… y nosotras nos la creímos
Siempre hablamos de la igualdad de género, que tantos los hombres como
las mujeres tenemos los mismos derechos y las mismas capacidades para realizar
el mismo trabajo u actividad, que somos igual de válidas que los hombres. Es verdad que en algunas empresas prefieren
contratar específicamente hombres o mujeres porque consideran que los unos o
los otros son más adecuados para hacerlo.
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Fuente: mymadrid.me |
Sea como sea, estamos aquí, después de muchos años de lucha por la
igualdad, que muchas veces parece que se va mendigando una oportunidad para
demostrar que lo que podemos llegar a ser.
Vemos gobiernos o empresas que por equiparar la igualdad de género
tienen que cumplir con un porcentaje mínimo de mujeres en los cargos más altos,
por obligación. Y digo yo, si se trata
de conseguir un puesto, de directora, ministra o lo que sea, se supone que
evalúan su formación y experiencia.
Pero, ¿qué pasa si en ese momento no hay ninguna mujer que se ajuste a
ese perfil? ¿Cómo completan la cuota que
necesitan? Tampoco lo veo del todo
justo.
Pero al margen de eso, como este mes hemos celebrado el día de la
madre, reflexionaba sobre un artículo que leí de dos madres trabajadoras, que
por casualidad conozco a las dos: Xime y Lorena, me encantó el artículo. Ellas tienen trabajos que les acapara mucho
tiempo cada día y explicaban cómo se organizaban con sus hijos y el trabajo.
Hace muchos años las mujeres se quedaban en casa porque era así. Por un lado, económicamente no era necesario
que los dos padres tengan que salir a trabajar, con el dinero de uno (el padre
normalmente) era suficiente para cubrir las necesidades fa
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Fuente: www.eldinamo.cl |
miliares. Las madres (en su mayoría) se quedaban en
casa para cuidar y criar a los hijos, encargarse de la casa y de todo lo demás
que surge cada día en casa y con los hijos, pero que una al final del día casi
no puede detallar. Son tantas cosas
pequeñas que se presentan cada día, pero que no cuenta como “algo” que se hizo
y parece que hiciste un par de cosas y, ¿el resto del día?
No vamos a repetir que, quedarse en casa es la actividad menos
reconocida, más desagradecida y no remunerada que hay. Esto ya nos queda claro a tod@s.
Los tiempos han ido cambiando y las mujeres hemos salido a trabajar y a demostrar lo que somos, lo que valemos, todo
lo que somos capaces de hacer. Y lo
hemos hecho bien y mejor. Pero, ¿y qué
pasó con esas cosas de la casa que “hay” que hacer y nadie se da cuenta? ¿Quién las hace ahora? En la sociedad actual, si nos centramos en
Europa por ejemplo, muchos hombres comparten las tareas domésticas con sus
parejas. Y eso ya es un avance. En otros lugares, en América Latina por
ejemplo, es más accesible tener en casa a una persona que se encargue de todas
las tareas domésticas, el cuidado -y en algunos casos- hasta la crianza de los
hijos.
Hay tareas que la mayoría de las veces, se asume que la madre se hará
cargo, salvo que digas otra cosa: las llamadas del colegio si tu hijo está
enfermo o las noches en vela porque tu pequeño tiene fiebre o tos, las
reuniones con los profesores, preparar los disfraces para los festivales o
actuaciones, llevarlos a cumpleaños, organizar los días de las vacaciones
escolares. Todo esto y más están
tatuados en la espalda de las madres y simplemente se asume que lo tienen que
hacer, si trabajan fuera o en casa.
Entonces, ahora, en esta sociedad moderna, avanzada e igualitaria en
la que vivimos, las mujeres tenemos que salir a trabajar, demostrar lo mucho
que valemos, y muchas veces ganando menos dinero que un hombre y luego llegar a
casa y seguir con el otro trabajo que tenemos, adjudicado sólo por ser mujer y/o
madre. Y si “sólo” nos quedamos en casa,
podemos pecar de vagas o de querer vivir de nuestros maridos, aunque tengamos
una jornada más larga, sin descansos semanales –porque los fines de semana
también hay que comer- y sin vacaciones, ni nada.
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Sin querer ir en contra de nadie, ni hombres ni mujeres, porque en
este mundo hay de todo en todas partes; pero alguna vez leí que un hombre sale
a trabajar, cumple con responsabilidad con su jornada y llega a casa a descansar,
porque es así, porque lo merece después de tanto trabajo fuera de casa. Sin embargo, una mujer sale a trabajar, la
misma jornada que el hombre, llega a casa y, tenga ayuda con las tareas
domésticas o no, sigue trabajando en casa, con los hijos, si la lista de la
compra, si viene un cumpleaños, el regalo, disfraz, tareas o parar y escuchar
lo que te quiere contar mientras haces la cena.
Sigue trabajando hasta que sienta que ha terminado o que su cuerpo no dé
más y finalmente tenga que descansar.
Así cada día. Su jornada termina
cuando se sienta satisfecha con lo que ha hecho ese día, no importa cuántas
horas sean. Pues eso, nos vendieron la moto de la igualdad y de salir a la calle,
pero al final, estamos peor que antes, con más cosas que hacer y los días cada
vez parecen que tienen menos horas.
Podemos resumir, como dice el libro de Jhon Gray que: “Los hombres son
de Martes y las mujeres son de Venus”.
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Fuente: una de mis fotos |