocidos pueden coincidir, pero, ¿todos?
Tenía la sensación que yo era la extraña en ese sitio. Todo era tan familiar para ellos. Comentaban sobre la fruta y ya habían
arreglado la máquina de café o si estaba todo bien.
Me senté en una mesa desde donde podía ver a todas las personas pasar. Estaba bien, era divertido y de pronto, ese
desayuno apurado se convirtió en un pequeño estudio y tema para una
publicación.

Fue un desayuno diferente. Tuve
que terminar y dejar mi bandeja en el carrito para poder hacer lo que tenía que
hacer. Como he visto que han ampliado el
periodo de oferta del “desayuno saludable”, veré cuando regreso.
... Y esto que encontré, para reírse un poco...